Terrorismo y democracia

La onda expansiva del 11 de septiembre llega a todas las democracias. Potencian su arsenal de seguridad. El ataque con ¨¢ntrax en EE UU les justifica, ampliamente, en esa posici¨®n: ya que ante todo estamos ante la presencia de un adversario que no duda en recurrir a armas de destrucci¨®n masiva. Frente a un agresor -grupo terrorista aislado o apoyado por un Estado- dif¨ªcilmente identificable, se impone un sentimiento creciente y fundado de vulnerabilidad. Seg¨²n todos los sondeos, un 80% de las opiniones p¨²blicas aprueban las medidas, previstas o ya votadas, de reforzamiento de los poderes de la polic¨ªa y la justicia para luchar contra el terrorismo. (...)

Aqu¨ª y all¨ª se autoriza prolongar las detenciones, ejercer mayores controles sobre el correo electr¨®nico, disponer de medios de investigaci¨®n suplementarios sobre las transacciones financieras, imponer filtros m¨¢s duros sobre la inmigraci¨®n. (...) Los argumentos suenan justos. Basta con evocar la naturaleza del enemigo. Es en esos momentos cuando el derecho puede ser v¨ªctima de las circunstancias, cuando tenemos que ponernos sobre aviso contra todos los derrapajes posibles.

Las democracias tienen que defenderse, sin angelismo, pero no deben renegar de s¨ª. Tienen que dosificar cuidadosamente la respuesta a su seguridad para seguir siendo democracias. Ya que, dentro de la visi¨®n totalitaria que les anima, lo que odian los terroristas es justamente nuestra libertad. Y para derrotar al terrorismo, tenemos que saber preservarla, escrupulosamente.

Par¨ªs, 19 de octubre