Mundo cerrado
Iberia sube ocho euros el billete de avi¨®n para vuelos nacionales. KLM, m¨¢s barata, s¨®lo aumenta el precio cinco euros y medio. Lufthansa sube 69 c¨¦ntimos m¨¢s que Iberia. La gente se resiste a coger un avi¨®n: yo mismo estaba pensando en irme de vacaciones, breves, brev¨ªsimas, tan breves que se han quedado en nada. Han desaparecido sin llegar a existir. Los propios agentes de viajes dejan de viajar: los de EE UU ya no celebrar¨¢n su congreso en Sevilla, en noviembre. Dicen que los precios suben por el coste de las medidas de seguridad y las p¨®lizas de seguro, pero el aumento de los seguros demuestra cierta desconfianza en las medidas de seguridad.
Me fijo en el uso del euro para anunciar los nuevos precios a¨¦reos: es la extinci¨®n de la peseta, que va retir¨¢ndose poco a poco de los resguardos del cajero autom¨¢tico. Tendr¨¦ que acostumbrarme a no ser millonario, pienso, ahora que ser millonario estaba incluso al alcance del pobre y se pod¨ªa pasar hambre siendo millonario. Ahora ser millonario exigir¨¢ 170 millones de pesetas. Tendremos que acostumbrarnos al tama?o del dinero nuevo: la peseta se iba pareciendo a uno de esos reclamos publicitarios que copian a gran tama?o el objeto anunciado. Como esas gafas verdes, de un metro, luminosas pero sin dioptr¨ªas, que han colgado en la esquina de las calles Pintada y Angustias, donde yo vivo. Las veo resplandecer y recuerdo el pasado: unas gafas de tres metros en la calle Reyes de Granada, el escaparate de la ?ptica Baldomero Mart¨ªn.
Todav¨ªa existe en la calle Almer¨ªa de M¨¢laga una llave inglesa de dos metros, o, restos de otro tiempo, en el cruce de las calles Valverde y Barri¨¦ de C¨¢diz, la bombilla descomunal de la Instaladora El¨¦ctrica, hoy tienda de ropa. Son reliquias de un tiempo en el que nadie sab¨ªa leer, ni pobres ni ricos: he visto una zapatilla para gigantes y un rub¨ª para el anillo de la giganta reina. El regreso de estos anuncios a nuestro mundo sin analfabetismo quiz¨¢ se deba a la divisi¨®n de las lenguas: nuestro mundo es mezclado, viajero, y en una ma?ana oyes hablar en ruso, italiano, rumano, ingl¨¦s, finland¨¦s, ¨¢rabe y alem¨¢n (son las lenguas que anot¨¦ en mi diario, o¨ªdas en la ma?ana y primeras horas de la tarde del d¨ªa 8 de agosto).
Este mundo abierto y movedizo es ahora m¨¢s cerrado. Lo dec¨ªa una vieja amiga m¨ªa: 'Sin dinero, uno se acobarda'. Tambi¨¦n es verdad que, cuando uno se acobarda, hasta teme usar el dinero. Sigo en estado de alerta, pero siento esperanza al leer que, seg¨²n las compa?¨ªas a¨¦reas, el negocio se recuperar¨¢ en unos meses si no hay intervenci¨®n militar. Ojal¨¢ la guerra de Bush fuera como esas gafas fluorescentes para una cara de dos metros, s¨®lo propaganda. Los gobernantes viven su relaci¨®n con el p¨²blico de un modo teatral: oigo al presidente andaluz defendiendo lo obvio en el papel de presidente, la legitimidad de las bases de Rota y Mor¨®n, y al opositor de izquierdas recitando lo obvio en el papel de opositor de izquierdas, que EE UU no infrinja la ley cuando responda al terrorismo. Pero ?se sabe algo sobre los riesgos en la zona de las bases militares? ?Existe alg¨²n plan de protecci¨®n?
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