Manane Rodr¨ªguez viaja al fondo del pozo de la tortura
A¨²n suenan 'Los pasos perdidos' de un rinc¨®n desconocido del genocidio argentino
Manane Rodr¨ªguez es una cineasta uruguaya afincada en Espa?a desde hace casi dos d¨¦cadas y que ha recorrido aqu¨ª pr¨¢cticamente todo su itinerario profesional. Hace unos a?os hizo su primer largometraje, Retrato de mujer con hombre al fondo, en el que era perceptible una b¨²squeda de la transparencia y una voluntad de estilo configurada en dibujos de personajes siempre vistos desde dentro, un conjunto de paisajes an¨ªmicos enlazados con maneras cinematogr¨¢ficas austeras y recias.
Ayer trajo Manane Rodr¨ªguez a la Seminci su segundo largometraje, Los pasos perdidos, y no se perciben en ¨¦l variaciones sustanciales en la disposici¨®n interna del relato. ?ste, a grandes rasgos, sigue la misma secuencia de sucesos contenidos o, si se quiere, murmurados, y busca similares acordes de una m¨²sica visual serena, no compulsiva, sin estridencias y sin altibajos pronunciados, aunque esta vez la imagen se escapa del territorio del drama privado y sale, paredes afuera, en busca de duras, terribles, atroces resonancias de un mal estruendo hist¨®rico, un oscuro ¨²ltimo, o pen¨²ltimo, escal¨®n de la rampa de ca¨ªda al abismo del genocidio de los militares argentinos contra el pueblo argentino a finales de los a?os setenta, un espantoso crimen innumerable que todav¨ªa hoy deja o¨ªr esos siniestros pasos perdidos que Manane Rodr¨ªguez rastrea.
La cineasta hace en Los pasos perdidos un viaje sin vuelta al pozo negro privado de un militar genocida, un torturador argentino instalado en Espa?a que hizo hija suya a la hija de una mujer torturada y asesinada por ¨¦l hace 20 a?os. Estamos ante una ficci¨®n absolutamente ver¨ªdica. El abuelo de esta muchacha es nada menos que un Federico Luppi entristecido y terco, dolorido y sonriente, fr¨¢gil pero tozudamente empe?ado en devolver a su hija muerta lo ¨²ltimo que la arrebataron, un atraco a su vientre que ah¨ª sigue, y crece, en la hermosa mirada, herida por la percepci¨®n de su terrible verdad ¨ªntima, de Irene Wisedo.
Historia subterr¨¢nea
El arranque y el final de Los pasos perdidos son conmovedoras escenas de gran precisi¨®n secuencial, la primera construida en ritmo po¨¦tico on¨ªrico y la segunda de estirpe documental. Ambas est¨¢n situadas a la altura del enorme suceso oculto, de la historia subterr¨¢nea que sostiene las evidencias de la pel¨ªcula. Pero no todo est¨¢ en el filme a esta gran altura. Hay en ¨¦l deslizamientos hacia abajo, hacia el estancamiento a mitad de metraje y hacia algunos rasgos de artificiosidad en la composici¨®n de los personajes por Luis Brandoni y Concha Velasco, que impiden a la pel¨ªcula el acceso a la redondez.Pero ah¨ª quedan, completamente vivos, los destellos de su notable verdad, el hermoso, lento y distante idilio entre un abuelo argentino y una nieta espa?ola que no llegan a rozarse, pero que dejan que en ellos nazca y crezca poco a poco, con la elegancia de lo paulatino, su emocionante reconocimiento mutuo como ¨²ltimos, o pen¨²ltimos, residuos vivos de un inabarcable e inagotable territorio de muerte.
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