El centro de gravedad del enemigo
Nos tiene explicado don Carlos Clausewitz la necesidad b¨¢sica de conocer d¨®nde reside el centro de gravedad del enemigo, es decir, d¨®nde se le debe golpear para hacerle el da?o decisivo, inaceptable. Se trata de un concepto que tiene enorme importancia pol¨ªtica y estrat¨¦gica. Pero, como subraya An¨ªbal Romero en su libro sobre Estrategia Pol¨ªtica (Editorial Tecnos, Madrid), averiguar d¨®nde yace el centro de gravedad del enemigo nos impulsa a entender su guerra, es decir, a esforzarnos por ver la guerra desde la perspectiva del enemigo, por ver claramente qu¨¦ guerra est¨¢ luchando nuestro oponente y as¨ª determinar aquel ¨¢rea de intereses que le resulta fundamental, de manera que al dislocarlos nos aseguremos su derrota.
Se sabe que el centro de gravedad es calculable, que var¨ªa de acuerdo a las circunstancias, que puede ser militar, pol¨ªtico, econ¨®mico o psicol¨®gico, que se encuentra en el punto de equivalencia entre el poder pol¨ªtico y la fuerza estrat¨¦gica y que debe ser el objetivo ¨²nico del ataque porque es al mismo tiempo el ¨²ltimo resorte de la defensa del enemigo. El centro de gravedad de Alejandro Magno estaba en el Ej¨¦rcito, como tambi¨¦n el de Gustavo Adolfo, Carlos XII y Federico el Grande. Por eso, la carrera de cualquiera de ellos habr¨ªa terminado con la destrucci¨®n de su fuerza armada. Cuando los Estados est¨¢n sacudidos por divisiones internas, el centro de gravedad yace generalmente en la capital. En peque?os Estados, que dependen de otros m¨¢s poderosos, el centro de gravedad yace generalmente en los ej¨¦rcitos de esos aliados. En una confederaci¨®n, el centro de gravedad yace en el punto de intersecci¨®n de sus diversos intereses. En una insurrecci¨®n nacional, el centro de gravedad yace en la persona del l¨ªder principal y en la opini¨®n p¨²blica.
Las guerras revolucionarias, caracterizadas como las guerras del d¨¦bil contra el fuerte, ilustran la importancia que una correcta determinaci¨®n del centro de gravedad del enemigo tiene para el triunfo propio. Descartada por los revolucionarios la posibilidad de destruir a un enemigo incomparablemente mayor y mejor armado, el centro de gravedad de quienes les combaten reside en el pa¨ªs desde el que se les combate (Francia, en el caso de la guerra de Argelia; Estados Unidos, en el caso de la guerra de Vietnam), concretamente en la voluntad nacional de sostener la intervenci¨®n armada. Por eso, uno de los objetivos cruciales de los revolucionarios es dirigir sus acciones a quebrar esa voluntad, deben resistir hasta que se abra la crisis pol¨ªtica interna en el pa¨ªs que les combate.
Volvamos ahora a la guerra de Bush II, ahora iniciada como consecuencia del juramento de la victoria que, seg¨²n Rafael S¨¢nchez Ferlosio, ata m¨¢s que ning¨²n otro compromiso imaginable. Y observemos c¨®mo cunde el entusiasmo period¨ªstico y se multiplican los esfuerzos por atender la creciente demanda del p¨²blico, capaz de mejorar las cuentas de resultados enflaquecidas de modo preocupante en los ¨²ltimos ejercicios. Esa senda nos devuelve, en definitiva, al primitivismo de la manipulaci¨®n que, desde la guerra hispano-norteamericana de 1898, ha preparado y ambientado las operaciones b¨¦licas en la prensa. Estamos de nuevo en the propaganda war, a cuyo l¨²cido an¨¢lisis dedica su ¨²ltimo n¨²mero el semanario brit¨¢nico The Economist. En la prensa escrita todo son mapas sembrados de iconos que presentan Afganist¨¢n como una formidable fortaleza.
Asistimos al festival de la infograf¨ªa con aportes sobre el dise?o y las caracter¨ªsticas de los aviones, los B-1B Lancer, los B-2 Spirit, los B-52 Stratofortress y los misiles Tomahawk. La informaci¨®n de los diarios sobre la guerra de ahora mismo sigue en gran parte las pautas visuales de la televisi¨®n, que aguarda impaciente el momento de adelantarse ofreciendo im¨¢genes del avance de las fuerzas especiales. Pero de fijar d¨®nde est¨¢ el centro de gravedad del enemigo, nada. Entonces, ?a qu¨¦ se dedica el Pent¨¢gono y el Consejo Nacional de Seguridad?
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