Una ciudad herida
?Da?ar¨¢ el atentado terrorista permanentemente la posici¨®n de Nueva York como capital econ¨®mica de Estados Unidos? Sin sentimentalismos, por favor, a pesar del sarc¨¢stico titular de The Onion, 'El resto del pa¨ªs siente temporalmente un profundo afecto por Nueva York'. Esta es una pregunta real y merece una respuesta seria.
La raz¨®n de que sea una pregunta real es que la econom¨ªa de una ciudad es diferente de la de un pa¨ªs. No s¨®lo est¨¢n los recursos estadounidenses -principalmente la energ¨ªa y la cualificaci¨®n de sus trabajadores- pr¨¢cticamente intactos; no van a ir a ninguna parte. Quiz¨¢ pasemos una recesi¨®n, durante la cual algunos de esos recursos se ver¨¢n moment¨¢neamente ociosos; pero no hay duda de que la econom¨ªa estadounidense los pondr¨¢ de nuevo a trabajar.
Pero los recursos de Nueva York no tienen que seguir donde est¨¢n. Y es concebible que no lo hagan.
Despu¨¦s de todo, la insigne ciudad de Estados Unidos debe su posici¨®n a un accidente hist¨®rico. Las ventajas naturales de la ubicaci¨®n de Nueva York -su buen puerto, su situaci¨®n al final de la ¨²nica ruta fluvial posible hasta los Grandes Lagos- fueron leg¨ªtimamente trascendentales durante el periodo de crecimiento de la ciudad. Pero hace tiempo que dejaron de ser importantes para la econom¨ªa de la ciudad. Lo que mantiene a Nueva York como una gran ciudad es la causalidad circular: la gente y las empresas se establecen all¨ª por las oportunidades creadas por la presencia de otra gente y otras empresas.
Y dado que la econom¨ªa de la ciudad se sostiene por causalidad circular, un golpe suficientemente grande a esa econom¨ªa podr¨ªa te¨®ricamente causar un da?o permanente. Si suficientes empresas y habitantes se van, por la raz¨®n que sea, la econom¨ªa local podr¨ªa caer por debajo de la masa cr¨ªtica y entrar en una espiral descendente en la que las empresas se van porque otras lo est¨¢n haciendo.
Los beneficiarios de dicho ¨¦xodo no ser¨ªan probablemente otras grandes ciudades; por el contrario, las empresas se trasladar¨ªan a los interminables alrededores. No fui la ¨²nica persona de las afueras de Nueva Jersey que, para verg¨¹enza propia, se sinti¨® perfectamente a salvo el 11 de septiembre: hay millones de personas que viven y trabajan cerca, pero ning¨²n objetivo obvio, porque aqu¨ª no hay ning¨²n ah¨ª.
La cuesti¨®n es ?cu¨¢l deber¨ªa ser la magnitud del golpe para dar comienzo a dicha espiral? En cualquier caso, ?en qu¨¦ medida son resistentes las ciudades?
Un investigador con enorme poder y pocos escr¨²pulos podr¨ªa intentar responder a la pregunta de manera experimental, destruyendo grandes porciones de una ciudad, para ver despu¨¦s si se recuperaba. (?Quiz¨¢ eso era lo que quer¨ªa hacer Robert Moses!) Pero en la vida real la gente no har¨ªa un experimento de ese tipo, ?o s¨ª?
Dos economistas de la Universidad de Columbia, Donald Davis y David Weinstein, se?alaron recientemente que Estados Unidos ha hecho ese experimento, aunque con las ciudades de otros. Su art¨ªculo, producto de muchos meses de trabajo, ha sido espeluznantemente puntual. Titulado 'Huesos, bombas y puntos de ruptura: la geograf¨ªa de la actividad econ¨®mica', se?ala que la campa?a de bombardeo estadounidense contra Jap¨®n en los ¨²ltimos meses de la II Guerra Mundial constituy¨® una especie de espantoso experimento natural para poner a prueba la resistencia de las ciudades.
El punto importante de su an¨¢lisis no es que la campa?a de bombardeos fuese inmensamente destructiva -145 kil¨®metros cuadrados de la ciudad de Tokio fueron reducidos a escombros, que en proporci¨®n al ¨¢rea construida era s¨®lo una ciudad japonesa intermedia- sino que tuvo un impacto enormemente variable. Algunas ciudades escaparon con muy pocos da?os, mientras que otras fueron destruidas en su mayor parte. La cuesti¨®n que plantean es si las ciudades m¨¢s da?adas recuperaron el lugar que ocupaban antes de la guerra en la jerarqu¨ªa urbana japonesa, o si entraron en una espiral descendente.
Su respuesta es ligeramente desalentadora para los economistas a los que les gustar¨ªa verificar sus teor¨ªas sobre la causalidad circular, pero muy alentadora para aquellos que creen que el especial e intenso urbanismo de Nueva York produce beneficios a la naci¨®n que van m¨¢s all¨¢ de los d¨®lares y los centavos. Ni siquiera en el Jap¨®n de posguerra se produjeron espirales descendentes, y las ciudades retornaron enseguida a sus posiciones originales dentro de la jerarqu¨ªa urbana. 'Ni siquiera enormes traumas temporales para las zonas urbanas', declaran los autores, 'tienen un impacto a largo plazo en el tama?o de las ciudades'. Parece que las ciudades son realmente muy resistentes.
Eso no quiere decir que el futuro de Nueva York est¨¦ garantizado; aunque las ciudades son muy resistentes, ascienden y caen a lo largo del tiempo. Pero si el ejemplo japon¨¦s es significativo, el ataque a Nueva York, a pesar de su horror, no tendr¨¢ consecuencias dignas de mencionarse para las perspectivas econ¨®micas a largo plazo de la ciudad.
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