La represalia militar sigue el juego de Bin Laden
?Qu¨¦ pretend¨ªa conseguir realmente Osama Bin Laden -o quienquiera que fuese el cerebro- destruyendo las Torres Gemelas? Nuestra sensaci¨®n de agravio no debe impedir que nos demos cuenta de que debe de haber planeado este terror¨ªfico acto no como un fin en s¨ª mismo, sino como parte de una estrategia mucho m¨¢s amplia contra su enemigo.
Conocemos lo suficiente a Bin Laden como para saber que lo que m¨¢s le preocupa es su propio pa¨ªs, Arabia Saud¨ª. No ha sido Israel lo que ha provocado la ferocidad de su cruzada integrista: fue la presencia militar estadounidense en Arabia Saud¨ª durante la Guerra del Golfo hace 10 a?os, cuando Irak invadi¨® Kuwait y el rey saud¨ª tuvo que pedir a Estados Unidos que defendieran su reino.
Consideraba que los estadounidenses corromp¨ªan y profanaban la verdadera fe isl¨¢mica del fundador de su pa¨ªs, el rey Saud, el h¨¦roe de los integristas. Desde entonces, Bin Laden est¨¢ decidido a devolver a Arabia Saud¨ª el papel que desempe?aba anteriormente como guardi¨¢n de esa austera fe y de los lugares sagrados del Islam.
Es evidente por qu¨¦ eligi¨® -por segunda vez- las Torres Gemelas como objetivo fundamental: porque son el s¨ªmbolo m¨¢s visible del capitalismo estadounidense, que ¨¦l odia, y ning¨²n espect¨¢culo podr¨ªa lograr m¨¢s publicidad en los medios de comunicaci¨®n mundiales que su derrumbamiento. Pero tambi¨¦n deb¨ªa de saber que precipitar¨ªa una respuesta airada de los estadounidenses y la reivindicaci¨®n de represalias.
De hecho, ¨¦ste era seguramente su siguiente objetivo: provocar un despliegue de las fuerzas militares estadounidenses por todo el mundo. Y hasta ahora su plan ha funcionado bien pues la flota estadounidense navega rumbo al Golfo, mientras los buques de guerra brit¨¢nicos hace tiempo que ten¨ªan programado hacer maniobras frente a las costas de Om¨¢n. Las flotas occidentales proporcionar¨¢n el tipo exacto de imagen que encender¨¢ las pasiones de los integristas saud¨ªes, que tan humillados se sintieron durante la Guerra del Golfo.
Frente a todas las informaciones procedentes de Pakist¨¢n, Afganist¨¢n u Oriente Medio, hemos tenido pocas de Arabia Saud¨ª. Pero en ese pa¨ªs autocr¨¢tico, la ausencia de noticias puede ser una mala noticia. Los visitantes informan de la existencia de un desfase cada vez mayor entre la elite saud¨ª, con formaci¨®n acad¨¦mica y angloparlante, y el creciente n¨²mero de parados saud¨ªes que se sienten completamente excluidos.
Y hemos recibido inquietantes informes de disidentes saud¨ªes manifest¨¢ndose en contra de los estadounidenses, y de soldados que ensalzan a Bin Laden, a diferencia de sus ricos y respetables hermanos que se han mantenido cerca de los miembros de la familia real saud¨ª.
Nada podr¨ªa ser m¨¢s preocupante para la familia real saud¨ª que una nueva rebeli¨®n de los integristas militantes dentro del pa¨ªs. Y, en caso de que los integristas saud¨ªes llegaran a triunfar, nada podr¨ªa ser m¨¢s peligroso para el capitalismo occidental porque podr¨ªan interrumpir grandes suministros de petr¨®leo y privar a los pa¨ªses industrializados de su cord¨®n umbilical m¨¢s crucial.
Es harto improbable que Osama Bin Laden no tenga esta posibilidad en mente. Creci¨® en Arabia Saud¨ª, donde, en su opini¨®n, los miles de millones del petr¨®leo socavaban la pureza del Islam y corromp¨ªan a la clase dirigente, incluida su propia familia. Y desde entonces ha podido ver todos los puntos flacos de Occidente, bien a trav¨¦s de su cara formaci¨®n, bien a trav¨¦s del negocio de la construcci¨®n de su familia, o trabajando con la CIA en Afganist¨¢n.
Esa ambici¨®n de socavar el capitalismo mundial no se limitar¨¢ al integrismo militante saud¨ª: ser¨¢ compartida por los millones de indigentes de todo el mundo en v¨ªas de desarrollo que se han sentido humillados y empobrecidos por la implacable dominaci¨®n de Occidente. Considerar¨¢n que los miles de v¨ªctimas muertas en Manhattan carecen de importancia en comparaci¨®n con los millones que han sido asesinados, mutilados o desplazados en los pa¨ªses devastados por unas guerras de las que culpan a los estadounidenses.
Y a muchos ¨¢rabes, africanos y asi¨¢ticos a los que se ha hecho sentir que son in¨²tiles, incompetentes y marginales, la eficacia letal con la que se han demolido las Torres Gemelas debe inevitablemente producirles una cierta sensaci¨®n de orgullo: al fin han conseguido algo que ning¨²n occidental les cre¨ªa capaces de hacer, y que obliga al mundo a fijarse en ellos.
Hasta la fecha, los occidentales no hemos sido capaces de ver m¨¢s all¨¢ de la atrocidad y la provocaci¨®n inmediatas, de pensar m¨¢s detenidamente en las causas que dan origen al terrorismo. Puede que estemos demasiado ocupados tildando a los terroristas de cobardes y fan¨¢ticos como para darnos cuenta de que nos enfrentamos a un movimiento religioso que act¨²a a un nivel m¨¢s profundo que los secuestros y los asesinatos en masa, y que es muy probable que, m¨¢s que intimidado, se sienta estimulado por la llegada de buques de guerra occidentales al Golfo.
Anthony Sampson, autor de The Seven Sisters y The Army Bazaar.
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