Paquistan¨ªes, entre el temor y la sospecha
La comunidad paquistan¨ª en Barcelona intenta distanciarse de los talib¨¢n y de Bin Laden
Desde el atentado contra el World Trade Center se les ve menos por las clases de castellano. Los 10.000 paquistan¨ªes residentes en Barcelona -la mayor aglomeraci¨®n de Espa?a y la quinta de Europa- tienen miedo. Si la tensi¨®n contin¨²a, la convivencia empeorar¨¢ para ese colectivo que se aglomera en las callejuelas del casco antiguo. Algunos creen que 'las miradas han cambiado' sobre una comunidad que se sent¨ªa tan vitalista que incluso invit¨® a Barcelona, el pasado 29 de agosto, a Qazi Hussein Ahmed, l¨ªder m¨¢ximo de Jamaat-i-Islami, partido fundamentalista paquistan¨ª.
'Nos miran de otra manera tras ese atentado', explica Iqbal Mohammad, presidente de la junta de la mezquita Camino de la Paz, una de las que m¨¢s ¨¦xito de publico cosechan entre los paquistan¨ªes. Son los modernos de ese islam dif¨ªcil de etiquetar, que vive en pleno barrio chino, junto a la plaza de Jean Genet. Los de Camino de la Paz invitaron a Barcelona a Qazi Hussein, que proclama el derrocamiento del Gobierno militar de Pervez Musharraf, el hombre que tuvo como espejo al padre de la Turqu¨ªa moderna, Kemal Ataturk, y que ahora corre el riesgo de morir aplastado por los grandes partidos islamistas: Jammat-i-Islami y Jamiat Ulema-i-Islam. 'No confiamos en Estados Unidos, siempre nos han enga?ado', explica Iqbal, que lleva 12 a?os en Barcelona y no se cansa de condenar el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York. 'Del atentado ha salido perjudicado el islam, pero hemos visto un horror y no queremos ver otro', subraya en relaci¨®n con una probable intervenci¨®n norteamericana en Afganist¨¢n. Su compatriota y vicesecretario de la junta, Iamil Ahmed Kahn, recuerda que Bin Laden y los talib¨¢n 'eran colaboradores de Estados Unidos y de la CIA, pero luego fueron aplicando leyes isl¨¢micas y se separaron'.
Junto a ese islam paquistan¨ª politizado se halla otro: el de los que prefieren asistir a los rezos de la mezquita T¨¢riq ibn Zyad. All¨ª, bajo el impulso del pietismo de los tabligh al-dawa, se ense?a un islamismo capaz de sobrevivir en la adversidad. Los tabligh nacieron en tierra enemiga, en India. El antagonismo en ese territorio lo plasma pl¨¢sticamente el nombre de una cordillera: Hindukush, que significa literalmente 'mata hind¨²es'. Wassim, un repartidor de butano de 40 a?os, nacido en Islamabad, ha decidido combatir la adversidad con la ayuda espiritual de esa mezquita tabligh de la barcelonesa calle del Hospital. ?l no ha notado miradas extra?as. Las propinas de las que vive -no cobra sueldo- no se han alterado. Contin¨²an como antes de la crisis . 'A veces subes tres o cuatro pisos con el butano y te dan 10 pesetas de propina', asegura. 'Sin duda', bromea El Grigi -un sindicalista marroqu¨ª que asiste a Wassim- 'eso debe de fortalecer el fundamentalismo'. No es habitual, no obstante, que los paquistan¨ªes de Barcelona trabajen por cuenta ajena. En la medida de lo posible lo hacen en comercios propios y ahora han desplazado ya a los marroqu¨ªes, la primera comunidad en importancia num¨¦rica en Barcelona.
Integraci¨®n dif¨ªcil
Su integraci¨®n es m¨¢s dif¨ªcil y los ¨²ltimos acontecimientos no la han mejorado. 'Abrimos la matr¨ªcula el d¨ªa despu¨¦s del atentado y hemos bajado en un centenar el n¨²mero de paquistan¨ªes inscritos', explica Teresa Losada, arabista e impulsora del centro Bayt-al-Taqafa de Barcelona, donde se imparten clases de castellano para inmigrantes. 'Los m¨¢s de 600 alumnos del a?o pasado han quedado en unos 500', a?ade Losada. Ahora adem¨¢s van menos a clase. Y la ausencia se nota en la decena de mujeres que asisten a los cursos. 'Hace unos tres a?os comenz¨® el proceso de agrupamiento familiar', subraya Losada. Pero hay problemas. A veces de elecci¨®n. 'Tengo una mujer en B¨¦lgica y otra en Pakist¨¢n, y me gustar¨ªa tener otra en Barcelona; novia no, porque las novias se van un d¨ªa con uno y otro con otro', explica uno de los dependientes de Super-l¨ªnea, una tienda de comestibles, sector en el que, junto con los restaurantes tandoori, las peluquer¨ªas pak y los comercios de ropa, se emplean principalmente los paquistan¨ªes de Barcelona. Mohammad Elias, por ejemplo, es un empresario de prendas de vestir que ha viajado por Asia y Europa y lleva dos a?os y medio en Barcelona. Es un paradigma de c¨®mo montan los negocios los vecinos de los afganos. 'Tengo familia en Gran Breta?a, un hermano en Kuala Lumpur... y todos nos hemos ayudado para poner en marcha el negocio', explica Elias, un hombre que teme la extensi¨®n de la guerra. ?l naci¨® en Faisalabad. La mayor¨ªa de sus compatriotas de Barcelona proceden de las zonas del Punjab, Gujerat o Pindi. Muy pocos hablan castellano, casi todos hablan ingl¨¦s, y por supuesto punjab¨ª, sindi, pasth¨², urdu o cualquiera de las lenguas, que como afirma Yabet - alba?il aut¨®nomo en Barcelona-, cambian cada 20 kil¨®metros en Pakist¨¢n.
Este a?o, con motivo de la Merc¨¨, la fiesta mayor de Barcelona, el Ayuntamiento ha dado cabida a este festival pluriling¨¹e paquistan¨ª y junto al castellano y al catal¨¢n, en los folletos se utiliza el urdu, as¨ª como el ¨¢rabe. Eduardo Spagnolo, gerente del ?rea de Servicios Personales del Ayuntaniento de Barcelona, lo ve como un intento de buscar complicidades ante una situaci¨®n de tensi¨®n internacional que amenaza con ser larga y que puede abrir la caja de Pandora del racismo.
Ahora el control es m¨¢s estricto que cuando, a finales de agosto, Qazi Hussein, el l¨ªder paquistan¨ª, se dirigi¨® a medio millar de compatriotas en el polideportivo barcelon¨¦s del Raval en nombre del islam que apoya al r¨¦gimen talib¨¢n, ese 'invento', recuerda Yabet, 'de los saud¨ªes y los americanos'.
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