El peque?o editor y el Nobel
Publicar a determinados autores indiscutibles no siempre es una historia con final feliz, como ha ocurrido con el ¨²ltimo Nobel de Literatura. A veces se queda en una aventura que el p¨²blico pulveriza.
En la d¨¦cada de los a?os setenta y ochenta, un peque?o grupo de escritores de lengua inglesa que no hab¨ªan llegado a la fama de Graham Greene, Malcolm Lowry o Lawrence Durrell llam¨® la atenci¨®n de algunos editores espa?oles. Autores tan diversos como Anthony Burgess, Kingsley Amis, Alan Sillitoe, Iris Murdoch, Alan Paton, Ruth Prawer Jhabvala, William Golding, Nadine Gordimer, V. S. Naipaul... fueron publicados por Seix Barral, Destino, Alianza, y otras editoriales, y muchos de ellos por Editorial Debate. Todos los citados en el segundo grupo, menos Nadine Gordimer y William Golding, fueron publicados por Debate. Miguel Street, de Naipaul, en 1981.
Aqu¨ª tengo que evocar la figura de mi amigo y compa?ero Francisco Pab¨®n, fallecido despu¨¦s en 1988, con quien manten¨ªa entonces acaloradas discusiones sobre qu¨¦ autores publicar o no. No es adecuado hablar de que descubri¨¦ramos a Naipaul, pues ya hab¨ªa sido publicado, sino de decisiones editoriales basadas en la sensibilidad del editor, en su necesidad de editar libros significativos. Luego, la respuesta del p¨²blico manten¨ªa o pulverizaba esas ilusiones. No recuerdo el ¨¦xito de ventas de ninguno de esos autores, excepto el de algunos libros de Anthony Burgess o William Golding. Fuimos publicando con cuentagotas nuevas obras de todos ellos, dada su escasa difusi¨®n, pero conserv¨¢bamos en el cat¨¢logo las obras publicadas.
Hubo, sin embargo, un autor por el que mantuve un inter¨¦s continuado, una convicci¨®n firme: Vidia Naipaul. Recuerdo el gran disgusto que supuso no poder contratar ninguna otra obra suya debido al bloqueo al que somet¨ªa a sus traducciones al castellano su entonces agente literaria. Nuestra suerte cambi¨® cuando apareci¨® en escena su nueva agente, Saly Riley, hada madrina que despu¨¦s de mucha insistencia hizo posible la contrataci¨®n de seis obras. ?Seis obras nada menos! Todo supeditado a un encuentro personal con Naipaul y a su supervisi¨®n de las traducciones.
El encuentro tuvo lugar en su apartamento de Londres, en octubre de 1994. Me hab¨ªan hablado de su dif¨ªcil car¨¢cter, y de lo exigente que era sobre el conocimiento de su obra, e iba un poco temblando, claro. Me pareci¨® un hombre tranquilo, algo melanc¨®lico. Me habl¨® de su obra y me recomend¨® la lectura de un ensayo de Proust, pero sobre todo me cont¨® la historia de una hermosa l¨¢mpara modernista que luc¨ªa en un aparador, hizo una foto de la l¨¢mpara y me emplaz¨® a que le investigara sobre su procedencia en Catalu?a.
Despu¨¦s vino la agon¨ªa de las traducciones. Francisco P¨¢ez de la Cadena hab¨ªa ya traducido Miguel Street, y abord¨® la versi¨®n castellana de su nueva obra, Un camino en el mundo (1995). Un trabajo duro y dif¨ªcil para una excelente traducci¨®n, que mereci¨® la aprobaci¨®n del autor despu¨¦s de largas discusiones, y que present¨® en Madrid en mayo de 1995. Nunca supe c¨®mo controlaba Naipaul las versiones al castellano, pues no lo hablaba, aunque no pude dejar de presentir que de alguna forma lo entend¨ªa. Luego lleg¨® Flora Casas, y la misma agon¨ªa. Flora trabaj¨® con ¨¦l en Londres, y con el tiempo llegaron a esa compenetraci¨®n que tienen hoy y que garantiza el futuro de sus traducciones. El enigma de la llegada (1996), India, una civilizaci¨®n herida (1997), Una casa para el se?or Biswas (1999), y La p¨¦rdida de El Dorado (2001) han sido todas traducidas por Flora Casas. Est¨¢n todas disponibles y pueden ustedes juzgarlas por s¨ª mismos, m¨¢s all¨¢ del car¨¢cter y la ideolog¨ªa atribuidos al autor.
?sta es una historia editorial con un final feliz, que empez¨® con un editor peque?o y acab¨® en un gran grupo editorial. Pero no siempre ocurre as¨ª: decenas de editores responsables e ilusionados apuestas por autores y los mantienen en sus cat¨¢logos hasta el l¨ªmite de sus fuerzas. Lo hacen por una convicci¨®n, que es la esencia de su trabajo. La mayor¨ªa siquiera espera a verse un d¨ªa bendecidos por el Premio Nobel.En la d¨¦cada de los a?os setenta y ochenta, un peque?o grupo de escritores de lengua inglesa que no hab¨ªan llegado a la fama de Graham Greene, Malcolm Lowry o Lawrence Durrell llam¨® la atenci¨®n de algunos editores espa?oles. Autores tan diversos como Anthony Burgess, Kingsley Amis, Alan Sillitoe, Iris Murdoch, Alan Paton, Ruth Prawer Jhabvala, William Golding, Nadine Gordimer, V. S. Naipaul... fueron publicados por Seix Barral, Destino, Alianza, y otras editoriales, y muchos de ellos por Editorial Debate. Todos los citados en el segundo grupo, menos Nadine Gordimer y William Golding, fueron publicados por Debate. Miguel Street, de Naipaul, en 1981.
Aqu¨ª tengo que evocar la figura de mi amigo y compa?ero Francisco Pab¨®n, fallecido despu¨¦s en 1988, con quien manten¨ªa entonces acaloradas discusiones sobre qu¨¦ autores publicar o no. No es adecuado hablar de que descubri¨¦ramos a Naipaul, pues ya hab¨ªa sido publicado, sino de decisiones editoriales basadas en la sensibilidad del editor, en su necesidad de editar libros significativos. Luego, la respuesta del p¨²blico manten¨ªa o pulverizaba esas ilusiones. No recuerdo el ¨¦xito de ventas de ninguno de esos autores, excepto el de algunos libros de Anthony Burgess o William Golding. Fuimos publicando con cuentagotas nuevas obras de todos ellos, dada su escasa difusi¨®n, pero conserv¨¢bamos en el cat¨¢logo las obras publicadas.
Hubo, sin embargo, un autor por el que mantuve un inter¨¦s continuado, una convicci¨®n firme: Vidia Naipaul. Recuerdo el gran disgusto que supuso no poder contratar ninguna otra obra suya debido al bloqueo al que somet¨ªa a sus traducciones al castellano su entonces agente literaria. Nuestra suerte cambi¨® cuando apareci¨® en escena su nueva agente, Saly Riley, hada madrina que despu¨¦s de mucha insistencia hizo posible la contrataci¨®n de seis obras. ?Seis obras nada menos! Todo supeditado a un encuentro personal con Naipaul y a su supervisi¨®n de las traducciones.
El encuentro tuvo lugar en su apartamento de Londres, en octubre de 1994. Me hab¨ªan hablado de su dif¨ªcil car¨¢cter, y de lo exigente que era sobre el conocimiento de su obra, e iba un poco temblando, claro. Me pareci¨® un hombre tranquilo, algo melanc¨®lico. Me habl¨® de su obra y me recomend¨® la lectura de un ensayo de Proust, pero sobre todo me cont¨® la historia de una hermosa l¨¢mpara modernista que luc¨ªa en un aparador, hizo una foto de la l¨¢mpara y me emplaz¨® a que le investigara sobre su procedencia en Catalu?a.
Despu¨¦s vino la agon¨ªa de las traducciones. Francisco P¨¢ez de la Cadena hab¨ªa ya traducido Miguel Street, y abord¨® la versi¨®n castellana de su nueva obra, Un camino en el mundo (1995). Un trabajo duro y dif¨ªcil para una excelente traducci¨®n, que mereci¨® la aprobaci¨®n del autor despu¨¦s de largas discusiones, y que present¨® en Madrid en mayo de 1995. Nunca supe c¨®mo controlaba Naipaul las versiones al castellano, pues no lo hablaba, aunque no pude dejar de presentir que de alguna forma lo entend¨ªa. Luego lleg¨® Flora Casas, y la misma agon¨ªa. Flora trabaj¨® con ¨¦l en Londres, y con el tiempo llegaron a esa compenetraci¨®n que tienen hoy y que garantiza el futuro de sus traducciones. El enigma de la llegada (1996), India, una civilizaci¨®n herida (1997), Una casa para el se?or Biswas (1999), y La p¨¦rdida de El Dorado (2001) han sido todas traducidas por Flora Casas. Est¨¢n todas disponibles y pueden ustedes juzgarlas por s¨ª mismos, m¨¢s all¨¢ del car¨¢cter y la ideolog¨ªa atribuidos al autor.
?sta es una historia editorial con un final feliz, que empez¨® con un editor peque?o y acab¨® en un gran grupo editorial. Pero no siempre ocurre as¨ª: decenas de editores responsables e ilusionados apuestas por autores y los mantienen en sus cat¨¢logos hasta el l¨ªmite de sus fuerzas. Lo hacen por una convicci¨®n, que es la esencia de su trabajo. La mayor¨ªa siquiera espera a verse un d¨ªa bendecidos por el Premio Nobel.
?ngel Luc¨ªa es fundador de Editorial Debate. Actualmente dirige el sello Aret¨¦.
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