El polic¨ªa de la foto
El domingo 22 de febrero de 1959 se produjo en Colliure uno de los m¨¢s c¨¦lebres encuentros de la resistencia intelectual al franquismo. Se conmemoraba el vig¨¦simo aniversario de la muerte de Antonio Machado, y en torno a su tumba varias decenas de escritores y artistas espa?oles, tanto del exilio como del interior, se reunieron para homenajear al poeta y, de paso, dejar constancia de la enorme anomal¨ªa hist¨®rica de la Espa?a de entonces. Entre los poetas que acudieron a Colliure estaba un treinta?ero Carlos Barral, quien, en Los a?os sin excusa, segundo volumen de sus memorias, dedicar¨ªa a?os despu¨¦s media docena larga de p¨¢ginas a recordar el acontecimiento.
Cuenta Barral que debi¨® de ser Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo quien lanz¨® el rumor de que el Gobierno hab¨ªa enviado a un polic¨ªa para espiarles. Que aquello fuera o no verdad es lo de menos: en toda sociedad vigilada esa vigilancia acaba percibi¨¦ndose incluso en ausencia de vigilantes. En la Espa?a de Franco era frecuente que se tomara por polic¨ªa a quien no lo era, y el propio Barral habla de la noche en que conoci¨® al poeta ?ngel Gonz¨¢lez y de c¨®mo, al presentarse ¨¦ste como funcionario, telefone¨® aqu¨ª y all¨¢ para asegurarse de que no se trataba de un funcionario de polic¨ªa. En Colliure las sospechas recayeron inicialmente en un cincuent¨®n silencioso y solitario que result¨® ser un inofensivo s¨ªndico andorrano. Pero esas sospechas no terminaron de desvanecerse, y en sus memorias sugiere Barral que el polic¨ªa podr¨ªa ser cierto desconocido que aparece en la m¨¢s famosa de las fotos tomadas en Colliure.
Echemos un vistazo a esa foto, que re¨²ne a lo m¨¢s granado de una generaci¨®n de excelentes poetas. En la fila inferior est¨¢n Gil de Biedma, Costafreda, Barral y Caballero Bonald. En la superior, Blas de Otero, Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo, ?ngel Gonz¨¢lez, Valente y... ?el polic¨ªa? Quienes conocemos a Alfredo Castell¨®n podemos asegurar que ni es ni ha sido polic¨ªa. El zaragozano Alfredo Castell¨®n (que, por cierto, ha cambiado muy poco en estos m¨¢s de 40 a?os) ha sido bastantes cosas: corredor de 400 metros vallas en sus a?os mozos, aprendiz de cineasta en la Cinecitt¨¤ de los a?os cincuenta, pionero de la televisi¨®n en Espa?a, realizador de un sinf¨ªn de programas (entre ellos Estudio 1, del que lleg¨® a dirigir m¨¢s de 400), director de largometrajes (Las gallinas de Cervantes, Platero y yo), autor de teatro y literatura infantil... Alfredo Castell¨®n ha sido bastantes cosas en su vida pero nunca polic¨ªa.
Aquel d¨ªa en Colliure se hicieron muchas fotos, y Alfredo Castell¨®n aparece al menos en tres de ellas. En una se le ve, cerca del novelista Luis Romero y cerca tambi¨¦n de Josep Maria Castellet, escuchando al poeta Herrera Petere pronunciar un discurso tr¨¦mulo y novecentista (los adjetivos son de Barral). En otra observa a un caballero no identificado depositar junto a la tumba de Machado una arqueta con tierra de la c¨¢rcel Modelo de Barcelona enviada por los propios presos. La tercera foto es la de los poetas.
Es verdad que Alfredo Castell¨®n era un desconocido para algunos de los que aparecen en esa foto. No sin embargo para Gil de Biedma, al que hab¨ªa conocido en Roma por medio de Mar¨ªa Zambrano. Tampoco para Costafreda y Valente, compa?eros suyos en el colegio mayor Xim¨¦nez de Cisneros, que fue donde, con el apoyo de Dionisio Ridruejo y Gregorio Mara?¨®n, se organiz¨® la expedici¨®n madrile?a (Mara?¨®n hab¨ªa prometido su asistencia pero al final no pudo ir, y fue Alfredo Castell¨®n el encargado de comunic¨¢rselo al alcalde de Colliure con una frase que suena a contrase?a: 'El doctor no puede desplazarse').
Desde luego, Barral y Castell¨®n no se hab¨ªan visto nunca. No obstante, unos meses antes sus nombres hab¨ªan coincidido en el ¨ªndice de la revista internacional Botteghe oscure, donde el primero hab¨ªa publicado un poema y el segundo Contrapunto de Europa, una breve pieza teatral que no se editar¨ªa en libro hasta finales de los setenta. Tambi¨¦n de finales de los setenta es Los a?os sin excusa. Castell¨®n lo hab¨ªa le¨ªdo el d¨ªa en que se encontr¨® con Barral en Calafell. All¨ª, aclarado el equ¨ªvoco, el avergonzado poeta-editor se deshizo en disculpas. Volver¨ªan a verse poco antes de la muerte de Barral. Fue en el hotel Suecia de Madrid, y Barral se apresur¨® a saludarle y a reiterar sus excusas. Alfredo Castell¨®n ya nunca ser¨ªa el desconocido de la foto.
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