El club de los poetas m.
Ha llegado el oto?o al jard¨ªn de la tristeza. Antes sol¨ªa ser alegre. El jard¨ªn. Pero lo han envenenado. La carcoma ha corro¨ªdo hasta el hueso aquel n¨®dulo central que sol¨ªa proyectar, a veces con la pegajosidad de lo excesivo, gozo de vivir. Las malas hierbas de la represalia y la traici¨®n se han clavado en los ri?ones del jard¨ªn como lumbagos. Babosas y cochinillas, taladros y gorgojos, envidias y abusos de confianza se han echado a succionar, sorber y engullir no ya las flores, que no hab¨ªa, sino la savia de los ya pelados arriates. El suave muro del jard¨ªn se va desmoronando con un ruido sordo y exacto, mientras el grillotopo excava mortales galer¨ªas bajo lo que otrora fueron bulbos de iris y no son m¨¢s que huecas sonajas. Ha llegado el oto?o, que otras veces sol¨ªa ser amable, trayendo consigo jardines abandonados.
Y resulta dif¨ªcilmente evitable. Una mano oscura traza un c¨ªrculo y empuja lo mayor fuera para dejar a este lado las esferas ¨ªntimas no tanto porque tambi¨¦n sean humanas sino porque el alma no est¨¢, sencillamente no est¨¢, para los grandes asuntos. De repente, la justicia infinita se vuelve tan inabarcable como la libertad duradera para los forros de un alma en que lo m¨¢s duradero e infinito son los pulgones. Ni siquiera los t¨ªteres que rigen los destinos cobr¨¢ndose, como ahora, la cuota de lo mucho que uno se ri¨® de ellos, tienen magnetismo suficiente como para hacer que los saquen del ba¨²l. El cuerpo ha echado la persiana. Sencillamente ha traspasado la verja del jard¨ªn para encerrarse con las hojas muertas y los resquebrajados violines que proyectan su sombra sobre el estanque donde los p¨¢lidos nen¨²fares relucen, tristes, en medio de los juncos.
A la astenia oto?al y de las otras, poetas como Verlaine le dieron el sonoro nombre de espl¨ªn por m¨¢s que no cuadre en los peri¨®dicos, donde s¨®lo hay espacio para los corazones muertos... en las esquelas. De ah¨ª que los doloridos pies se hayan arrastrado por la gravilla para abrir la reja del jard¨ªn a un rayo de luz. Y la luz, hecha raudales, ha querido lenificar las amarguras estallando en ese nombre que la contiene y la explica, Luc¨ªa. Luc¨ªa Etxebarria ha tra¨ªdo no ya sus poemas sino su po¨¦tica para apartar las zarzas del viejo jard¨ªn de los poetas oto?ales. Y lo ha hecho ampar¨¢ndose nada menos que en el gran Borges para decir algo que dif¨ªcilmente pudo haber dicho, a saber, que no hay met¨¢foras originales cuando seguramente quiso decir, si lo dijo, que es dif¨ªcil construirlas porque haberlas no s¨®lo haylas sino que ah¨ª est¨¢ todo el l¨¦xico de todas las lenguas para ofrecerse como materia prima de las met¨¢foras, ya que ¨¦stas no son entidades raras sino cualquier palabra que se traslada a un nuevo contexto para iluminarlo e iluminarse.
As¨ª, podr¨ªamos decir, por ejemplo, que fulano es un euro para decir que resulta una amenaza o una inc¨®gnita, claro que para met¨¢fora involuntaria ¨¦sa en la que incurri¨® una sevillana que llam¨®, al euro, neuro. Los caminos de la met¨¢fora son pues infinitos mal que le pese a Luc¨ªa Etxebarria, infinitos como el jard¨ªn de los senderos que se bifurcan y donde ha quedado atrapada pese a Borges. Ya lo dijeron los del Ou-Li-Po, s¨®lo se puede plagiar por anticipaci¨®n, es decir echando las culpas del plagio al autor que escribi¨® el verso que se propon¨ªan plagiar. De este modo lograban sacar del verso original las potencialidades que llevaba encerradas. Pongamos que Luc¨ªa Etxebarria quisiera intertextulizar un verso tan conocido como 'Margarita est¨¢ linda la mar'. Pues bien pod¨ªa haber recurrido simplemente a sustituir cada sustantivo y ep¨ªteto por sus correspondientes definiciones del diccionario.
El resultado hubiera sido: 'Perla de los moluscos o flor de esa planta, est¨¢ grata a la vista la masa de agua salada que cubre la mayor parte de la superficie de la Tierra', artefacto que tambi¨¦n da risa y ya se puede poner con toda tranquilidad sin comillas. Y es que el coraz¨®n cuando est¨¢ murrioso busca sus invernaderos donde hacerse jard¨ªn m¨¢s soportable, menos abandonado. Por cierto, a la entrada del de Epicuro figuraba esta leyenda: 'Aqu¨ª el placer es el bien supremo'. O igual era el oto?o.
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