'El fin de la met¨¢fora'
LA AFAMADA (?consacratoria?) colecci¨®n Poes¨ªa de la editorial Lumen trae al mercado un nuevo 'poemario'. Se trata de Me amar¨¢s cuando est¨¦ muerto, de Leopoldo Mar¨ªa Panero, quien, como ya hizo con Tens¨® en 1997, lo firma en compa?¨ªa de otro poeta, esta vez Jos¨¦ ?guedo Olivares.
Si en Tens¨® pod¨ªa el lector a¨²n distinguir entre el tono Panero y el tono Claudio Rizzo, en esta nueva entrega, los tonos se funden en uno, digamos, predominante: el tono Panero.
As¨ª, en este tono, con Panero-Olivares se reincide en el entramado de ecos, citas e im¨¢genes que, a lo largo de treinta a?os, han servido a Leopoldo Mar¨ªa Panero para exorcizar eso que aqu¨ª, como en sus otros libros, se llama el desastre.
Poemas-exorcismos contra el desastre de ser poeta 'ahorcado al poema', 'porque ya me he suicidado y estoy muerto para siempre en las s¨ªlabas del poema'. ?C¨®mo entonces conjurar este desastre si son herramienta letal las mismas s¨ªlabas del conjuro? No hay salida. Inutilidad extrema. Como la belleza del poema: in¨²til, afirma Panero-Olivares en La ciencia del verso: 'Pues todo poema significa nada / y el poema es el dios m¨¢s siniestro que existe'. Que mata al poeta, a quien, como reza el t¨ªtulo, t¨², lector, amar¨¢s cuando est¨¦ muerto.
En el prefacio a su libro El ¨²ltimo hombre, de 1983, Leopoldo Mar¨ªa Panero afirmaba que no cre¨ªa en la inspiraci¨®n: 'La poes¨ªa no tiene m¨¢s fuente que la lectura y la imaginaci¨®n del lector'. A lo largo de sus a?os de trabajo, de ejercicio de su job, Panero ha apelado sin tregua a la imaginaci¨®n de ese lector: espa?ol, y acaso imaginario. Todo un canon de lecturas que va estableci¨¦ndose libro a libro, y que una vez m¨¢s pone en exergo esta entrega de Panero-Olivares: como escuderos de estos pr¨ªncipes valientes vuelven Mallarm¨¦, Borges (del que tiernamente se burlan modificando la cita), Eliot, Rilke, Carroll, G¨¦rard de Nerval, Lautr¨¦amont, y hasta Leopoldo Mar¨ªa Panero, ya parte de su propio canon. Un canon po¨¦tico sobre el que, al parecer de Panero y Olivares, es preciso insistir hoy y aqu¨ª, al este del Atl¨¢ntico, si lo que se quiere es hacer poes¨ªa en contra de la Poes¨ªa.
En contra de la Poes¨ªa, esa que en todas partes queda bien, tan po¨¦tica ella, ronroneante, siempre hablando de lo mismo, noche y d¨ªa el cuento filos¨®fico del ser que vuelve a jodernos la vida (Artaud); en contra de los poetas zumbones y ?o?os desesperados por tener su lugarcito, corriendo de congreso en congreso, haci¨¦ndose notar hasta la saciedad para que la sociedad, cuyo rechazo claman, los asimile subvencion¨¢ndolos.
Por eso siguen vigentes las reflexiones de Pere Gimferrer en 1971 sobre el primer libro de Leopoldo Mar¨ªa Panero, cuando se?al¨® que su tema 'no es la destrucci¨®n de la adolescencia: es su triunfo, y con ¨¦l la destrucci¨®n y la disgregaci¨®n de la conciencia adulta'. Liberar la adolescencia como energ¨ªa emocional, cre¨¢ndose una mitolog¨ªa propia, no oficial, o sea ileg¨ªtima, en palabras de Gombrowicz, es la actitud asumida desde el comienzo por Panero, y reafirmada en este libro de Panero-Olivares, y es una de las actitudes posibles contra la Poes¨ªa y su plaga de poetisos y poetisas. Un hacer, un job, de este 'soldado del verso' que proclama que 'la n¨¢usea invade el poema', que 'el poema es enemigo de la vida' y que no hay nada m¨¢s 'mon¨®tono' que 'el canto de la p¨¢gina': 'Cantilena obscena de la muerte'. Sarc¨¢sticos Panero-Olivares: sospecho que saben que sus 'ala de cuervo', sus 'hiena riendo sobre mi tumba', sus lautremontianos 'oh hermano hediondo', 'r¨ªo de lodo', cerdos, sapos, larvas y moscas, perros que vomitan, ahorcados, desterrados, han hecho ya su camino en otras latitudes, incluso en la poes¨ªa francesa que los origin¨®, y tanto han transitado que han perdido eficacia como metonimias reveladoras de esos 'abismos', de esos 'infiernos' del subconsciente (a los que alude la nota de contratapa de la editorial): son 'el fin de la met¨¢fora', exasperado remake.
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