El coche oficial
En los proleg¨®menos de la democracia, cuando la Administraci¨®n auton¨®mica no ten¨ªa m¨¢s solidez que los cuatro palos de un sombrajo y apenas presupuesto, los cargos p¨²blicos y sus edecanes que no hab¨ªan dado un palo al agua durante el franquismo sol¨ªan ser la mar de susceptibles en punto a los signos externos de su preeminencia y condici¨®n. Disponer de secretaria e incluso de pebetero eran un indicativo del poder¨ªo m¨¢s expresivo que el propio nombramiento en el BOG. Dos secretarias y otros tantos pebeteros era la repanocha en tanto que delataban a alguien con mando en plaza y futuro despejado frente a quienes se arracimaban en habit¨¢culos estrechos y exentos del menor adorno. El coche oficial con ch¨®fer quedaba reservado exclusivamente para las altas jerarqu¨ªas.
En la medida que los dineros de la hacienda auton¨®mica se han multiplicado y la Generalitat ha asentado sus reales, aquellos modestos signos originarios apenas son homologables con las cruj¨ªas y despachos desde los que hoy se ejerce la funci¨®n p¨²blica. Muebles de dise?o, holgura, inform¨¢tica a toda pastilla y s¨®lo ocasionalmente algunas apreturas decantadas del s¨²bito crecimiento de ¨¦ste o aqu¨¦l departamento. Como debe ser. Despu¨¦s de todo, y al paso que vamos con las privatizaciones, la presencia del Gobierno se revelar¨¢ ¨²nicamente por esta prestancia decorativa. Lo cierto es que ya son raras las protestas de los altos funcionarios acerca de su confort y medios.
Lo que no ha cambiado, sino todo lo contrario, se ha acentuado, es el uso del coche oficial. Tanto es as¨ª que, al parecer, el parque m¨®vil de la Generalitat est¨¢ sumido en el caos debido a la creciente demanda de servicio por parte de cuantas autoridades -que deben ser la tira- tienen derecho a instarlo o exigirlo. En alguna ocasi¨®n nos ha resultado llamativo este despliegue automovil¨ªstico, sobre todo cuando su saturaci¨®n obliga a estacionar los veh¨ªculos conculcando todas las limitaciones, a los conductores consumir horas de espera y, a la postre, sus beneficiarios s¨®lo se han desplazado unos centenares de metros para acudir al fasto oficial. 'Es por razones de seguridad', nos han explicado. Un salvoconducto que equivale a una licencia para no prescindir ni solo d¨ªa de este momio.
A este respecto nos preguntamos, por ser una asunto que ha merecido cierta notoriedad, si el presidente de la Diputaci¨®n de Alicante, Julio de Espa?a, fue obligado por las mentadas razones a echar mano del coche oficial -un veh¨ªculo de siete plazas- para asistir en el curso de sus vacaciones a la feria taurina de Beziers. Es posible que as¨ª sea, pero habr¨ªa de dar una explicaci¨®n convincente para despejar las dudas acerca de un episodio que tiene visos caciquiles y que delatar¨ªa una triste concepci¨®n y funcionalidad del patrimonio p¨²blico. Que un ministro de Defensa alem¨¢n se afane un avi¨®n para visitar a su novia en Mallorca no aten¨²a el derroche, s¨®lo delata una ligereza igualmente censurable.
Nos consta, claro est¨¢, que hay usuarios del coche oficial que exprimen este servicio en beneficio com¨²n, as¨ª como otros se limitan a pasear su trasero, por aquello de la seguridad. El consejero de Econom¨ªa, que no tiene un duro en las arcas, deber¨¢ distinguirlos por imperativo del ahorro, pues es obvio que el autocontrol no se practica.
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