Uzbekist¨¢n tiene 7.500 presos isl¨¢micos
Pese a la represi¨®n que ejerce el r¨¦gimen de Islam Kar¨ªmov, el islam se ha hecho fuerte en esta rep¨²blica ex sovi¨¦tica
En una choi-hona (casa de t¨¦) de la ciudad uzbeka de Kokand, en el valle de Fergan¨¢, un ingeniero local que todav¨ªa habla bien el ruso relata c¨®mo ¨¦l y su familia han ido recuperando sus 'ra¨ªces isl¨¢micas' en una evoluci¨®n que comenz¨® en la segunda mitad de los ochenta, cuando el dirigente sovi¨¦tico Mija¨ªl Gorbachov dio luz verde a la libertad religiosa.
Mi interlocutor, que no quiere ser citado por su nombre, lleva una tibeteika (un gorro cuadrado con superficie ligeramente piramidal) y sorbe t¨¦ verde. Ley¨® el Cor¨¢n en uzbeko cuando el libro sagrado fue traducido a ese idioma. Su esposa, que se hab¨ªa vestido siempre a la occidental, pas¨® a cubrirse la cabeza con un pa?uelo, y sus dos hijas hicieron lo propio. El ingeniero se considera un musulm¨¢n tolerante y est¨¢ satisfecho de haber profundizado en elementos de su cultura de los que fue privado por el sistema sovi¨¦tico.
De los cerca de 7.700 prisioneros pol¨ªticos, unos 7.500 tienen un car¨¢cter religioso
La permisividad religiosa que caracteriz¨® la ¨¦poca final de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y los primeros tiempos tras la independencia, en 1991, se restringi¨® ya a partir de 1992, cuando Islam Kar¨ªmov, un antiguo jefe del partido comunista de Uzbekist¨¢n, consolid¨® su poder como l¨ªder del nuevo Estado. Desde entonces, y a lo largo de varias etapas, el r¨¦gimen ha actuado de forma implacable contra toda corriente pol¨ªtica o religiosa no controlada. Y lo ha hecho en nombre de la seguridad del Estado. El resultado ha sido la prohibici¨®n de los partidos de oposici¨®n y de todo movimiento religioso que no encaje en el islamismo apol¨ªtico y ritual promovido por el Estado.
Las mujeres cubiertas con pa?uelos y mantones son frecuentes en Uzbekist¨¢n, pero no son bien vistas en la universidad. El ingeniero de Kokand cuenta que ha tenido que interceder para evitar que sus hijas fueran expulsadas de su centro acad¨¦mico por negarse a vestirse a la occidental.
Cerca de la terraza donde conversamos est¨¢ la mezquita central de Kokand, hoy clausurada y convertida en comercio y museo. Su imam, Mohamad Razh¨¢n, fue condenado a 12 a?os de c¨¢rcel a mediados de los noventa.
Majbuba Kas¨ªmova, una activista de la Organizaci¨®n Independiente de Derechos Humanos de Uzbekist¨¢n (OIDHU), afirma que las autoridades utilizan a menudo los cargos chapuceramente inventados para prolongar las condenas de los activistas isl¨¢micos como se hac¨ªa con los disidentes sovi¨¦ticos. Anvar Iun¨²sov, uno de los l¨ªderes democr¨¢ticos de Fergan¨¢ a principios de los noventa, fue condenado a cuatro a?os por gamberrismo en 1994 y, ya en la c¨¢rcel, a 20 a?os m¨¢s por formar un 'grupo terrorista', dice su esposa Jursanai, madre de cinco hijos. Jursanai y el hijo de Mohamad Razh¨¢n se quejan de que a sus parientes se les proh¨ªbe rezar en la c¨¢rcel.
El Movimiento Isl¨¢mico de Uzbekist¨¢n (MIU), Hizb ut Tahrir y los wahab¨ªes son las principales organizaciones contra las que luchan las autoridades uzbekas. El MIU, que es originario de la regi¨®n de Fergan¨¢, tiene a sus l¨ªderes en el exilio o en la c¨¢rcel, tras ser responsabilizado por los atentados terroristas perpetrados en Tashkent en febrero de 1999. Por aquellos atentados, que causaron una quincena de v¨ªctimas mortales, han sido condenadas un centenar y medio de personas (varias, ejecutadas ya).
Por su parte, Hizb ut Tahrir, una organizaci¨®n radical fundada en Jordania en los a?os cincuenta, ha creado una estructura clandestina piramidal que cuenta con varios miles de personas. Los wahab¨ªes, a su vez, se dedicaron a construir mezquitas hasta que una nueva ley, aprobada en 1998, fij¨® criterios estrictos para el registro de organizaciones religiosas, y el n¨²mero de centros religiosos, que hab¨ªa llegado a ser de 5.000, se redujo a 1.500 en todo el pa¨ªs, seg¨²n estimaciones de la OIDHU. La ley proh¨ªbe el proselitismo religioso, la educaci¨®n religiosa privada y somete la libertad de culto a las exigencias de la 'seguridad nacional'.
De los 7.700 prisioneros pol¨ªticos de Uzbekist¨¢n, seg¨²n las estimaciones de la OIDHU, cerca de 7.500 son religiosos, y la mayor¨ªa de ellos han sido condenados por vinculaciones a Hizb ut Tahir.
De los 25 millones de habitantes de Uzbekist¨¢n, la mayor¨ªa son musulmanes, y musulm¨¢n era tambi¨¦n el Estado que se propon¨ªa modelar Kar¨ªmov tras la independencia en 1991. Por aquel entonces, en la ciudad de Namang¨¢n, considerada la cuna del islamismo uzbeko, exist¨ªa una polic¨ªa isl¨¢mica de miles de personas. Sin embargo, el poder pol¨ªtico percibi¨® muy pronto el protagonismo de los islamistas en la vida p¨²blica y la independencia de las mezquitas como un desaf¨ªo. Llegaron as¨ª los procesos con pruebas falsas y tambi¨¦n las muertes de presos por palizas y torturas, que a?o tras a?o son denunciadas por los informes de la Organizaci¨®n Mundial contra la Tortura, Human Rights Watch y el Gobierno de EE UU.
Las autoridades se mantienen al corriente de la situaci¨®n gracias a una red de informadores en las mezquitas y en las mahalas o agrupaciones de vecinos, que son instados a denunciar cualquier comportamiento que se aparte de la norma. En Fergan¨¢, la polic¨ªa investiga las relaciones de Noman Tashkand¨ª, un personaje que, seg¨²n una fuente local, financiaba mezquitas con fondos de Arabia Saud¨ª. 'Ahora dicen que tra¨ªa dinero de Bin Laden', se?ala la fuente.
Los 'emisarios' de Arabia Saud¨ª con maletas de d¨®lares son hoy una imagen del pasado, pero el islam est¨¢ vivo en Uzbekist¨¢n. En Tashkent, que fue una ciudad multicultural en ¨¦poca sovi¨¦tica, las mujeres con la cabeza cubierta son numerosas. En el valle de Fergan¨¢ nos hablan de j¨®venes que han huido a Afganist¨¢n para luchar junto a sus paisanos islamistas Zhuma Namangan¨ª o Thohir Yudashev, y de mujeres que reclutan a j¨®venes para la guerra santa. Es muy dif¨ªcil saber qu¨¦ grado de verdad hay en todos estos relatos, pero los enjambres de desempleados tras el desmantelamiento de las f¨¢bricas, y los salarios y pensiones de miseria, inferiores a 50 y 20 d¨®lares mensuales, respectivamente, son un fermento social que busca una v¨ªa de expresi¨®n pol¨ªtica o religiosa en Uzbekist¨¢n.
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