El virus
Podr¨ªa pensarse que el mundo, habiendo perdido su bipolaridad, ha segregado una insana mol¨¦cula a partir de su pat¨®geno y solitario funcionamiento interno. Se explicar¨ªa as¨ª, como una met¨¢fora, el contenido tumoral del pensamiento ¨²nico, el c¨¢ncer del imperio absoluto, la enfermedad del cuerpo absorto en su obscenidad.
De tal exasperaci¨®n de lo mismo, de la excesiva homogeneizaci¨®n del mundo, brotar¨ªa la semilla del mal. Frente a la victoria total del sistema capitalista, contra la insoportable amplitud de su ¨¦xito, esta bacteria del islam transfigurada en terrorismo. En general, en las insignias de Nike o Marlboro, en los emblemas pirateados por el Tercer Mundo de Rolex o Ralph Laurent, en las m¨ªmesis de los rostros orientales pintados con Max Factor y L'Or¨¦al, se halla el perfil de un odio detr¨¢s del embeleso, un impulso de venganza tras la seducci¨®n. Mientras en Hollywood se jugueteaba con el terrorismo ¨¢rabe dentro de los guiones de simple ficci¨®n, en el otro lado se coqueteaba con el complejo peso de lo real.
Ahora aparece de nuevo la idea de dos mundos. De un lado se presenta la alianza de los que proclaman la democracia, los derechos multiculturales, y de otro se alista la barbarie. Pero la diferencia respecto a la bipolaridad antes conocida es que ahora no hay ya una opci¨®n pol¨ªtica frente a otra, un sistema veros¨ªmil ante otro sistema, sino sencillamente una oposici¨®n entre el Bien y el Mal. Una oposici¨®n que no requiere para su antagonismo de la existencia de dos mundos, porque uno y otro pueden hallarse aqu¨ª.
Los aviones que atacaron los edificios de Estados Unidos pertenec¨ªan a dos compa?¨ªas a¨¦reas de Estados Unidos. El arma con la que se ha asesinado a miles de ciudadanos norteamericanos forma parte de las insignias entre las que conviven, negocian, se aman o hacen turismo los norteamericanos. Los terroristas representaron con esta maniobra de inocular lo mismo en el coraz¨®n de lo mismo la clase de retrovirus correspondiente a las patolog¨ªas de nuestra contemporaneidad; tanto que los occidentales no ir¨¢n a aniquilar en Oriente otra cosa, en definitiva, que una prolongaci¨®n de su misma infecci¨®n interior.
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