El trabajo remunerado de las mujeres, ?opci¨®n o derecho?
Las mujeres han trabajado siempre, en todos los lugares y a todas horas. El cuidado de los hijos, de los enfermos, de la unidad dom¨¦stica, han ocupado durante siglos toda su energ¨ªa y todo su tiempo. Estos trabajos no han sido valorados y s¨®lo han sido visibles cuando no se han realizado, pero se han considerado en la sociedad patriarcal como la obligaci¨®n de las mujeres, como una extensi¨®n directa de 'parir¨¢s con dolor' sin ninguna opci¨®n, ninguna ayuda y ning¨²n derecho que pudiera hacerlos reconocidos y valorados socialmente. Estas mujeres s¨®lo tienen opci¨®n a una pensi¨®n no contributiva cuando en realidad han contribuido toda su vida al mantenimiento y desarrollo de la sociedad.
Todav¨ªa las mujeres reciben de media el 75% del salario que perciben los hombres por realizar el mismo trabajo
En la tradici¨®n judeocristiana s¨®lo el hombre 'ganar¨¢ el pan con el sudor de su frente', por lo que el trabajo remunerado de las mujeres se acept¨® solamente cuando era necesario para ayudar al mantenimiento econ¨®mico de los hijos o a la propia subsistencia; s¨®lo se acept¨® como ayuda a la familia y siempre se consider¨® como subsidiario a sus obligaciones familiares aut¨¦nticas, obligaciones que por otra parte no exist¨ªan para el sexo masculino.
Despu¨¦s de la I Guerra Mundial, en la que la mano de obra femenina se necesit¨® ampliamente en todas las econom¨ªas de guerra, ya no fue posible dar marcha atr¨¢s en la incorporaci¨®n de las mujeres a diversos puestos de trabajo, pero s¨®lo como opci¨®n, como un aspecto m¨¢s de su realizaci¨®n personal o como medio de subsistencia. El trabajo de las mujeres como necesidad o como opci¨®n estaba menos remunerado que el de los hombres, no ten¨ªa protecci¨®n, ni derechos, ni visibilidad. Ha sido la larga marcha de las luchas obreras y sindicales en las que hombres y mujeres han obligado a legislar sobre los derechos de las mujeres a igual salario por el mismo trabajo, a iguales condiciones de trabajo, a igual valoraci¨®n de los riesgos para la salud.
Pero las leyes no se cumplen en la pr¨¢ctica, y todav¨ªa las mujeres reciben de media el 75% del salario que perciben los hombres por el mismo trabajo, no tienen posibilidad de promoci¨®n laboral, las ejecutivas aumentan su categor¨ªa profesional y su responsabilidad sin que aumente su sueldo en proporci¨®n, el acoso sexual, verbal y moral forman parte de la vida cotidiana, y la discriminaci¨®n laboral m¨¢s frecuente (al menos en Catalu?a, si analizamos las denuncias presentadas en la Inspecci¨®n de Trabajo) es el despido de mujeres embarazadas o la no contrataci¨®n de las que est¨¢n casadas y en edad reproductiva.
La hipocres¨ªa social, que proclama la igualdad ante la ley, deja solas a las mujeres, como si su derecho al trabajo como seres humanos fuera contradictorio con su deseo y su deber de procreaci¨®n.
Los gobiernos, sean auton¨®micos o locales, y sus instituciones deben velar por garantizar los derechos de los hombres y las mujeres que les han votado, y deber¨ªan desplegar los medios necesarios para que el derecho al trabajo sea igual para mujeres y hombres.
Lamentablemente, en Catalu?a, cada semana, la Inspecci¨®n de Trabajo recibe una denuncia por discriminaci¨®n laboral por raz¨®n de sexo (y esto es s¨®lo la punta del iceberg), ya que la mayor¨ªa de las mujeres no denuncian. Pero en lugar de realizar pol¨ªticas transversales para sensibilizar y visibilizar los problemas de las mujeres, nuestro inefable Instituto Catal¨¢n de la Mujer mira hacia otro lado y encarga estudios ya realizados o juega por las calles,en lugar de gobernar, o sea, en lugar de garantizar los derechos de las ciudadanas a las que deber¨ªa defender.
La larga marcha de las mujeres para que sus derechos se consideren derechos humanos -la reivindicaci¨®n para ser consideradas personas ante la ley- hace necesario que los gobiernos, nacionales y aut¨®nomos, desarrollen mecanismos de acci¨®n y vigilancia, en conjunci¨®n con los agentes sociales (grupos de mujeres, sindicatos, empresarios...), para hacer cumplir las leyes con propuestas positivas, como las adoptadas por la ejecutiva del PSC, que eliminen las discriminaciones por razones de sexo, y puedan velar por el cumplimiento real de los planes de igualdad de oportunidades que tambi¨¦n valoren el trabajo reproductivo y dom¨¦stico. S¨®lo as¨ª se conseguir¨¢ que se valoren los trabajos de las mujeres y pasen de la invisibilidad al pleno derecho.
Carme Valls-Llobet es diputada del PSC-CPC al Parlament de Catalunya.
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