?Est¨¢ el PSPV en condiciones de ser alternativa de poder?
La aparente paz socialista no oculta sus peleas internas
El 23 de septiembre de 2000 apenas nadie daba un duro por la elecci¨®n de Joan Ignasi Pla como secretario general del PSPV-PSOE. De hecho, mientras se proced¨ªa al recuento de votos, el secretario de Organizaci¨®n del PSOE, Jos¨¦ Blanco, se encontraba reunido con Jos¨¦ Luis ?balos elaborando la futura ejecutiva de los socialistas valencianos. El resultado le oblig¨® a rebobinar el carrete a toda prisa para forzar una direcci¨®n que integrara a todas las familias del socialismo valenciano, a diferencia de lo que ocurri¨® en el congreso federal, donde Rodr¨ªguez Zapatero configur¨® su propio equipo con entera libertad.
Las injerencias y las presiones obligaron a Pla a elaborar una ejecutiva tan amplia como heterog¨¦nea cuya principal caracter¨ªstica (entonces y ahora) es la desconfianza existente entre sus miembros. Ante este panorama el nuevo secretario general se impuso como tarea urgente pacificar su propio partido e inici¨® un periplo por agrupaciones locales y comarcales con una doble finalidad: cauterizar heridas y darse a conocer ante una militancia que, en su inmensa mayor¨ªa, le conoc¨ªa de o¨ªdas. La oposici¨®n a Eduardo Zaplana quedaba postergada para una mejor ocasi¨®n. Tanto que pasaron varios meses hasta que Pla, en una conferencia celebrada en el Club de Encuentro Manuel Broseta, fijara algunas de sus l¨ªneas maestras con que intentar erosionar el amplio respaldo del Partido Popular. Pero una de ellas, tal vez la m¨¢s importante, fue demolida por la direcci¨®n federal de su propio partido. El l¨ªder de los socialistas valencianos apostaba por un apoyo condicionado al Plan Hidrol¨®gico Nacional (PHN) sustentado en un amplio documento que pon¨ªa especial ¨¦nfasis en el desarrollo sostenible. La respuesta de una fundamentalista Cristina Narbona consisti¨® en apropiarse de la filosof¨ªa del texto, suprimiendo aquellas propuestas que reclamaban aportes de agua desde el Ebro y el Tajo. Arag¨®n y Castilla-La Mancha, con presidentes socialistas, ganaban y Pla quedaba a los pies de los caballos de un PP que ha hecho del PHN un bander¨ªn de enganche electoral.
Este desaire de Madrid m¨¢s la escasa influencia del PSPV en el nuevo sistema de financiaci¨®n auton¨®mica fue aprovechado por algunos dirigentes socialistas para subrayar el escaso peso pol¨ªtico de Pla en la toma de decisiones estrat¨¦gicas. A este c¨®ctel se a?ad¨ªa otro ingrediente: el aparente deslumbramiento del l¨ªder socialista ante los encantos de Zaplana. El secretario general, siguiendo la estela de Rodr¨ªguez Zapatero, intent¨® una pol¨ªtica de grandes acuerdos con el presidente de la Generalitat; pero sus contactos siempre se interpretaban, dentro y fuera de su partido, como s¨ªntomas de debilidad y entreguismo. Por debajo de la paz aparente, la labor de zapa de las distintas familias segu¨ªa. En ocasiones, incluso, cuando el PP atravesaba alg¨²n momento de apuro, aparec¨ªan voluntarios del PSPV prestos a ayudar al adversario.
Por otra parte, el hecho de que Joan Ignasi Pla no sea diputado auton¨®mico incrementa sus dificultades objetivas para lograr una mayor proyecci¨®n pol¨ªtica y social. Sus relaciones con el portavoz del grupo parlamentario en las Cortes Valencianas, Ximo Puig, no son especialmente fluidas por m¨¢s que ambos se esfuercen en demostrar lo contrario. Sus intervenciones se solapan a menudo por el af¨¢n de protagonismo de ambos y sus diferencias respecto a la manera de ejercer la oposici¨®n son notorias.
Todo ello ha convertido a Joan Ignasi Pla en una persona desconfiada y recelosa. No conf¨ªa en los veteranos de su partido, aun a costa de renunciar a un capital pol¨ªtico y humano, por temor a contaminarse con una generaci¨®n que, aunque joven para la pol¨ªtica, acab¨® en un retiro forzado por su desgaste durante la etapa final del socialismo en el poder. Y tampoco conf¨ªa en la mayor¨ªa de los componentes de su ejecutiva, ambiciosos aparatchicks con escasa formaci¨®n intelectual y larga experiencia en maniobras desestabilizadoras org¨¢nicas.
Pese a todo, Pla puede presumir de alg¨²n ¨¦xito pol¨ªtico: el modo con que negoci¨® la composici¨®n de la Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua, arranc¨¢ndole a Zaplana la firma del Pacte pel Valenci¨¤, le vali¨® el reconocimiento de propios y extra?os. Por primera vez, demostr¨® firmeza y cintura frente a un contrincante tan h¨¢bil como el presidente de la Generalitat.
Las grandes ciudades
Pero la satisfacci¨®n por este ¨¦xito dur¨® bien poco. El gen autodestructivo que parece estar incrustado en los socialistas valencianos desde que perdieron el poder volvi¨® a manifestarse en Valencia. Rafael Rubio, secretario general del PSPV en esta ciudad, intent¨® una maniobra para descabalgar a la portavoz municipal de su partido y candidata a la alcald¨ªa, Ana Noguera, que acab¨® con un apa?o de circunstancias. En Alicante, m¨¢s discretamente, tambi¨¦n menudean las operaciones contra su portavoz y candidato, Jos¨¦ Antonio Pina. Ante estas situaciones, Pla ha preferido distanciarse a¨²n a sabiendas de que cualquier posibilidad de poder perfilarse como alternativa al PP pasa por recuperar votos en las grandes ciudades. Tarea tit¨¢nica que precisa una operaci¨®n de caballo a la que nadie quiere arriesgarse.
Es de manual que para estar en condiciones de disputarle el poder al PP primero el PSPV debe arreglar su casa. Pero ¨¦ste es el d¨ªa en que ya hay quien piensa en presentar una alternativa a Pla en las primarias que deben elegir el candidato a la Generalitat.
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