El precio del miedo que envenena el mundo
Cada uno de nosotros recordar¨¢ siempre el lugar en que se encontraba cuando los dos aviones Boeing se estrellaron contra las Torres Gemelas. En momentos como ¨¦se, el mundo en que quisi¨¦ramos creer se paraliza y en los resquicios que se crean entrevemos el abismo m¨¢s all¨¢ del cual est¨¢n el caos, el odio, el fanatismo y la masacre.
Como israel¨ª que ha nacido en medio de la guerra y vivido en una atm¨®sfera de violencia y de sospecha, la flema y la indiferencia de que se hace gala en los aeropuertos norteamericanos siempre me han desconcertado.
Hace algunos a?os, en un vuelo de Boston a Nueva York, descubr¨ª, con gran azoramiento por mi parte, que hab¨ªa subido al avi¨®n con un billete equivocado. Dicho de otro modo: hab¨ªa pasado inadvertido por todos los puestos de control sin que nadie se diese cuenta del error. No obstante, siempre he envidiado esa calma de los norteamericanos, esa confianza en s¨ª mismos y en su poder para desalentar posibles actos de violencia. El coraz¨®n quer¨ªa creer con todas sus fuerzas que esa ilusi¨®n pod¨ªa durar eternamente. Ese comportamiento implicaba una especie de victoria sobre la actitud de continua sospecha que muestra todo israel¨ª, acostumbrado a vivir bajo la amenaza constante del terrorismo, y encerraba adem¨¢s la promesa de que quiz¨¢ alg¨²n d¨ªa tambi¨¦n nosotros alcanzar¨ªamos ese sentido de seguridad y confianza.
Ahora, desgraciadamente, norteamericanos y europeos conocer¨¢n el dolor de quien est¨¢ acostumbrado a vivir a la sombra del terrorismo, el precio del miedo constante, la inevitable aridez del alma de quien vive en contacto con la tragedia. Y el mundo se convertir¨¢ en un lugar sobre el que se cierne la tragedia, envenenado por el miedo y la sospecha. Ahora, mucho m¨¢s que en el pasado, las minor¨ªas ¨¦tnicas que viven en Occidente conocer¨¢n la ofensa de quien continuamente es observado con desconfianza. Porque ¨¦ste es el terrible tributo a que aspira el terrorismo: no golpea s¨®lo a la vida, sino tambi¨¦n al gusto por la vida, las relaciones con los seres humanos, todo lo que hace de una sociedad civil una comunidad en la que es agradable vivir, 'humana' en el pleno sentido de la palabra.
?Conseguir¨¢ Occidente encontrar un equilibrio justo y fr¨¢gil entre sus propios valores liberales, democr¨¢ticos y pluralistas y la exigencia de defenderse con firmeza de quien le amenaza? ?Y c¨®mo se garantizar¨¢n a partir de ahora los derechos del ciudadano, casi sagrados en todo Occidente, frente a la necesidad de mayores controles, de informaciones, de considerar a cualquiera un posible sospechoso? Una sombra pesada se cierne ahora sobre Estados Unidos, sobre Europa y sobre todo el mundo iluminado, en Oriente y en Occidente. Probablemente, a¨²n no estamos en condiciones de comprender el alcance del cambio que se producir¨¢ en nuestra vida cotidiana. Y por lo que se refiere a Oriente Pr¨®ximo, hoy m¨¢s que nunca es indudable que Israel tiene derecho a defenderse del terrorismo. Y, sin embargo, esta lucha no basta: el Estado hebreo tiene el deber de infundir a los palestinos la esperanza de un futuro mejor que impida que algunos de ellos elijan el camino de la lucha armada. Hoy d¨ªa es tambi¨¦n evidente el motivo por el que los l¨ªderes palestinos, y Arafat el primero, est¨¢n obligados a interrumpir cualquier contacto con las organizaciones terroristas. Adem¨¢s, a pesar de las escenas escalofriantes de palestinos exultantes tras la tragedia, no dudo que los m¨¢s moderados de entre ellos (igual que muchos egipcios, jordanos y libaneses) se han quedado horrorizados por todo lo sucedido y son conscientes de que si el terrorismo fundamentalista se refuerza, ellos mismos ser¨¢n uno de los objetivos. Por lo tanto, un momento antes de que todo se derrumbe y el caos nos absorba en su v¨®rtice, israel¨ªes y palestinos deben abrir los ojos. Lo que presenciamos el otro d¨ªa en Estados Unidos es tambi¨¦n una oscura premonici¨®n de lo que nos espera si no retomamos las negociaciones.
David Grossman es escritor israel¨ª.
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