Mujeres en primera l¨ªnea
Sube la presencia femenina en el Ej¨¦rcito de EE UU respecto a la guerra del Golfo
La teniente Caddy atiende las instrucciones de un par de colegas sobre la cubierta del portaaviones Carl Vinson, en un momento de relativa tranquilidad entre el continuo despegue de cazas con planes de ataque contra objetivos en Afganist¨¢n. Caddy pilota un F-18, lo mismo que la teniente Ashley, quien recuerda con satisfacci¨®n su primera misi¨®n contra dos bater¨ªas antia¨¦reas en un lugar que no determina del norte del pa¨ªs. Volvi¨® al Vinson sonri¨¦ndose a s¨ª misma, tras el subid¨®n de adrenalina. En las tripas del barco, una mec¨¢nica hace una declaraci¨®n de principios: 'Podemos hacer lo mismo que los hombres'. Tina George, que iba a defender el pr¨®ximo mes a EE UU en el campeonato mundial de lucha femenina, acaba de renunciar para enrolarse en el Ej¨¦rcito.
El ataque al r¨¦gimen de los talibanes tiene un valor especial para las mujeres desplazadas al frente
Las mujeres se han convertido en un elemento imprescindible en las Fuerzas Armadas norteamericanas y son muy visibles en la campa?a contra los talibanes, lo mismo como pilotos, bomberos, mec¨¢nicas o timoneles en barcos de suministro. El ataque al r¨¦gimen afgano tiene para ellas un valor adicional, por c¨®mo los extremistas de Kabul tratan a sus mujeres. 'Me hace llorar', dice en la revista Newsweek la reservista del Ej¨¦rcito del Aire Elaine Gualtieri.
En el campamento de Ft. Leonard Wood, en Misuri, decenas de reclutas se someten a los intensos ejercicios de rigor para convertirse un d¨ªa en combatientes. 'Ahora nos lo tomamos mucho m¨¢s en serio porque sabemos que existe la posibilidad de ir a la guerra', dice Melissa, de 18 a?os.
La guerra del Golfo marc¨® un hito en la carrera militar de las norteamericanas. Entonces ten¨ªan vetadas las posiciones m¨¢s peligrosas, como pilotar aviones de combate o tripular barcos que pod¨ªan ver fuego, pero su comportamiento en aquella corta campa?a, en la que 11 mujeres perdieron la vida, fue tan efectivo que el Congreso levant¨® las restricciones. El enrolamiento subi¨® de forma autom¨¢tica. Ahora mismo, hay alrededor de 200.000 mujeres de uniforme en Estados Unidos, el 16% del personal. Hace una d¨¦cada eran s¨®lo el 12%. Entre los 5.000 tripulantes del Carl Vinson, m¨¢s de 500 son mujeres. Una iron¨ªa. Vinson sirvi¨® durante d¨¦cadas en el Congreso y lleg¨® a ser la encarnaci¨®n del esp¨ªritu castrense, en posiciones de gran responsabilidad, como la presidencia del Comit¨¦ de las Fuerzas Armadas en la C¨¢mara de Representantes, desde la que se opuso ferozmente al enrolamiento femenino.
El 13% del personal de la Marina norteamericana, el 15% del Ej¨¦rcito de Tierra y el 19% de la Fuerza A¨¦rea son mujeres que, a pesar de su creciente presencia, siguen teniendo zonas vetadas. La fuerza f¨ªsica requerida en algunos cuerpos se torna barrera insuperable: en los agresivos y f¨ªsicos marines s¨®lo hay un 6% de mujeres. Pero al menos lo pueden intentar. Los cuerpos de operaciones especiales como los Rangers o los Seals no permiten la presencia de mujeres, cuya presencia tampoco autoriza el Ej¨¦rcito en unidades de infanter¨ªa, artiller¨ªa o caballer¨ªa, con incuestionable vocaci¨®n de combate. En la Fuerza A¨¦rea, en cambio, donde mayor es el uso de la tecnolog¨ªa y no son tan trascendentales los requerimientos f¨ªsicos, la pr¨¢ctica totalidad de las posiciones est¨¢ a disposici¨®n de las mujeres, aunque todav¨ªa s¨®lo haya diez pilotos de caza en todo el arma.
La Marina las tiene vetadas en los submarinos, donde la angostura del espacio y el inevitable dormir en cama caliente desbocar¨ªan la tentaci¨®n. No es un problema menor y no s¨®lo en submarinos. En la guerra del Golfo, el destructor Acadia se gan¨® el mote de barco del amor despu¨¦s de que 36 marineras volvieran a tierra embarazadas. Elaine Donnelly, directora de un grupo conservador que fiscaliza la preparaci¨®n militar de EE UU, subraya que ha habido ocasiones en que m¨¢s del 10% de la tripulaci¨®n femenina de un barco ha sido rebajada del servicio por embarazo. Para Donnelly es un problema grave en un Ej¨¦rcito profesional y muy t¨¦cnico, con una dotaci¨®n humana extremadamente ajustada a las necesidades. En el Pent¨¢gono reconocen el problema, pero quitan hierro al asunto.
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