Bin Laden viaja con Ginger y Fred
uando azuzan la ciclotimia y la melancol¨ªa, cuando ataca la man¨ªaca y acosa la hipocondr¨ªaca, siempre llamo al dibujante. Es ese instante Prozac, caracterizado por un profundo deseo de viajar hacia la nada, de huir o simplemente de desaparecer, me pongo en sus manos. La otra tarde acud¨ª a nuestra cita semanal confundido por el espejismo de evitar ser uno mismo. 'D¨¦jalo todo y vete a Toledo', me dijo, 'pasea, olvida y visita el Entierro del Conde Orgaz'. Y eso es lo que hice. Camin¨¦ sin rumbo por la ribera del Tajo, compr¨¦ cuchillos y mazapanes y acud¨ª a las pict¨®ricas exequias del conde, donde la quietud del cuadro del Greco evoca la voz lejana del poeta 'Envejecer, morir, es el ¨²nico argumento de la obra'. Luego regres¨¦ a este perro mundo completamente curado del espanto cotidiano.
Cuando la tele ejerce de poderoso hipn¨®tico, entre el hechizo de lo 'freak' y la fascinaci¨®n por el horror
'?Como te ha ido?', me ha preguntado este viernes. Cre¨ª que se estaba refiriendo a la terapia del 'siempre nos quedar¨¢ Toledo', pero en el momento que comenzaba a agradecerle su sabio consejo contra el hast¨ªo me ha cortado el rollo sin contemplaciones: 'No, me hables de navajas y mazapanes, hombre, me refiero al asunto de la tele'.
As¨ª que hemos hablado de ese poderoso hipn¨®tico que eleva la cultura de las clases bajas y rebaja la de las clases altas, seg¨²n Umberto Eco. Como no sab¨ªa por donde empezar he comenzado por el principio. Por el efecto Ginger y Fred narr¨¢ndole el inolvidable trayecto en furgoneta, desde el hotel al plat¨® de Cr¨®nicas, acompa?ado por un lanzador de cuchillos, el conde Lecquio, Bor¨ªs Izaguirre y Mariano Mariano. A¨²n queda por dilucidar qui¨¦n era realmente Marcello Mastroniani en aquella troupe, aunque me atrever¨ªa a descartar al conde, pese a su marcado car¨¢cter de gal¨¢n italiano.
?ltimamente el dibujante y yo nos comunicamos por met¨¢foras. Lo de Ginger y Fred le basta, porque para ¨¦l Loly ?lvarez estrellando su coche frente a la Cibeles, ante la at¨®nita mirada de Arlequ¨ªn, es el mejor remake de la 'Dolce Vita': 'Ese v¨ªdeo no tiene nada que envidiar al ba?o de Anita Ekberg en la Fontana di Trevi. Es puro Fellini'.
Eguillor se confiesa atrapado entre la fascinaci¨®n y el horror. As¨ª que le he prometido una fotograf¨ªa autografiada de Loly ?lvarez, 'aunque si de paso te haces con otra de Marujita D¨ªaz, no le hagas ascos', me dice. Cuenta que hoy mismo ha seguido, paralizado ante el televisor, una pieza sobre el natalicio del primer hijo de Pepe Barroso, el de Don Algod¨®n. 'Y no me preguntes por qu¨¦. Lo cierto es que no he podido evitarlo. Cuando descubr¨ª por primera vez a Tamara en la tele, por ejemplo, me sent¨ª tan convulsionado y tan abducido, como el d¨ªa en que vi caer las Torres Gemelas.'
En la actualidad y pese a los ataques de celos de miss Martiartu, Tamara es una de sus musas. Nos hemos prometido buscar un hueco para incorporar nuestras rutinas a la gira que ha iniciado por Espa?a la Giulietta Massina de Santurtzi bajo el t¨ªtulo gen¨¦rico de Tamara Superestar. Su primer bolo tuvo lugar el d¨ªa 7 de septiembre en la discoteca Boys de Zaragoza. 'Iremos a verle aunque nos sorprenda la actuaci¨®n en Motilla del Palancar', asevera entusiasmado el dibujante, que concede a esta chica ese don especial que la tele regala a quienes pasan de la pantalla al tu¨¦tano.
?lvaro Baeza es uno de ellos. En 1997 lleg¨® a la Feria del Libro de Burgos, con la intenci¨®n de colocar a peso el stock sobrante de su colecci¨®n de tomos amarillos, le invitaron a una tele local y... !zas! la arm¨® parda. El caso es que gust¨® tanto que el Canal 54 le encomend¨® una emisi¨®n semanal, La verdad desnuda. Desde entonces Burgos, un tranquilo enclave del PP, cont¨® con dos catedrales, la de siempre y una nueva de cristal cat¨®dico en la que Baeza ejerc¨ªa de Papamoscas telepredicador. Las elecciones municipales se encargaron de corroborar la teor¨ªa del poderoso magnetismo, de la unci¨®n mag¨¦tica que el medio concede a algunos de sus oficiantes m¨¢s exc¨¦ntricos. ?lvaro Baeza se present¨® al envite, sac¨® tres concejales, form¨® grupo municipal , dinamit¨® el Ayuntamiento y puso patas arriba la ciudad. Ahora act¨²a de portavoz de su partido, bisagra en los plenos.
'Es el hechizo de lo freak', dice el dibujante, 'la fascinaci¨®n que produce el horror, insisto, la dosis de espanto cotidiana que sustituye a lo anodino y penetra en nuestros cerebros como esos aviones que atravesaron las Torres Gemelas. En ausencia de mayores convulsiones, el hechizo televisivo de lo freak cumple el papel de Osama Bin Laden. Deber¨ªas de recuperar al padre Apeles, aunque para empezar no estuvo mal ese otro cura, ?c¨®mo se llama?'.
-Benito Santa Santorum.
-Ese. No hay guionista capaz de inventarse un personaje ni con ese nombre ni con ese car¨¢cter. Era impresionante.
Ciertamente Benito Santa Santorum, residente en la calle Jerusalem de Santiago de Compostela, cumple los indispensables requisitos del dibujante. Es mitad monje y mitad soldado. Coronel del Ej¨¦rcito y cura desde que se qued¨® viudo. Anciano, aunque sobradamente preparado para la guerra santa, Benito estuvo en Africa poniendo firmes a los moros y ahora emplea su tiempo en afear conductas de infieles y agn¨®sticos.
'Hazme caso', insiste el dibujante, 'lo digo por tu bien. Como cuando me pediste consejo terape¨²tico y te envi¨¦ a Toledo. La tele necesita a estos personajes. Son el suced¨¢neo dom¨¦stico e inofensivo de Bin Laden. Si de m¨ª dependiera, ya estar¨ªa anunciando el retorno de Apeles. Ser¨ªa como Torrente II, un bombazo de taquilla'.
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