Cuestiones imposibles de responder en la nueva ¨¦poca
El ataque terrorista del 11 de septiembre a las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York, y al Pent¨¢gono de Washington, ha producido una inmensa destrucci¨®n de vidas humanas y bienes materiales, pero ha enviado oleadas de horror, aprehensi¨®n y simpat¨ªa a todos los pueblos del mundo.
Entre las muchas preguntas que se plantean desde entonces, a m¨ª, como economista, me bombardean con los siguientes interrogantes graves: ?Qu¨¦ implican estos acontecimientos para la recesi¨®n o para la esperada recuperaci¨®n mundial? M¨¢s en concreto, ?cu¨¢les ser¨¢ su impacto probable a corto y largo plazo en el precio de las acciones y la rentabilidad de los bonos? ?Devastar¨¢ el p¨¢nico financiero a Wall Street y, por lo tanto, inducir¨¢ indirectamente crisis de mercado en todo el mundo: en Tokio, Londres, Mil¨¢n, Frankfurt, Se¨²l, as¨ª como en Nueva York y Chicago? La historia recuerda la Gran Depresi¨®n de 1929-1935, cuando todas las regiones del capitalismo sufrieron los mismos terremotos de quiebras y desempleo.
Plante¨¢ndonos el largo plazo, hasta 2010, podemos apostar que la actividad econ¨®mica mundial no se ver¨¢ erosionada
No s¨®lo de pan vive el hombre, ni s¨®lo de dinero. En estos tiempos, los ni?os se acuestan por la noche temiendo nuevos peligros. Y, a este respecto, sus padres y abuelos no son m¨¢s que ni?os grandes. Nada de lo anterior toca la angustia y el pesar espec¨ªficos de los miles de personas que han perdido a un familiar querido. Una estructura destruida se puede reemplazar. Pero ninguna p¨®liza de seguro puede compensar lo m¨¢s m¨ªnimo la privaci¨®n de la humanidad cuando la duraci¨®n de la vida de una persona es gratuitamente acortada.
Todo acto repugnante pone en movimiento una cadena de acontecimientos de reacci¨®n. Si hay pruebas disponibles que impliquen a una persona o personas, naci¨®n o naciones en concreto, es probable que las operaciones militares de Estados Unidos y las numerosas democracias que la acompa?an muevan enormes cantidades de recursos econ¨®micos y fuerza humana.
Antes y despu¨¦s de dichos acontecimientos, es un deber del economista preparado intentar calcular los efectos directos e indirectos de estas actividades para la producci¨®n en general y para la inflaci¨®n del nivel de precios. La historia de los ciclos econ¨®micos est¨¢ repleta de ejemplos en los que la propia guerra constituye un factor importante en la alteraci¨®n de la econom¨ªa civil. Y puede ser muy importante el que las campa?as de represalia tengan ¨¦xito y sean cortas; o el que se produzcan nuevas muertes de inocentes no combatientes si no se identifica con ¨¦xito a los culpables o no se consigue extirpar o desalentar a quienes se sientan tentados a ser terroristas en el futuro.
La ciencia moderna ha sido un Frankenstein que ha creado notables mejoras en la longevidad y la calidad de vida de toda la humanidad, al tiempo que ha aumentado la capacidad destructiva de los dementes y de los fan¨¢ticos nacionalistas. ?Qu¨¦ da?o pod¨ªa hacer un joven granjero perturbado en el siglo XIX? Quiz¨¢ pod¨ªa torturar al perro de su vecino, o prender fuego a su casa. Hoy en d¨ªa, ese joven puede llenar un cami¨®n de abono de nitr¨®geno y, siguiendo una receta que puede encontrar en una enciclopedia, producir una violenta bomba capaz de destruir un edificio estatal de 20 pisos en la ciudad de Oklahoma. Un estudiante de bioqu¨ªmica puede preparar suficientes mol¨¦culas de botulismo o de ¨¢ntrax como para infectar a millones de ciudadanos. Las posibilidades de que los ataques terroristas produzcan un da?o efectivo se ha elevado irreversiblemente.
Por el momento he citado importantes preguntas, pero no he ofrecido respuestas convincentes a ninguna de ellas. La raz¨®n es que nadie m¨¢s que un bobo excesivamente confiado puede ahora saber las probables repercusiones de esta calamidad ¨²nica en su especie para la econom¨ªa de Wall Street.
A corto plazo, la Reserva Federal y los bancos centrales extranjeros mantendr¨¢n bajos los tipos de inter¨¦s, y esto permitir¨¢ que se mantenga el precio de los bonos del Estado a corto plazo. Las acciones de las compa?¨ªas de seguros bajar¨¢n de precio, junto con las de las empresas de aviaci¨®n. Pero ?demasiado? ?o demasiado poco?
Despu¨¦s de la destrucci¨®n por sorpresa de los barcos estadounidenses en Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, el ¨ªndice Dow Jones de acciones comunes baj¨® durante cinco meses. Pero despu¨¦s de abril de 1942, cuando qued¨® claro que el poder de Estados Unidos segu¨ªa intacto, el precio de las acciones subi¨® durante los siguientes 25 a?os.
Plante¨¢ndonos el largo plazo, hasta el 2010, podemos apostar que la actividad econ¨®mica mundial no se ver¨¢ erosionada. No se ha desplomado el cielo. Y no se desplomar¨¢ en el futuro. Esa es la revelaci¨®n b¨¢sica que nos ense?a la historia econ¨®mica, y es importante recordarla en los primeros momentos de histeria emocional.
Con esto no quiero restar importancia a la gravedad del lastre que suponen las p¨¦rdidas provocadas por el ¨¦xito de los terroristas. Puede que los gastos estatales se multipliquen en los pa¨ªses de la OTAN cuando se pongan en marcha las actividades de represalia. A corto plazo, las oportunidades de empleo podr¨ªan incrementarse debido al aumento inducido del gasto de consumo y de inversi¨®n. Siempre que las conmociones adversas provocadas por el aumento de los precios del petr¨®leo sean limitadas, la posibilidad de recesi¨®n que amenazaba a Estados Unidos antes del 11 de septiembre podr¨ªa acabar siendo menor debido al aumento del gasto militar. (Recordemos que el programa de rearme de Adolf Hitler en 1933-1939 hizo desaparecer el desempleo masivo legado por la Rep¨²blica de Weimar que le precedi¨®).
Por otra parte, la constante debilidad de los precios especulativos mundiales de las acciones podr¨ªa exacerbarse debido a las repercusiones psicol¨®gicas de las tragedias de Nueva York y Washington.
Concluyo, por lo tanto, con esta importante advertencia. Ahora es tiempo de guardarse la opini¨®n sobre futuras contingencias que no se prestan a predicciones confiadas. No conocer los l¨ªmites de la propia ignorancia es la mayor de todas las estupideces posibles.
? 2001, Los Angeles Times Syndicate International, una divisi¨®n de Tribune Media Services.
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