Justicia infinita
En una escena bastante conocida en Casablanca, un petulante oficial alem¨¢n intenta averiguar las inclinaciones pol¨ªticas de Rick (Humprey Bogart), un americano neutral que ha recalado en la ciudad marroqu¨ª, huyendo de la guerra en Europa. '?Le gustar¨ªa vernos en Londres?', pregunta el oficial. 'Preg¨²ntemelo cuando hayan llegado', contesta Rick. '?Y en su querida Nueva York? All¨ª hay barrios donde yo no les aconsejar¨ªa entrar', concluye Bogart.
Con los sucesos que estamos viviendo pasa un poco lo mismo: es muy dif¨ªcil hablar hoy de lo que va a suceder ma?ana (Karl Popper), lo mismo que Rick no pod¨ªa imaginar lo que hubiese sentido al ver desfilar a los alemanes por el Mall. Pero s¨ª hay algunas cosas que podemos predecir. Sobre todo porque las causas del actual conflicto vienen de antiguo y tambi¨¦n porque ya sabemos los errores que debemos evitar, es decir, los barrios en que no podemos entrar.
Conviene empezar diciendo que las consecuencias a corto plazo de los apol¨ªpticos sucesos del martes negro no ser¨¢n excesivamente importantes, porque por horribles que sean los sucesos que aquel d¨ªa conmovieron al mundo, no son m¨¢s que hechos espec¨ªficos que han tenido consecuencias espec¨ªficas sobre determinados sectores (seguros, industria aeron¨¢utica) que no han alterado la econom¨ªa mundial.
Lo que s¨ª puede provocar un cambio radical del escenario econ¨®mico son las represalias aliadas y las reacciones de los l¨ªderes mundiales ante una recesi¨®n econ¨®mica que ya estaba en marcha antes de que se derrumbasen las torres gemelas.
Es, a mi juicio, evidente que los autores y cuantas instituciones o estados arman, financian, dirigen o utilizan los grupos terroristas deben ser castigados, perseguidos y erradicados antes de que accedan a armas m¨¢s sofisticadas y contundentes, como las armas at¨®micas o las armas qu¨ªmicas. Pero una cosa es que haya que aniquilar a los grupos terroristas y acabar con los reg¨ªmenes que los utilizan, respaldan o disculpan, y otra muy distinta, convertir esta represalia en una nueva cruzada contra el Islam. En una nueva versi¨®n de moros y cristianos.
En unos tiempos en que los conflictos no se librar¨¢n ya entre pr¨ªncipes o entre estados soberanos, sino entre ideolog¨ªas antit¨¦ticas (Hungtinton), el conflicto entre el occidente cristiano y el Islam, latente desde los tiempos de las cruzadas (Amin Maaluf), se ha revitalizado no en forma de una guerra convencional, sino en forma de una guerra terrorista que carece de precedentes en la historia. Las armas son suministradas por el enemigo y son utilizadas por individuos dispuestos a autoinmolarse como lo hicieron los antiguos hashieshie que, entre los siglos XI y XII, asolaron los territorios de Ir¨¢n, Irak y Siria. Sus sucesores de hoy -Ham¨¢s, Hizbul¨¢, Yihad isl¨¢mica, el Gia argelino- viven en nuestros barrios y pasean por nuestras calles, y al decir de aves de mal ag¨¹ero, est¨¢n absolutamente dispuestos a conmocionar el mundo occidental en caso de que sus ¨ªdolos o mentores sean atacados.
En este escenario, me parece que acierta el presidente Bush cuando se acerca a los musulmanes moderados, cuando intenta atraer a la coalici¨®n antiterrorista a los reg¨ªmenes moderados que siguieron a su padre en la Guerra del Golfo, o cuando, alej¨¢ndose de las tentaciones aislacionistas con las que inaugur¨® su mandato, se empe?a en propiciar el di¨¢logo entre Arafat y Sharon. Porque en el actual lance, la colaboraci¨®n de los servicios de inteligencia ¨¢rabes es esencial para ganar una guerra contra un enemigo difuso e inconcreto, como el que actualmente tenemos enfrente. Su colaboraci¨®n tambi¨¦n es esencia para evitar que el conflicto derive en una nueva crisis del petr¨®leo, como la que estall¨® despu¨¦s de la guerra del Yon Kipur en 1973, o despu¨¦s de la Guerra del Golfo. Por cierto, que los pa¨ªses ¨¢rabes encuadrados en la OPEP tienen ahora una buena ocasi¨®n de mostrar su rechazo a los agresores y su solidaridad con los pa¨ªses occidentales si renuncian a caer en la tentaci¨®n de cortar los suministros o aumentar los precios aprovechando la conmoci¨®n en la que estamos sumidos.
Pero el peligro de una recesi¨®n mundial no viene s¨®lo de una aumento de la inseguridad pol¨ªtica generado por terroristas fan¨¢ticos dispuestos a contestar a bombazo limpio las represalias aliadas contra los autores de los atentados del martes negro y sus c¨®mplices, ni tampoco de una improbable crisis del petr¨®leo; puede venir tambi¨¦n de que hagamos un diagnostico equivocado de la situaci¨®n de la econom¨ªa mundial o nos empe?emos en aplicar una terapia equivocada.
Las econom¨ªas occidentales ven¨ªan enfri¨¢ndose mucho antes del martes negro y creo que es un espejismo esperar que un relajamiento de la pol¨ªtica monetaria o una mayor permisividad con los desequilibrios de las cuentas p¨²blicas sirvan para relanzar la econom¨ªa, como sabemos por experiencias recientes. Por atractivos que puedan resultar estos atajos, el ¨²nico camino es el que hemos seguido recientemente: mantener a macha martillo el dogma de la estabilidad de los precios para contar con la confianza de los consumidores, seguir considerando la austeridad presupuestaria como virtud cuasiteologal y, finalmente, abordar de una vez el proceso de reformas estructurales acordado en Lisboa para hacer de la econom¨ªa europea una econom¨ªa din¨¢mica, flexible y moderna. Lo dem¨¢s es pan para hoy y hambre para ma?ana. En otras palabras, son los barrios de Nueva York en los que Rick nunca aconsejar¨ªa entrar.
PS. Cuando empez¨® a rodarse Casablanca nadie sab¨ªa si al final Elsa se quedar¨ªa con el idolatrado Rick o bien seguir¨ªa a su marido V¨ªctor Laszlo en su salvifica misi¨®n, como era su deber. Sigui¨® a Laszlo. Espero que en el actual conflicto prevalezca la justicia infinita sobre la venganza, pasi¨®n que enloquece al hombre, como ya advirti¨® la Il¨ªada.
Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa Margallo es vicepresidente de la Comisi¨®n de Asuntos Econ¨®micos y Monetarios del Parlamento Europeo.
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