Infoteatro
Hay verdades incontrovertibles: a) la Coca-Cola es mejor que la Pepsi b) los macarrones del d¨ªa anterior guardados en la nevera y pasados por la sart¨¦n son una delicia, c) Flora Saura es la presentadora m¨¢s atractiva de la tele y d) el teatro es raro. El nutrido grupo de personas que, a la puerta de la Sala Muntaner, espera para asistir al espect¨¢culo Qu¨¨ de qu¨¨, l'actualitat a escena (idea de Anton Font dirigida por Jordi Vil¨¤, interpretada por Jordi Purt¨ª, Llu¨ªs Graells, Bel¨¦n Fabra, Pilar Prats y Roger Juli¨¤, y escrita por Anna Fit¨¦, Joan Tharrats, Eva Mor, Ana?s Schaaff y Jaume Esquius) se divide entre los que llevan invitaci¨®n y los que han pagado su entrada. Yo soy de los segundos. Quiz¨¢ por eso me fastidia que la obra empiece un cuarto de hora tarde y que, dentro de la sala, haga un calor de la hostia.
'Qu¨¨ de qu¨¨' desmenuza y machaca la actualidad para cocinar un caldo purgante que ayude a reflexionar sobre la realidad que nos rodea
El espect¨¢culo, como ya sugiere el t¨ªtulo, consiste en desmenuzar y en seg¨²n qu¨¦ casos machacar la actualidad para cocinar un caldo purgante que ayude a reflexionar sobre la realidad que nos rodea. La estructura es simple: una ristra de gags empalmados con transiciones desiguales durante los cuales cuatro actores y un m¨²sico interpretan a multitud de personajes, algunos sobradamente conocidos, por ejemplo una Julia Garc¨ªa-Valdecasas bastante m¨¢s estimulante que la original. La predisposici¨®n del p¨²blico a aplaudir resulta sospechosa e invita a pensar que los que r¨ªen m¨¢s son los que llevan invitaci¨®n: parientes, amigos y colegas. En el escenario, los actores leen El Peri¨®dico e inician lo que ser¨¢ una din¨¢mica interpretaci¨®n de la actualidad rellena de imitaciones y cr¨ªticas. Siguiendo una tradici¨®n incomprensible, de vez en cuando les da por cantar, as¨ª, por las buenas. Cuando lo hacen a coro, el espect¨¢culo recuerda aquel programa de televisi¨®n llamado La parodia nacional, en el que, en un ambiente de chirigota gaditana, se ironizaba sobre la ro?a del pa¨ªs. Cuando la canci¨®n es interpretada en solitario, en cambio, configurando una pieza par¨®dica de, por ejemplo, Llu¨ªs Llach, el resultado mejora.
Como suele ocurrir en una antolog¨ªa de escenas tan diversas, unas son m¨¢s agradecidas que otras. Por lo que a m¨ª respecta, desde el principio tuve la sensaci¨®n de que, para disfrutar, ten¨ªa que ser comprensivo con las manifiestas imperfecciones del montaje. Las buenas intenciones de un planteamiento corrosivo y humor¨ªstico no lograban disimular ciertas carencias: nervios de estreno, juegos de palabras pillados (Afganist¨¢n, Kurdist¨¢n... Txiki Begiristain) y, en general, una apuesta por meterse con todo el mundo pero con un esp¨ªritu radical de esos que, pese a la simpat¨ªa que puedan despertar, te obligan a preguntarte si no existir¨¢ un modelo de radicalidad facilona, basada en un tipo de sarcasmos que nunca se salen de un marco de incorrecci¨®n pol¨ªtica pol¨ªticamente correcta (antiglobalizaci¨®n, okupas, justificada aversi¨®n por los cuerpos represivos, situaci¨®n de la justicia, hipocres¨ªa pol¨ªtica ante problemas como la inmigraci¨®n, culto al cuerpo, pacifismo, solidaridad, monopolio energ¨¦tico de Fecsa-Enher, etc¨¦tera).
Entre Dario Fo, Els Joglars, la Trinca y Set de not¨ªcies, Qu¨¨ de qu¨¨ avanza convenciendo y decepcionando, acertando y equivoc¨¢ndose, creando un oleaje de adhesi¨®n y rechazo que, debido a mi falta de experiencia como espectador de teatro, me hizo desconfiar de mis reacciones (a saber: ganas de salir corriendo e, inmediatamente despu¨¦s, deseo de aplaudir a rabiar). Las parodias de Puyal o de Llach, algunos giros expresivos tremendamente acertados (ese dinero que las t¨ªas dejan sobre la mesa para pagar el queso de bola encargado en Andorra y que el pariente se niega a cobrarle) y la intenci¨®n de la obra te manten¨ªan en vilo; pero, en contrapartida, la verg¨¹enza ajena asomaba ante la imperfecci¨®n de seg¨²n qu¨¦ escenas (el gag de Telemangui) y ensombrec¨ªa el conato de pasi¨®n.
Cuando Els Joglars llevan al l¨ªmite su sentido provocador de la cr¨ªtica, lo compensan con una puesta en escena perfecta que diluye cualquier reticencia y refuerza la contundencia del mensaje. Dario Fo, en cambio, apuesta por un discurso con el que se puede discrepar; pero, con una puter¨ªa dramat¨²rgica de viejo zorro, te mantiene en tensi¨®n combinando sorpresa con mensaje, agilidad y sal gorda. Tras una hora y media de generoso esfuerzo por parte de los actores, lleg¨® el momento que m¨¢s me gusta: cuando todos salen a saludar y a recibir los aplausos. Las sonrisas de los actores, la ilusi¨®n que se le¨ªa en sus miradas y la complicidad de los espectadores, que parec¨ªan decididos a valorar m¨¢s los aciertos que los defectos (como en esos partidos en los que, aunque no gane, tu equipo lucha, suda la camiseta y hace todo lo posible por convencer), me llevaron a interpretar que, sin entusiasmar del todo, hab¨ªa sido un ¨¦xito. Aunque, repito, yo no entiendo de eso, as¨ª que no me hagan mucho caso. Al llegar a casa, me prepar¨¦ mi plato preferido: macarrones del d¨ªa anterior pasados por la sart¨¦n regados con una Coca-Cola de lata cosecha 2001. Luego cont¨¦ las horas que faltaban para que Flora Saura volviera a salir por BTV y me acost¨¦ pensando que el teatro es raro, muy raro.
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