El voto y la paridad
Las autoras recuerdan la lucha para conseguir el voto femenino en la Espa?a de 1931, y con motivo de su conmemoraci¨®n piden una paridad pol¨ªtica que a¨²n no se ha completado.
El 1 de octubre de 1931, el Congreso de los Diputados de las Cortes Republicanas aprobaba el derecho de voto para las mujeres por 161 votos a favor y 121 en contra. Por s¨®lo 40 votos de diferencia pod¨ªan ejercer una parte esencial de sus derechos: ser electoras. El art¨ªculo 36 de la Constituci¨®n Republicana estableci¨® que 'los ciudadanos de uno u otro sexo, mayores de 23 a?os, tendr¨¢n los mismos derechos electorales'.
El camino para llegar all¨ª estuvo plagado de dificultades, tensiones e incomprensi¨®n. Los parlamentarios de la derecha se situaron a favor del voto femenino pensando que les ser¨ªa favorable en las urnas, al estimar que su voto ser¨ªa conservador. Por el contrario, la izquierda se mostr¨® dividida. Los socialistas estaban a favor, aunque con demasiadas deserciones en su seno. Los Radicales Socialistas y Acci¨®n Republicana se debat¨ªan en una contradicci¨®n: olvidando los principios y, por delante de la igualdad, sent¨ªan temor a los resultados electorales.
La participaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres en igualdad con los hombres es condici¨®n esencial de la ciudadan¨ªa, entendida como compromiso
La diputada Clara Campoamor, del Partido Radical, en contra de su propio partido, defendi¨® el derecho de las mujeres a elegir a sus representantes. Algo que hoy nos parece tan obvio, entonces era objeto de vivos enfrentamientos y de argumentos trasnochados. Algunos llegaron a introducir enmiendas en contra del voto verdaderamente curiosas referidas a la edad 'cr¨ªtica' de las mujeres, defendiendo que se les concediera s¨®lo a partir de los 45 a?os.
Pero lo m¨¢s relevante fue que una mujer competente y reconocida, Victoria Kent, se opusiera a la concesi¨®n del voto por una cuesti¨®n 'de oportunidad' para la Rep¨²blica. Defend¨ªa su aplazamiento en un a?o. Guerra del R¨ªo, compa?ero de partido de Campoamor, que llevaba la voz cantante del Partido Radical, sostuvo 'que la concesi¨®n del voto a las mujeres era prematura, sobre todo inoportuno que en la Constituci¨®n se consignase el voto para la mujer'. ?l y su partido quer¨ªan 'que el voto concedido a la mujer sea estampado en una Ley Electoral que las Cortes de la Rep¨²blica puedan derogar cuando lo tengan por conveniente, cuando crean que puede ser un peligro para la Rep¨²blica'. Sus argumentos no pod¨ªan ser m¨¢s humillantes. Tendr¨ªan derecho al voto en funci¨®n de qu¨¦ votaran.
El Partido Socialista, que vot¨® a favor del sufragio femenino, lo que fue decisivo, estaba dividido. Indalecio Prieto fue uno de los detractores. Cuentan las cr¨®nicas que abandon¨® el hemiciclo gritando que 'se hab¨ªa dado una pu?alada trapera a la Rep¨²blica'. Reconocidos 'padres de la patria' pensaban antes en los intereses electorales de su partido que en la igualdad entre hombres y mujeres, que en teor¨ªa defend¨ªan. Otra voz que se opuso al voto femenino, en contra de su partido, el socialista, fue la de Margarita Nelken, por entender que al estar a sometida a la influencia de la Iglesia, su voto ser¨ªa conservador. Muchos se pronunciaron en esa l¨ªnea esperp¨¦ntica: negar este derecho a todo un colectivo en funci¨®n de la inclinaci¨®n atribuida a su voto. Otro argumento reiterado era el del estado civil. Se quer¨ªa un derecho de voto restringido que dejara fuera a las casadas. Ya hubo un precedente, que no lleg¨® a ejercerse, bajo la dictadura de Primo de Rivera en 1924: se conced¨ªa el voto a 'solteras y viudas' y se exclu¨ªa a las casadas, 'ya que pod¨ªan ejercerlo contra sus maridos'.
La defensa que hizo Clara Campoamor fue determinante. Su firmeza y tes¨®n consiguieron sortear las dificultades de todo tipo que no dejaron de esgrimirse en el recorrido del texto en comisi¨®n y en los debates en el Pleno. Y a¨²n hubo de salvarse un ¨²ltimo escollo cuando, ya aprobado el derecho al voto, el 1 de diciembre de 1931, volvi¨® de nuevo el tema a la C¨¢mara a trav¨¦s de una enmienda del diputado Pe?alva, de Acci¨®n Republicana, que ped¨ªa que las mujeres votaran en las elecciones municipales, pero no en las generales. Campoamor gan¨® tambi¨¦n esta vez por cuatro votos de diferencia. Ya no defend¨ªa s¨®lo el derecho al voto; ahora actuaba en defensa de la Constituci¨®n.
Nunca agradeceremos bastante a estas pioneras su defensa de los derechos de la mujer en ¨¦pocas tan distintas de las actuales. Denostadas, burladas y rechazadas por la sociedad de su tiempo, tuvieron el arrojo de persistir en sus posiciones y obtener derechos que ahora disfrutamos. Clara Campoamor fue un ejemplo de este tipo de mujer. A pesar del magn¨ªfico trabajo que realiz¨® como jurista y parlamentaria, se la acus¨® incluso de ser la causante de la p¨¦rdida para la izquierda de las elecciones de 1933. Ella sali¨® en su defensa en su libro Mi pecado mortal. El voto femenino y yo, se?alando las verdaderas causas de la derrota: la desuni¨®n del bloque republicano, la abstenci¨®n anarquista y los fallos gubernamentales de la etapa anterior.
En estos d¨ªas se conmemoran los 70 a?os de la obtenci¨®n del voto femenino, generalizado en la mayor¨ªa de los pa¨ªses, con algunas lamentables excepciones. Con tal motivo aprovechamos todos los foros para poner sobre la mesa algo que consideramos tan importante como el voto. Ser elegibles en igualdad con los hombres. Participar en las instituciones democr¨¢ticas en la misma proporci¨®n que ellos, terminar con ese ejercicio casi exclusivo que ostentan de los puestos de representaci¨®n pol¨ªtica y la toma de decisiones al m¨¢ximo nivel. Pasar del monopolio a la participaci¨®n.
Hoy, nuestro reto es superar el d¨¦ficit democr¨¢tico de nuestras sociedades. Superar la infrarrepresentaci¨®n de mujeres en los Parlamentos, los Ejecutivos y la toma de decisiones. Estamos empe?adas en establecer por ley la democracia paritaria para corregir desigualdades y desventajas de siglos. Queremos un nuevo mapa pol¨ªtico. Otras reglas que regulen la paridad. Que nuestros derechos pol¨ªticos, nuestra participaci¨®n en las instituciones democr¨¢ticas, no dependan de la voluntad de los dirigentes de turno. La paridad es una nueva frontera que abre caminos in¨¦ditos hasta la fecha para la plena participaci¨®n de las mujeres en la pol¨ªtica y en el poder. Se trata de que todos estemos presentes en todas las ¨¢reas sociales, que se termine la segregaci¨®n en funci¨®n del sexo. Que hombres y mujeres compartan responsabilidades p¨²blicas y familiares.
La expectativa social est¨¢ cambiando: ya no se espera de nosotras que seamos s¨®lo buenas esposas y madres. Los contenidos sexistas en la educaci¨®n, con la omnipresencia masculina en los papeles relevantes, toca a su fin. La transformaci¨®n social es ya un hecho y la pol¨ªtica tiene que reflejar esta nueva realidad. ?sa es la orientaci¨®n de la Uni¨®n Europea desde hace a?os. La Comisi¨®n recomienda 'revisar el impacto diferencial de los sistemas electorales en la representaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres' y proceder en su caso a las 'reformas legislativas o reglamentarias'. Nuestra participaci¨®n ya no es negada por nadie que se precie de dem¨®crata, pero la realidad se resiste a avanzar. Es necesario establecerlo por ley para contrarrestar la tradici¨®n y las inercias. Profundizar en la democracia lo exige. ?se es el camino que han seguido en otros pa¨ªses de la UE, singularmente Francia, que incluso ha modificado su Constituci¨®n para hacerlo posible. Hoy reclamamos un concepto de ciudadan¨ªa que nos permite exigir la plena participaci¨®n de las mujeres en la vida pol¨ªtica. Ciudadan¨ªa y participaci¨®n, ¨¦sas son las claves. La participaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres en igualdad con los hombres es condici¨®n esencial de la ciudadan¨ªa. Ciudadan¨ªa entendida como compromiso y responsabilidad. La que todos tenemos en la construcci¨®n de la sociedad a la que pertenecemos.El 1 de octubre de 1931, el Congreso de los Diputados de las Cortes Republicanas aprobaba el derecho de voto para las mujeres por 161 votos a favor y 121 en contra. Por s¨®lo 40 votos de diferencia pod¨ªan ejercer una parte esencial de sus derechos: ser electoras. El art¨ªculo 36 de la Constituci¨®n Republicana estableci¨® que 'los ciudadanos de uno u otro sexo, mayores de 23 a?os, tendr¨¢n los mismos derechos electorales'.
El camino para llegar all¨ª estuvo plagado de dificultades, tensiones e incomprensi¨®n. Los parlamentarios de la derecha se situaron a favor del voto femenino pensando que les ser¨ªa favorable en las urnas, al estimar que su voto ser¨ªa conservador. Por el contrario, la izquierda se mostr¨® dividida. Los socialistas estaban a favor, aunque con demasiadas deserciones en su seno. Los Radicales Socialistas y Acci¨®n Republicana se debat¨ªan en una contradicci¨®n: olvidando los principios y, por delante de la igualdad, sent¨ªan temor a los resultados electorales.
La diputada Clara Campoamor, del Partido Radical, en contra de su propio partido, defendi¨® el derecho de las mujeres a elegir a sus representantes. Algo que hoy nos parece tan obvio, entonces era objeto de vivos enfrentamientos y de argumentos trasnochados. Algunos llegaron a introducir enmiendas en contra del voto verdaderamente curiosas referidas a la edad 'cr¨ªtica' de las mujeres, defendiendo que se les concediera s¨®lo a partir de los 45 a?os.
Pero lo m¨¢s relevante fue que una mujer competente y reconocida, Victoria Kent, se opusiera a la concesi¨®n del voto por una cuesti¨®n 'de oportunidad' para la Rep¨²blica. Defend¨ªa su aplazamiento en un a?o. Guerra del R¨ªo, compa?ero de partido de Campoamor, que llevaba la voz cantante del Partido Radical, sostuvo 'que la concesi¨®n del voto a las mujeres era prematura, sobre todo inoportuno que en la Constituci¨®n se consignase el voto para la mujer'. ?l y su partido quer¨ªan 'que el voto concedido a la mujer sea estampado en una Ley Electoral que las Cortes de la Rep¨²blica puedan derogar cuando lo tengan por conveniente, cuando crean que puede ser un peligro para la Rep¨²blica'. Sus argumentos no pod¨ªan ser m¨¢s humillantes. Tendr¨ªan derecho al voto en funci¨®n de qu¨¦ votaran.
El Partido Socialista, que vot¨® a favor del sufragio femenino, lo que fue decisivo, estaba dividido. Indalecio Prieto fue uno de los detractores. Cuentan las cr¨®nicas que abandon¨® el hemiciclo gritando que 'se hab¨ªa dado una pu?alada trapera a la Rep¨²blica'. Reconocidos 'padres de la patria' pensaban antes en los intereses electorales de su partido que en la igualdad entre hombres y mujeres, que en teor¨ªa defend¨ªan. Otra voz que se opuso al voto femenino, en contra de su partido, el socialista, fue la de Margarita Nelken, por entender que al estar a sometida a la influencia de la Iglesia, su voto ser¨ªa conservador. Muchos se pronunciaron en esa l¨ªnea esperp¨¦ntica: negar este derecho a todo un colectivo en funci¨®n de la inclinaci¨®n atribuida a su voto. Otro argumento reiterado era el del estado civil. Se quer¨ªa un derecho de voto restringido que dejara fuera a las casadas. Ya hubo un precedente, que no lleg¨® a ejercerse, bajo la dictadura de Primo de Rivera en 1924: se conced¨ªa el voto a 'solteras y viudas' y se exclu¨ªa a las casadas, 'ya que pod¨ªan ejercerlo contra sus maridos'.
La defensa que hizo Clara Campoamor fue determinante. Su firmeza y tes¨®n consiguieron sortear las dificultades de todo tipo que no dejaron de esgrimirse en el recorrido del texto en comisi¨®n y en los debates en el Pleno. Y a¨²n hubo de salvarse un ¨²ltimo escollo cuando, ya aprobado el derecho al voto, el 1 de diciembre de 1931, volvi¨® de nuevo el tema a la C¨¢mara a trav¨¦s de una enmienda del diputado Pe?alva, de Acci¨®n Republicana, que ped¨ªa que las mujeres votaran en las elecciones municipales, pero no en las generales. Campoamor gan¨® tambi¨¦n esta vez por cuatro votos de diferencia. Ya no defend¨ªa s¨®lo el derecho al voto; ahora actuaba en defensa de la Constituci¨®n.
Nunca agradeceremos bastante a estas pioneras su defensa de los derechos de la mujer en ¨¦pocas tan distintas de las actuales. Denostadas, burladas y rechazadas por la sociedad de su tiempo, tuvieron el arrojo de persistir en sus posiciones y obtener derechos que ahora disfrutamos. Clara Campoamor fue un ejemplo de este tipo de mujer. A pesar del magn¨ªfico trabajo que realiz¨® como jurista y parlamentaria, se la acus¨® incluso de ser la causante de la p¨¦rdida para la izquierda de las elecciones de 1933. Ella sali¨® en su defensa en su libro Mi pecado mortal. El voto femenino y yo, se?alando las verdaderas causas de la derrota: la desuni¨®n del bloque republicano, la abstenci¨®n anarquista y los fallos gubernamentales de la etapa anterior.
En estos d¨ªas se conmemoran los 70 a?os de la obtenci¨®n del voto femenino, generalizado en la mayor¨ªa de los pa¨ªses, con algunas lamentables excepciones. Con tal motivo aprovechamos todos los foros para poner sobre la mesa algo que consideramos tan importante como el voto. Ser elegibles en igualdad con los hombres. Participar en las instituciones democr¨¢ticas en la misma proporci¨®n que ellos, terminar con ese ejercicio casi exclusivo que ostentan de los puestos de representaci¨®n pol¨ªtica y la toma de decisiones al m¨¢ximo nivel. Pasar del monopolio a la participaci¨®n.
Hoy, nuestro reto es superar el d¨¦ficit democr¨¢tico de nuestras sociedades. Superar la infrarrepresentaci¨®n de mujeres en los Parlamentos, los Ejecutivos y la toma de decisiones. Estamos empe?adas en establecer por ley la democracia paritaria para corregir desigualdades y desventajas de siglos. Queremos un nuevo mapa pol¨ªtico. Otras reglas que regulen la paridad. Que nuestros derechos pol¨ªticos, nuestra participaci¨®n en las instituciones democr¨¢ticas, no dependan de la voluntad de los dirigentes de turno. La paridad es una nueva frontera que abre caminos in¨¦ditos hasta la fecha para la plena participaci¨®n de las mujeres en la pol¨ªtica y en el poder. Se trata de que todos estemos presentes en todas las ¨¢reas sociales, que se termine la segregaci¨®n en funci¨®n del sexo. Que hombres y mujeres compartan responsabilidades p¨²blicas y familiares.
La expectativa social est¨¢ cambiando: ya no se espera de nosotras que seamos s¨®lo buenas esposas y madres. Los contenidos sexistas en la educaci¨®n, con la omnipresencia masculina en los papeles relevantes, toca a su fin. La transformaci¨®n social es ya un hecho y la pol¨ªtica tiene que reflejar esta nueva realidad. ?sa es la orientaci¨®n de la Uni¨®n Europea desde hace a?os. La Comisi¨®n recomienda 'revisar el impacto diferencial de los sistemas electorales en la representaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres' y proceder en su caso a las 'reformas legislativas o reglamentarias'. Nuestra participaci¨®n ya no es negada por nadie que se precie de dem¨®crata, pero la realidad se resiste a avanzar. Es necesario establecerlo por ley para contrarrestar la tradici¨®n y las inercias. Profundizar en la democracia lo exige. ?se es el camino que han seguido en otros pa¨ªses de la UE, singularmente Francia, que incluso ha modificado su Constituci¨®n para hacerlo posible. Hoy reclamamos un concepto de ciudadan¨ªa que nos permite exigir la plena participaci¨®n de las mujeres en la vida pol¨ªtica. Ciudadan¨ªa y participaci¨®n, ¨¦sas son las claves. La participaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres en igualdad con los hombres es condici¨®n esencial de la ciudadan¨ªa. Ciudadan¨ªa entendida como compromiso y responsabilidad. La que todos tenemos en la construcci¨®n de la sociedad a la que pertenecemos.
(*) Firman este art¨ªculo (por orden alfab¨¦tico) las diputadas socialistas: Cristina Alberdi, Carmen Alborch, ?ngeles Amador, Delia Blanco, Carme Chac¨®n, Rosa Conde, Elvira Cortajarena, Clementina D¨ªez de Balde¨®n, Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, Ludivina Garc¨ªa Arias, Lola Garc¨ªa del Hierro, Lola Gorostiaga, Blanca Manzanares, Francesca Mart¨ªn, Arantxa Mendizabal, Micaela Navarro, Carmen Olmedo, Leire Paj¨ªn, Francisca Pleguezuelos, Teresa Riera, Carmen Romero, Amparo Rubiales y Amparo Valcarce.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.