El sue?o
El otro d¨ªa tuve un sue?o un tanto extra?o. Bueno, como suelen serlo casi todos. En una espl¨¦ndida y luminosa ma?ana de domingo, en el que se celebraba el D¨ªa de las Misiones, el Domund, caminaba yo de vuelta a casa, ven¨ªa de comprar el peri¨®dico cuando de repente, al doblar una esquina, me encontr¨¦, de sopet¨®n, con una ni?a que sosten¨ªa entre sus fr¨¢giles y delicadas manos una hucha de loza, de esas de las antiguas, que representaba algo as¨ª como la cabeza de un chinito.
Pues bien, cuando me dispon¨ªa a depositar unas monedas por la ranura de la hucha, ocurri¨® algo extraordinario. De repente, el rostro amarillo del chinito se transform¨®, por arte de magia, en el rostro de Antonio Camacho el d¨ªa de su boda.
Al instante despert¨¦.
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