'S¨¦ que vivo gracias a un donante'
Una mujer de Leioa, que recibi¨® un h¨ªgado en 1999, relata su historia
Ana Garc¨ªa ten¨ªa 30 a?os cuando le diagnosticaron un tumor en el h¨ªgado en el Hospital de Cruces. A ella no le dijeron nada, pero a su marido le aseguraron que le quedaban tres o cuatro meses de vida. Gracias a un trasplante, Ana ha cumplido 33 a?os y acaba de dar a luz a una peque?a que pes¨® 2,800 kilos nacer. Sigue viviendo en Leioa, su pueblo, trabaja en el Ayuntamiento, y los vecinos que conocen su historia se congratulan a¨²n m¨¢s de su maternidad. 'Te lo mereces despu¨¦s de todo lo que has pasado', le dicen.
'Me realizaron el trasplante el 26 de febrero de 1999. Es una fecha que no se te olvida nunca, como la del nacimiento de mi hija', afirma Ana Garc¨ªa, que tiene una facilidad pasmosa para sonreir suavemente. Su beb¨¦ naci¨® el fat¨ªdico 11 de septiembre pasado. 'D¨ª a luz de madrugada y pens¨¦ que era una fecha tonta, de la que me costar¨ªa acordarme. Luego sucedi¨® lo de las Torres Gemelas'.
Decidirse a tener una hija, a pesar de que le advirtieron de que hab¨ªa riesgos ('que la ni?a tuviera malformaciones, como problemas en el ri?¨®n, que fuera prematura, que yo sufriera hipertensi¨®n, una eclampsia...') ha sido la culminaci¨®n de una lucha por la vida. Su h¨ªgado comenz¨® d¨¢ndole 'dolores de est¨®mago', rememora Ana Garc¨ªa. Cuando le diagnosticaron el tumor de h¨ªgado, los m¨¦dicos pensaron que era una met¨¢stasis y le estuvieron haciendo pruebas para encontrar el origen. 'Fue m¨¢s duro el proceso de buscar lo que ten¨ªa que cuando ya te dicen qu¨¦ es y c¨®mo solucionarlo', asegura. Ana es consciente de que tuvo suerte, que para ella hubo una soluci¨®n. El 1 de febrero de 1999 entr¨® en lista de espera y el 26 hab¨ªa un h¨ªgado para ella.
Tiene que tomar medicaci¨®n de por vida, los famosos inmunosupresores. 'Son dos pastillas por la ma?ana y dos por la tarde, con 12 horas exactas entre unas y otras. Hay que ser muy estricto en eso', avisa. Tambi¨¦n tiene una cicatriz que le atraviesa la tripa de lado a lado y esa zona del cuerpo 'como dormida'. 'Todo eso es una minucia', dice. Debido a la medicaci¨®n, Ana no puede darle el pecho a su hija: 'Otro mal menor'.
Le hacen gracia esas pel¨ªculas en las que el trasplantado siente las sensaciones y recuerdos del donante. 'Es una tonter¨ªa grand¨ªsima. Yo nunca pienso que tengo un ¨®rgano que no es m¨ªo. Pero s¨ª tengo presente que vivo gracias a un donante, a la generosidad de una familia'. Ahora, toda su familia es donante.
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