Todos los colores de la nueva Girona
La hist¨®rica ciudad catalana, m¨¢s din¨¢mica y joven que nunca
Desde hace un tiempo, fulano, y mengano y zutano sacan a conversaci¨®n su proyecto de irse a vivir a Girona. Seg¨²n ellos, ese traslado es lo m¨¢s inteligente que puede hacerse, y cuanto antes, mejor. Parece casi un imperativo categ¨®rico. ?Por qu¨¦? El tren de alta velocidad est¨¢ al llegar, el trayecto a Barcelona durar¨¢ media hora -la mitad que ahora-. ?Para qu¨¦ vivir en Barcelona, pudiendo hacerlo all¨ª? En los documentos de la historia, en los testimonios de la literatura y en los recuerdos de quienes ya no son j¨®venes, Girona era una ciudad bastante desgraciada. En cuanto a la historia, su situaci¨®n topol¨®gica y estrat¨¦gica -bajo los Pirineos y a la entrada del acceso m¨¢s practicable a la pen¨ªnsula Ib¨¦rica- hizo de ella plaza codiciada por ¨¢rabes y visigodos y por todos los bandos combatientes en esa nuestra arraigada tradici¨®n de las guerras civiles, y la conden¨® a sufrir asedios de los ej¨¦rcitos franceses en 1684, 1694, 1808, 1809. La defensa numantina del recinto amurallado y la escabechina de sus habitantes en la guerra de la independencia, a la que Gald¨®s dedica uno de sus mejores Episodios nacionales, la elev¨® a la categor¨ªa de ciudad heroica, honor que, la verdad sea dicha, s¨®lo cotiza en t¨¦rminos de ret¨®rica. Desde el Paseo Arqueol¨®gico, donde van los j¨®venes a fumar y hacerse caranto?as, todav¨ªa pueden verse las cuevas por donde sus antepasados entraban y sal¨ªan, a trav¨¦s de las murallas, durante los sitios.
Hasta el final del franquismo, Girona era otra de aquellas capitales de provincia ex¨¢nimes, recocidas a fuego lento, abundantes en sotanas y uniformes. Sus vecinos ten¨ªan una reputaci¨®n de gente seca, impermeable a toda influencia exterior. Prudenci Bertrana, en El vagabundo, y otros escritores catalanes, contempor¨¢neos y anteriores, comentaron la desaz¨®n de no haber sido aceptados, a despecho de todos sus esfuerzos, en la sociedad gerundense. All¨ª, 'se llega a la conclusi¨®n, que tambi¨¦n provocan otras ciudades del g¨¦nero, de que el hombre tiene una disposici¨®n innata a vivir mal y que la ro?a, el harapo y el fr¨ªo en los pies nos viene de muchos siglos atr¨¢s', dictamina Pla en el libro dedicado a evocar la ciudad de su infancia. Barral hizo all¨ª el servicio militar, en todo ese tiempo s¨®lo conoci¨® a una persona 'con sensibilidad y una inteligente curiosidad por las cosas del esp¨ªritu', y esa persona tard¨® poco tiempo en volverse loca. Por las p¨¢ginas de A?os de penitencia dedicadas a la ciudad desfilan beatas pasando las cuentas del rosario bajo las arcadas de la Rambla, en un clima de lluvia rural, escarchada. En cuanto a la oferta cultural, entonces se reduc¨ªa a 'un par de cines, ning¨²n teatro, no m¨¢s instituciones docentes que los colegios clericales y alguna academia para cursar bachillerato o preparar el m¨ªtico examen de Estado; la ciudad condenaba al copeo, a los naipes'. M¨¢s recientemente, Girona se anunciaba al visitante por el hedor qu¨ªmico de la industria papelera, que invad¨ªa como un manto los alrededores. No es de extra?ar que cuando Narc¨ªs Jordi Arag¨® y otros intelectuales de la ciudad publicaron, en 1972, a modo de se?al de alarma, su libro sobre la sociedad gerundense, lo titulasen Girona grisa i negra.
Todo eso ha cambiado radicalmente y en las estad¨ªsticas la ciudad suele aparecer como la primera o segunda de Espa?a en t¨¦rminos de prosperidad y de calidad de vida, en el centro de comarcas privilegiadas en productividad, dulzura y variedad del paisaje, gastronom¨ªa, car¨¢cter.
Tan radicalmente ha cambiado que lo ¨²nico que no cambia es el alcalde, Joaquim Nadal, el incombustible. Este hombre ha pilotado la resurrecci¨®n de la ciudad con sensatez y acierto, y adem¨¢s ha tenido de cara el viento de la macroeconom¨ªa. Girona ha ido restaurando su monumental casco antiguo, transformando muchos edificios religiosos, admirables pero de dif¨ªcil mantenimiento, en activos centros civiles, administrativos, culturales: la Pia Almoina (P¨ªa Limosna), en sede del Colegio de Arquitectos; el convento de los capuchinos, en Archivo y Museo de la Ciudad; el de Sant Josep, en el archivo provincial; el fastuoso palacio episcopal, en un Museo de Arte muy interesante, donde cada exposici¨®n relaciona las piezas de la colecci¨®n permanente con propuestas de arte contempor¨¢neo; el de Sant Dom¨¦nech, un convento desamortizado, reciclado en cuartel y caballerizas, y luego degradado a ruina, ahora es sede de la Universidad; etc¨¦tera.
Las costrosas riberas del Onyar a su paso por la ciudad han sido rehabilitadas y pintadas. Callejas tapiadas e impracticables del barrio jud¨ªo se han vuelto a abrir. Y el camino de ronda que sigue las murallas se ha convertido en un frecuentado paseo desde el que se obtienen las mejores vistas de la ciudad. De manera que el alcalde ha podido darse el gusto de publicar el libro titulado Girona, ciutat viva i de tots colors (editado en 1999), en referencia y contraste con las sombras propias de aquellos tiempos equivocados en los que no era ¨¦l quien se asomaba al balc¨®n consistorial de la plaza del Vi, en el centro del barrio de los gremios medievales.
Tres factores
No lejos de ese balc¨®n -en Girona todo queda cerca-, desde su morada en una casa palaciega del casco medieval, Arag¨®, que es algo as¨ª como el cronista oficioso de la ciudad, y que el a?o pasado public¨®, con Joan Moreno, una Gu¨ªa del viajero ejemplar, comenta otros tres factores que han hecho posible la resurrecci¨®n de Girona: 'El primero, la inmigraci¨®n andaluza y extreme?a trajo una explosi¨®n demogr¨¢fica que hizo crecer la ciudad, primero en barrios de barracas, luego en los suburbios perif¨¦ricos de Germans Sabat o Vilaroja, que se ha sabido ligar al centro dot¨¢ndolos de equipamientos y v¨ªas de comunicaci¨®n; en estos a?os, la poblaci¨®n ha crecido en n¨²mero de 30.000 vecinos, hoy somos cerca de 100.000. El segundo factor decisivo es la universidad, instaurada hace diez a?os y en la que estudian 12.000 j¨®venes de la regi¨®n que ya no tienen que bajar a Barcelona. Dan vida al casco antiguo, y para darles alojamiento se rehabilitan y se subdividen en peque?os apartamentos much¨ªsimas casas que se mor¨ªan de viejas. El tercer factor, consecuencia de los anteriores y de una oferta cultural creciente, es el turismo, que antes s¨®lo asomaba la nariz los d¨ªas en que llov¨ªa en la costa. Aunque Girona a¨²n no dispone de grandes infraestructuras hoteleras o restaurantes capaces de acoger grupos numerosos, los autocares llegan cada d¨ªa del a?o para rendir visitas breves'.
Durante esas visitas, que se suelen centrar en la orilla izquierda del r¨ªo, donde se asienta la ciudad antigua, hay que recorrer la Rambla burguesa y comercial, salpicada de terrazas de caf¨¦, para luego entrar, por la alta, oscura calle de la For?a, en el laber¨ªntico Call, donde vivi¨® la comunidad jud¨ªa desde el siglo IX hasta el XV y en una de cuyas casas de patios h¨²medos y secretos ha abierto, hace un a?o, el Museo de Historia de los Jud¨ªos. En las salas, adem¨¢s de las exposiciones temporales, se muestran algunos t¨²mulos sepulcrales con sus conmovedoras inscripciones, como ¨¦sta de un tal R: 'Pac¨ªfico fui durante mi existencia y desde el inicio mucho consigui¨® mi mano. Cuando vino el fin, la luz a¨²n me envolvi¨®, el d¨ªa en que fui convocado para regresar a mi origen'.
Encima del Call, y asentada sobre una escalinata cuya base ocupa la mayor parte de la plaza que se encoge a sus pies, se eleva la mole de la catedral, aislada de los edificios de alrededor y como suspendida sobre ellos. La primera visi¨®n de esa f¨¢brica imponente, cuya fachada barroca acaba de ser restaurada, es inolvidable. Dentro de su ancha nave g¨®tica, en la capilla del Sepulcro Condal, destaca, entre otras piezas de arte sacro, la estatua yacente en alabastro de la condesa Ermessanda, donde 'la antinomia de abstracci¨®n sensible, incluso sensual, no volver¨ªa a ser igualada hasta Brancusi', seg¨²n Steiner.
En el museo de la catedral est¨¢ el c¨¦lebre tapiz de la Creaci¨®n. M¨¢s all¨¢ del claustro rom¨¢nico se derraman los edificios nobles, las plazas silenciosas, las calles empinadas por donde se baja hacia el r¨ªo, se llega a la ciudad moderna y luego a las urbanizaciones de chalets que van anchurando la ciudad y esperan la llegada del AVE, que traer¨¢ a fulano y mengano y quiz¨¢ a cientos de barceloneses m¨¢s...
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.