Videoc¨¢maras
Vuelve la bronca sobre las c¨¢maras de vigilancia. Esta vez el escenario es Alcal¨¢ de Henares, municipio en el que su alcalde pretende instalar 12 aparatos en la v¨ªa p¨²blica en los accesos peatonales con el objeto de evitar actos de gamberrismo. As¨ª lo ha anunciado el edil socialista Manuel Peinado provocando la reacci¨®n adversa del portavoz del Partido Popular, Jes¨²s Dom¨ªnguez. El se?or Dom¨ªnguez pone el grito en el cielo por entender que con esas c¨¢maras pueden grabar tambi¨¦n a las parejas de enamorados y que ello constituir¨ªa un atentado contra la intimidad.
Esta preocupaci¨®n mostrada por el portavoz Popular en el Ayuntamiento complutense no es nueva. Hace ahora siete a?os que al alcalde Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano se le ocurri¨®, tras un viaje a la City de Londres, sugerir la instalaci¨®n de objetivos de v¨ªdeo para vigilar policialmente las calles donde se registre mayor n¨²mero de delitos. Fue s¨®lo un t¨ªmido comentario, pero sus palabras desataron una encendida pol¨¦mica en la que le llegaron a llamar nazi. En aquel entonces estuvo especialmente duro el portavoz del PSOE Juan Barranco, que curiosamente expres¨® una preocupaci¨®n por la intimidad de los amantes muy similar a la que ahora le atribula al portavoz popular de Alcal¨¢ de Henares. Con la sorna que le caracteriza, Juan Barranco mostraba su temor a que los vigilantes de turno se entretuvieran fisgoneando l¨ªos amorosos y grabando los toqueteos como si fuera una pel¨ªcula porno. Tambi¨¦n Izquierda Unida, grupo con el que actualmente gobierna el PSOE en Alcal¨¢, critic¨® en su momento con dureza la iniciativa de ?lvarez del Manzano por entender que las c¨¢maras en la calle vulneraban la intimidad de los ciudadanos. Aquello trat¨® de zanjarlo el entonces ministro del Interior Juan Alberto Belloch, cuyos asesores t¨¦cnicos consideraron tan descabellada la propuesta que ni siquiera la remitieron a los juristas. Sin embargo, el 4 de agosto de 1997, el Parlamento aprobaba una Ley de Videovigilancia con la pretensi¨®n de garantizar los derechos constitucionales de los ciudadanos. Bas¨¢ndose en esa ley, la Delegaci¨®n del Gobierno y la Comisi¨®n de Videovigilancia denegar¨ªa al Ayuntamiento popular de Majadahonda la instalaci¨®n de 12 c¨¢maras en la Gran V¨ªa de ese municipio. Gobiernos municipales de diferente signo, como los de Alcobendas y Alcorc¨®n, propugnaron despu¨¦s en distintos momentos la utilizaci¨®n de este tipo de dispositivos encontrando igualmente rechazo en los respectivos grupos de oposici¨®n. Llegamos as¨ª a la triste conclusi¨®n de que, independientemente del grupo pol¨ªtico, el ejercicio del gobierno inclina a favor de los dispositivos de videovigilancia en la v¨ªa p¨²blica y el de la oposici¨®n hacia su rechazo. As¨ª, mientras en Alcal¨¢ de Henares el portavoz del PP sataniza las c¨¢maras y se preocupa por las parejas de novios, su compa?ero de partido y concejal de Movilidad Urbana en el Ayuntamiento de Madrid, Sigfrido Herr¨¢ez, sostiene que esos objetivos son un buen m¨¦todo para vigilar las esculturas del Museo al Aire Libre de la Castellana.
Todo ello demuestra que siete a?os despu¨¦s de la visita a Londres del alcalde de Madrid los partidos contin¨²an sin un criterio claro, ni una postura definida, sobre el asunto y que sus l¨ªderes argumentan a favor o en contra seg¨²n les conviene. La realidad es que el sistema de vigilancia apenas difiere del que el Ayuntamiento de Madrid emplea desde hace a?os en el centro de control del tr¨¢fico. Su red de c¨¢maras est¨¢ dise?ada para la observancia de la circulaci¨®n en puntos estrat¨¦gicos, pero sus capacidades de maniobra y enfoque permitir¨ªan curiosear hasta en los dormitorios de algunas viviendas. Resulta evidente que no es la finalidad para la que fue dise?ada y suponemos que quienes tienen acceso a las im¨¢genes son profesionales serios y no mirones indeseables. Lo mismo podemos decir de los aparatos instalados para la vigilancia exterior de edificios p¨²blicos y privados como el que capt¨® el pasado d¨ªa 12 la secuencia de los perros polic¨ªas pasando del coche con 30 kilos de explosivos que luego estall¨® en el Centro Cultural de la Villa. Si vigilamos con c¨¢maras el contorno de un inmueble puede hacerse lo mismo con unas esculturas valiosas o con un espacio urbano de especial inter¨¦s. Algo de sentido com¨²n y un poco menos de demagogia mejorar¨ªan la convivencia.
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