La salvaci¨®n del esp¨ªritu
La gigantesca obra inconclusa de Robert Musil (1880-1942) puede ser contemplada hoy como la primera gran novela del siglo XXI. El hombre sin atributos es la obra del presente y en ella el autor descubre un nuevo modo de narrar que se constituye en permanente 'ensayo' de la vida.Una nueva edici¨®n de esta novela, s¨ªmbolo de la dislocaci¨®n de la cultura y de la imagen tradicional del hombre, actualiza la aguda visi¨®n del escritor austriaco sobre un quiebro social equivalente al que vivimos.
Entre las notas p¨®stumas de Albert Camus se encuentra el siguiente apunte: 'Tema de Musil: la b¨²squeda de la salvaci¨®n del esp¨ªritu en el mundo moderno'.
EL HOMBRE SIN ATRIBUTOS
Robert Musil. Traducci¨®n de Jos¨¦ M. S¨¢enz. Seix Barral. Barcelona, 2001 Dos tomos: 678 y 867 p¨¢ginas 9.500 pesetas
Musil abre, sin clausurarlo, el m¨¢s amplio horizonte que se ofrece a la novela moderna
Admira la frase en boca de quien no supo calibrar la genialidad de El hombre sin atributos ('una obra conmovedora por sus fracasos, no por lo que dice', anota condescendientemente Camus en 1959). Y admira no tanto por la perspicacia que denota como por el hecho de atreverse a emplear palabras intimidantes, que hoy permanecen en desuso.
Se trata, sin embargo, de eso mismo, nada menos: del esp¨ªritu, y de la modernidad, y de su salvaci¨®n. Y de la b¨²squeda de esa salvaci¨®n a trav¨¦s de la literatura. Una b¨²squeda en la que, pese a haber quedado inconclusa, El hombre sin atributos lleg¨® hasta extremos jam¨¢s vislumbrados, y que dej¨® se?alado un rumbo que muy pocos se han atrevido a seguir, quiz¨¢ por las exigencias que plantea, por la altura vertiginosa a la que discurre.
Hay un cierto consenso en aupar al podio de los m¨¢s grandes novelistas del siglo XX a Kafka, a Proust, a Joyce. Pero por mucho que las obras de estos tres autores quedaran, cada una a su modo, inconclusas, lo cierto es que ellas mismas clausuran los horizontes tan distintos que contribuyen a colmar. Fundan linajes de precursores, y desde?an a sus ep¨ªgonos.
La de Musil, por el contrario, es, adem¨¢s de inconclusa, una obra incumplida, al menos en el sentido de que abre, sin clausurarlo, el m¨¢s amplio horizonte que se ofrece a la novela moderna, para la cual postula tanto el territorio que le es m¨¢s propio como una forma nueva, rigurosa y lib¨¦rrima a la vez. Por decirlo con la zafiedad del lenguaje publicitario: El hombre sin atributos es la primera -quiz¨¢ la ¨²nica- gran novela del siglo XXI.
No es de extra?ar que Musil
no aparezca nombrado ni una sola vez en El canon occidental, de Harold Bloom. Nada en ¨¦l ha quedado superado; es muy poco lo que ha sido realmente asumido. Lo dice Claudio Magris: 'El hombre sin atributos es el libro m¨¢s grande de nuestro presente, un libro que quiz¨¢ estemos comenzando a poder leer hoy, puesto que nos dice nuestra incierta verdad actual'.
La reedici¨®n, pues, en este a?o emblem¨¢tico, de El hombre sin atributos, cuya primera publicaci¨®n en espa?ol la culmin¨® la editorial Seix Barral heroicamente en 1982, constituye mucho m¨¢s que una oportuna recuperaci¨®n: supone una nueva confrontaci¨®n de la literatura del presente con la m¨¢s elevada exigencia que le ha sido planteada. Y m¨¢s a¨²n: supone una llamada a reactualizar ese presente, una conminaci¨®n a hacerle cumplir los retos y las promesas que entra?aba cuando era todav¨ªa futuro.
No hay que dejarse abrumar por el tocho imponente de estos dos vol¨²menes (la anterior edici¨®n de la novela, id¨¦ntica en todo lo dem¨¢s, ocupaba cuatro): hay libros que sirven, en todos los sentidos, para alcanzar m¨¢s arriba. Libros que caen con estr¨¦pito -quiz¨¢ con da?o- sobre aquellos que, por debilidad o por distracci¨®n, no consiguen sostenerlos entre las manos.
Desde que apareciera la primera edici¨®n espa?ola de El hombre sin atributos, al lector se le han servido dos instrumentos valios¨ªsimos para encuadrar convenientemente la lectura de esta novela extraordinaria. El primero son los dos gruesos vol¨²menes de los Diarios de Musil (Edicions Alfons el Magn¨¤nim, Valencia, 1994), laboratorio en el que el autor ide¨®, ensay¨® y asedi¨® una obra cuyo primer p¨¢lpito data ya de 1898, y en la que no dej¨® de trabajar hasta su muerte, en 1942. El segundo es el impagable volumen de Ensayos y conferencias del mismo Musil (Visor, Madrid, 1992), de los que se desprende, entre tantas cosas, una de las m¨¢s continuadas, l¨²cidas y hondas reflexiones que ning¨²n escritor moderno haya dedicado al oficio de escribir en general y al g¨¦nero de la novela en particular.
Pues conviene aqu¨ª llamar la atenci¨®n sobre un hecho que suele sustraerse del inevitable amasijo de t¨®picos y vaguedades que tantas veces disuaden de la lectura efectiva de El hombre sin atributos: todo en esta novela apunta hacia la novela misma como g¨¦nero supremo de la utop¨ªa; como el instrumento id¨®neo para 'ense?orearse nuevamente de la irrealidad' en una ¨¦poca en la que 'la realidad no tiene ya sentido'.
Mostrar este sinsentido de la realidad a trav¨¦s de las m¨²ltiples y complejas configuraciones en que se manifiesta al individuo moderno es objetivo principal del Libro primero de la novela, que en esta nueva edici¨®n ocupa todo el primer volumen. En ¨¦l tiene un destacado protagonismo Kakania, trasunto m¨¢s o menos sat¨ªrico del Imperio Austro-h¨²ngaro por las fechas en que se precipitaba a su destrucci¨®n (la novela, no se olvide, transcurre en los meses inmediatamente anteriores al estallido de la Gran Guerra). Pese a las muchas ocasiones en que se ha glosado el papel desempe?ado por Austria como 'campo de pruebas del fin del mundo', nada puede compararse a la genial iron¨ªa con que Musil registra en todos sus pormenores, a trav¨¦s de un amplio reparto de personajes que abarcan todas las condiciones sociales, la estupidez y la efervescente inanidad de una sociedad privada de todo fundamento real. Constatar hasta qu¨¦ extremos esa estupidez y esa inanidad se corresponden asombrosamente con las que imperan en la actualidad no es el menor de los alicientes que garantizan la perfecta vigencia -y la universalidad- de una novela que arranca al lector -y es algo que nunca se destaca lo bastante- continuas carcajadas, producto de la alianza de una inteligencia poderos¨ªsima con el humor m¨¢s corrosivo ('el humor es hermoso', asegura un personaje de la novela, 'flota sobre los fen¨®menos, libre de toda concupiscencia'). Pero, dado que el Libro primero fue el ¨²nico que qued¨® completo (vio la luz en 1930), y es el que admite por tanto una lectura m¨¢s cabal y m¨¢s accesible, se da una cierta tendencia a enfatizar sus logros efectivos en detrimento de aqu¨¦llos a los que apunta -pero s¨®lo apunta- el incompleto Libro segundo.
En los 38 cap¨ªtulos que Musil public¨® de este Libro segundo en 1933, m¨¢s los 20 que lleg¨® a trabajar sobre galeradas, destinados a continuarlo, la denuncia de la realidad se aboca de s¨²bito a una senda que transita directamente por los m¨¢s arriesgados territorios de la experiencia m¨ªstica (pues Musil, por extra?o que parezca, es el m¨¢s grande escritor m¨ªstico del siglo XX, si bien el misticismo, para ¨¦l, s¨®lo es un valor en la medida en que surge de 'la atm¨®sfera de precisi¨®n en que se mueve un ingeniero'). El idilio incestuoso que Ulrich, el protagonista de la novela, mantiene con su hermana Agathe, introduce un imprevisto punto de fuga en la perspectiva m¨²ltiple, circular, desplegada en el Libro primero. El amor entre los hermanos se convierte aqu¨ª en figura de una improbable, s¨ª, pero en definitiva concebible plenitud, que act¨²a como contrapeso de los efectos disolventes de la iron¨ªa, a la que impone un trasfondo a un tiempo sublime y tr¨¢gico.
Como ha se?alado George Steiner, 'en retrospectiva, la totalidad de la genial producci¨®n de Musil -el rigor de la observaci¨®n psicol¨®gica, la misteriosa profundidad de sus narraciones, la capacidad para hacer que el pormenor ¨ªntimo sea representativo tanto de un planteamiento filos¨®fico como de una crisis social- puede considerarse el preludio a los cap¨ªtulos dedicados a Ulrich y Agathe. Nada hay que se les aproxime en la literatura moderna, salvo, en Proust, la epopeya del narrador y Albertine'.
No s¨®lo las circunstancias hist¨®ricas de la Alemania nazi y su repercusi¨®n en la vida -y en la muerte- de Musil pueden darse como motivo de que El hombre sin atributos quedara inacabada. Es evidente que la novela se hab¨ªa adentrado por terrenos que hac¨ªan cada vez m¨¢s dif¨ªcil avanzar. El material p¨®stumo relativo a la obra comprende cerca de veinte mil p¨¢ginas. De ellas, la edici¨®n espa?ola ofrece una muestra significativa, que sigue los pasos de la edici¨®n alemana de Adolf Fris¨¦, todav¨ªa -despu¨¦s de m¨¢s de veinte a?os- la m¨¢s fiable y completa.
En la ¨²ltima carta escrita por Musil, tres d¨ªas antes de su muerte (en abril de 1942), el autor habla del 'hundimiento' de la pasi¨®n amorosa surgida entre los hermanos, y sugiere que ese hundimiento coincidir¨ªa con el de la cultura europea. Concluir¨ªa de este modo el Libro segundo. En cuanto a la novela, poco antes el mismo Musil hab¨ªa dado a entender lo mucho que le quedaba para terminarla, y anotaba c¨®mo, al final (pero hay otras muchas conclusiones esbozadas), un Ulrich entrado en a?os 'vive la Segunda Guerra Mundial y, bas¨¢ndose en esta experiencia, escribe el ep¨ªlogo de su historia, y de mi libro'.
La escritura cerrar¨ªa pues el
c¨ªrculo abierto por el mismo Ulrich cuando, a comienzos de la novela, declara su intenci¨®n de concederse un a?o para escribir ¨¦l mismo un libro. Entre la negaci¨®n de la realidad y la utop¨ªa del 'otro estado', la escritura ensayar¨ªa la creaci¨®n de un nuevo orden del pensamiento. Un orden 'que compara, analiza y compone, es cierto, y en esa medida es racional y emparentado esencialmente con los instintos m¨¢s fuertes de nuestro tiempo, pero que no est¨¢ en contradicci¨®n alguna con el alma, que tiene su propia meta, y ¨¦sta no es esa univocidad en la que, por ejemplo, el ethos cristaliza en moral y el sentimiento en psicolog¨ªa causal, sino un panorama abierto sobre los fundamentos, los v¨ªnculos, las limitaciones, los fugaces significados de los motivos y los actos humanos. Un comentario a la vida, en fin'.
De este orden nuevo ser¨ªa fruto y cima insuperada El hombre sin atributos, libro que, en un tiempo en que se cuestiona insistentemente la vigencia del g¨¦nero, consagra a la novela como g¨¦nero total, m¨¢s all¨¢ de la ficci¨®n, de la ¨¦pica, del ensayo, de la filosof¨ªa, de la cr¨ªtica, de la autobiograf¨ªa. Y que si hoy -con m¨¢s raz¨®n todav¨ªa que hace medio siglo- sigue siendo, aun inconclusa, la gran novela del presente, quiz¨¢ se deba a que en ¨¦l se hace palpable, como en ning¨²n otro lugar, que, como dijo Musil, 'el presente no es m¨¢s que una hip¨®tesis m¨¢s all¨¢ de la cual no se ha ido todav¨ªa'.
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