La 'moci¨®n de investidura' de Pasqual Maragall
Catalu?a se encuentra hoy en comp¨¢s de espera. Hemos finalizado un periodo hist¨®rico, pero todav¨ªa no hemos iniciado del todo el siguiente. En las elecciones de 1999, Pasqual Maragall obtuvo m¨¢s votos directos que la oferta de Jordi Pujol. Este hecho puso en evidencia que hab¨ªa acabado una etapa y que empezaba otra. El pueblo de Catalu?a le indic¨® a uno que deb¨ªa ceder el paso a una nueva etapa y al otro que deb¨ªa estar preparado para el relevo. Y de momento parece que los dos van haciendo lo que les corresponde para que los intereses, los valores y la identidad de los catalanes encuentren los mejores caminos para Catalu?a en este mundo cambiante en que nos hallamos, que a veces tiene un ritmo tan trepidante que parece que se lo va a llevar todo por delante, pero que a menudo pone de manifiesto tambi¨¦n la necesidad de ir a la b¨²squeda de nuestras m¨¢s profundas ra¨ªces. En todo caso, las cosas son as¨ª: hemos de estar presentes en el mundo tal cual es y, a la vez, hemos de seguir siendo tal como somos.
Catalu?a debe tener la seguridad de que existe capacidad para afrontar las nuevas cuestiones que se plantean a la identidad catalana en el marco de unas sociedades m¨¢s interdependientes, de una presencia estable en la Uni¨®n Europea y de una participaci¨®n activa en una Espa?a donde est¨¢ creciendo un nuevo centralismo, mucho m¨¢s moderno y potente que el que conocimos durante el siglo XX. El pueblo catal¨¢n ha de saber que existen propuestas, voluntad y empuje para abrir un nuevo periodo. Ahora es necesario un cambio de ritmo. A Catalu?a le conviene un cambio, con nuevos proyectos, nuevas energ¨ªas y nueva ilusi¨®n, con gente nueva. Frente al centralismo de la derecha espa?ola, desconfiada y recelosa, el catalanismo, en cuanto movimiento transversal, exige a todos los sectores que generen un gobierno catal¨¢n eficaz y que no quede subordinado a aquellos que repiten lo que siempre han hecho.
Todas las fases hist¨®ricas se acaban. Las aportaciones positivas se mantienen siempre, pero es necesario corregir los elementos negativos y poner remedio a las carencias. Y dif¨ªcilmente lo pueden hacer sus autores. El relevo es imprescindible para seguir adelante. ?sta es la l¨®gica de los procesos de renovaci¨®n, se llamen sus dirigentes Kohl, Thatcher, Schmidt, Gonz¨¢lez o Pujol. Es ley de vida. Se deben renovar personas y propuestas, porque todo pa¨ªs necesita tener a punto siempre un recambio de dirigentes y de programa.
Sin necesidad de estridencias, hay que decirlo claro: existe un recambio preparado y dispuesto a asumir el gobierno de Catalu?a. Porque ante el hecho de que un sector del catalanismo se ha aliado y subordinado al nacionalismo espa?ol, hace falta un gobierno dotado de una nueva ilusi¨®n y un nuevo empuje, que aborde con visi¨®n de futuro los temas que el pa¨ªs tiene planteados hoy y que pueda dialogar sin hipotecas.
Dig¨¢moslo claro: un gobierno catal¨¢n subordinado a la expresi¨®n del nacionalismo espa?ol m¨¢s rancio no conviene a Catalu?a. A Catalu?a le conviene un gobierno que tenga un proyecto que no est¨¦ envejecido, que tenga solidez y sentido del di¨¢logo, que sea solidario, con nuevas propuestas y capacidad de sumar. En todo caso, Catalu?a es un peque?o gran pa¨ªs que no puede desperdiciar ninguna aportaci¨®n de su gente, aunque sea de un partido diferente o rival.
La pol¨ªtica de responsabilidad tiene un sentido y la pol¨ªtica de peix al cove, de consigue lo que puedas, quiz¨¢ tendr¨ªa un sentido si hubiese logros. Prat de la Riba rompi¨® con la izquierda catalanista y se ali¨® con el caciquismo para obtener la presidencia de la Diputaci¨®n de Barcelona y despu¨¦s la Mancomunidad. En cambio, la alianza con los partidos del sistema para reformar la Monarqu¨ªa despu¨¦s de la I Guerra Mundial acab¨® de mala manera, a pesar de la calidad pol¨ªtica de sus dirigentes. La alianza con la CEDA se mostr¨® inviable y cuando se produjo dio unos frutos nefastos, suficientemente conocidos. Una alianza sin resultados, sin otro objetivo que ir tirando, una alianza para mantenerse simb¨®licamente en la cabina de mando, no tiene ning¨²n sentido para Catalu?a. Pasqual Maragall tiene ahora la obligaci¨®n de exponer su proyecto para Catalu?a. Debe explicar que existe un programa de gobierno m¨¢s moderno, m¨¢s provechoso y viable. Desde la plena normalidad democr¨¢tica, debe presentar a debate el proyecto que propugna. Es necesario mostrar que existen ideas, voluntad y equipo preparados para gobernar. Y la v¨ªa parlamentaria adecuada para poder hacerlo es la moci¨®n de censura constructiva. Por ello la moci¨®n de censura constructiva se asemeja a un debate de investidura.
Maragall debe llevar al Parlament aquello que Catalu?a cree y demanda, bajo la forma de una definici¨®n de c¨®mo deben tratarse los grandes temas de nuestro pa¨ªs, para que los catalanes tengamos la seguridad de que la nueva etapa que emprender¨¢ Catalu?a estar¨¢ basada en nuevos enfoques; en el empuje, la tenacidad y el di¨¢logo; en la capacidad de ponerse a trabajar para abordar sin sectarismos y con independencia de criterio los grandes temas planteados, heredados o nuevos. Creo que Maragall ha demostrado sobradamente esta capacidad.
A todos interesa que Maragall d¨¦ la seguridad de que el partido que preside, el PSC, quiere que Catalu?a tenga un presidente que sea capaz de concentrar una amplia coincidencia de esfuerzos para abordar mejor y de manera m¨¢s actual y realista, tal como corresponde a las necesidades de hoy, los problemas de trabajo, de ense?anza, de seguridad, de econom¨ªa, de falta de peso de las comarcas, de veguer¨ªas, de infraestructuras, etc¨¦tera, que tenemos como comunidad, y los objetivos de nuestra participaci¨®n en aquellos espacios de presencia e interdependencia donde Catalu?a despliega su existencia. A todos interesa que se levante el viento de la esperanza.
Isidre Molas es portavoz de Entesa Catalana y senador del PSC.
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