La medida de la casta
En la lidia, si el toro tiene casta no hay tu t¨ªa: o manda el torero o manda el toro. Incluso a¨²n mandando, el torero puede acabar en la enfermer¨ªa pues el toro de casta no admite ni errores ni descuidos.
Le suced¨ªo a Valent¨ªn Ruiz en el segundo de la tarde: que se fajaba con ¨¦l aguantando los peligros que se derivan de la codicia del toro encastado cuando, al rematar una tanda, le perdi¨® la cara. ?Perderle la cara a un toro de casta? La respuesta le lleg¨® de inmediato: el novillo (que esa era su edad y condici¨®n) al verlo desapercibido se arranc¨® y corne¨® al torero con furia. Se lo llevaron a la enfermer¨ªa y dio la sensaci¨®n de que llevaba cornada grande. Mas he aqu¨ª que, arrastrado el cuarto ejemplar, reapareci¨® Valent¨ªn Ruiz, no muy entero por cierto (cojeaba un poco) y se dispuso a lidiar a su otro novillo.
A ¨¦ste lo banderille¨® con aleatorios resultados destacando el par del viol¨ªn. En su primero (el del percance) banderille¨® a¨²n mejor y tambi¨¦n destac¨® el par del viol¨ªn. Es curioso: este par del viol¨ªn, que trajo a Espa?a a?os ha un mexicano y resucit¨® El Fandi, va a ser una modalidad banderillera de seguro ¨¦xito.
La actuaci¨®n de Valent¨ªn Ruiz con el quinto transcurri¨® embarullada y atropellada. Seguramente no era culpa suya sino de la casta agresiva del toro, que mostr¨¢ndose manejable de principio se volvi¨® incierto quiz¨¢ por avisado. Es lo que traen las malas lidias: resabios y, en consecuencia, peligros. Y as¨ª fue. En uno de los muletazos Valent¨ªn Ruiz result¨® de nuevo empitonado, sin consecuencias.
La casta y el trap¨ªo de la novillada de Navalrosal desbordaba a S¨¢nchez Mora, un debutante falto de los necesarios recursos para solventar los problemas. Es muy significativo, no obstante, que a su primero, revoltoso y sin fijeza en los primeros compases, acabara someti¨¦ndolo en los derechazos y el novillo llegara a embestir con nobleza. Al torero le corresponde el m¨¦rito, evidentemente. Luego no cuaj¨® faena, mat¨® mal, y al sexto, de irreprochable boyant¨ªa, lo tore¨® sosamente, sin garra ni hondura. Lp cual no significa nada: es un principante.
Mart¨ªn Quintana, en cambio, se las sab¨ªa todas. Mart¨ªn Quintana, que derroch¨® entusiasmo sobre todo en sus entregadas faenas de muleta, dio mejor los derechazos que los naturales, sal¨ªa de rematar las tandass pegando mansobles al aire, abri¨® mucho el comp¨¢s aunque no no carg¨® la suerte y frecuentemente la descargaba sin disimulo, con lo cual no hac¨ªa sino repetir el toreo moderno que practican las figuras.
Claro que las figuras no torean toros de casta (?ni locos!), mientras casta, y presencia, y astifinas defensas ten¨ªan los de esta novillada. Y Mart¨ªn Quintana cort¨® una oreja. Y ah¨ª qued¨® eso.
La Maestranza
Novillos de bella estampa, aunque mansos, se lidiaron ayer en La Maestranza, de Sevilla, con menos de media entrada, informa Antonio Lorca. Los novilleros demostraron inter¨¦s pero se encontraron con las dificultades de las reses. Azuquita tuvo aviso y silencio; silencio. Salvador Vega, vuelta y silencio. Y C¨¦sar Jim¨¦nez, ovaci¨®n; aviso y ovaci¨®n.
Babelia
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