Un virtuoso de la tolerancia
Un repaso a la vida de Francisco Palomares, protestante, torero, periodista y h¨¦roe de guerra
Corren malos tiempos para la tolerancia. Y como ejemplo m¨ªnimo pero ilustrativo, esas gentes que han puesto el grito en el cielo cuando un modisto, en un ejercicio de surrealismo, se atrev¨ªa a vestir de Macarena a su modelo. Se ha olvidado que Sevilla urdi¨® su mito con esos mimbres y vivi¨® la mayor parte del siglo XX sumergida en aguas surreales. Y que a veces produjeron amplitud de ideas.
Se olvida que Belmonte manten¨ªa relaciones filos¨®ficas con el comecuras Ram¨®n del Valle-Incl¨¢n y era una personalidad en la cofrad¨ªa del Cachorro; que Garc¨ªa Ramos pintaba a capillitas viendo la hermandad de la Carreter¨ªa con zahones, sombrero de ala ancha y mant¨®n de Manila, que Villal¨®n 'sacaba los trapos' a la Virgen de Lourdes para resaltar la personalidad de la Macarena y que ¨¦sta misma se pon¨ªa de luto por Joselito el Gallo mientras a la Virgen de Monte Si¨®n la vest¨ªan siguiendo c¨¢nones art-dec¨®.
Francisco Palomares escribi¨® sainetes y zarzuelas e invent¨® un objeto volador que imitaba a las aves
Al calor de la barbarie intolerante del 11 de septiembre y de la an¨¦cdota del modisto habr¨ªa que oponer tambi¨¦n el frescor de Francisco Palomares, republicano federal, protestante sevillano, matador de toros, periodista, dramaturgo, caballero de la Legi¨®n de Honor, marino, inventor... que supera en mucho a la de esos otros personajes de su ¨¦poca, como Villal¨®n o S¨¢nchez Mej¨ªas, y encarn¨® la virtud de la tolerancia.
Su padre hab¨ªa sido m¨¦dico e inventor del Jarabe del Doctor Palomares, al que la gente -acort¨¢ndole el nombre- llamaba Jarabe Protestante. Tambi¨¦n el pastor que, aprovechando el corto per¨ªodo de la I Rep¨²blica, compr¨® al Estado las ruinas del convento de San Basilio y levant¨® el templo Evang¨¦lico de la calle Relator, por cuya puerta sigue pasando cada a?o la Macarena.
El padre falleci¨® en 1915, cuando parec¨ªa que Espa?a pod¨ªa caminar hacia la normalizaci¨®n democr¨¢tica con Europa, y por eso fue homenajeado con una calle que llev¨® su nombre hasta el 18 de julio de 1936. Un poco antes hab¨ªa visto c¨®mo su hijo, ya matador de toros, inauguraba la iluminaci¨®n el¨¦ctrica de la Plaza de la Maestranza junto con Lagartijo Chico y Corcha¨ªto. Era en los d¨ªas en que se gestaba la Gran Guerra.
En ella, Francisco Palomares, El Marino, se convirti¨® voluntariamente en soldado de tierra para luchar en las trincheras de Verd¨²n. En esta batalla las fuerzas de P¨¦tain frenaron la ofensiva de los alemanes e iniciaron el camino de la victoria. Francisco Palomares volvi¨®, convertido en un h¨¦roe franc¨¦s, y se sumergi¨® en el ambiente surrealista de una ciudad, Sevilla, que preparaba la Exposici¨®n Iberoamericana por el m¨¦todo de Pen¨¦lope: retras¨¢ndola todos los a?os.
Quiz¨¢s entonces acu?ara el lema del que presumir¨ªa a lo largo de su vida: gastar su fortuna en re¨ªrse. ?Qu¨¦ otra cosa iba a hacer en una sociedad sin otro norte que el cielo prometido por los pabellones que perezosamente se levantaban al sur de la ciudad?
Seguramente edit¨® A, C y T,revista mundial de primera necesidad para cubrir esa apariencia. Sin embargo, para la parte seria dej¨® la fundaci¨®n de El Pa¨ªs, peri¨®dico republicano-federal que compart¨ªa las ideas pol¨ªticas de otros protestantes andaluces y preparar¨ªa el terreno a las candidaturas de Jos¨¦ Marcial Dorado -asimismo de la comunidad evang¨¦lica- y Blas Infante 10 a?os m¨¢s tarde.
Metido en aquel torbellino, Palomares escribi¨® sainetes y zarzuelas e invent¨® un objeto volador que -seg¨²n rezaba su propaganda- planear¨ªa imitando el vuelo de todas las aves, 'excepto el del Ave Mar¨ªa': microplano lo llam¨® ¨¦l mientras ped¨ªa insistentemente al Conde Halc¨®n que le buscara un guardia municipal con ganas de suicidarse.
En esta faceta de inventor, al parecer, no encontr¨® ni ning¨²n voluntario para probar el aparato ni nadie que se lo quisiera fabricar; sin embargo, la fortuna le sonri¨® en las tablas: el mismo rey Alfonso XIII asisti¨® al estreno, en el teatro del Duque, de su zarzuela Sangre espa?ola y lo felicit¨® cuando cay¨® el tel¨®n.
Los agasajos del monarca no parecieron influir de manera significativa en el ¨¢nimo del autor. Francisco Palomares continu¨® siendo republicano, lo mismo que hab¨ªa seguido siendo protestante cuando el Estado cat¨®lico le otorg¨® la Cruz de Beneficencia.
Entre ensayo y ensayo, tuvo tiempo para fundar la Escuela N¨¢utica Flotante en un barco de su propiedad donde dicen que se formaron muchos marinos y seguir con la tarea emprendida por su padre de reabrir el Museo de la Inquisici¨®n con cientos de piezas que guardaba en su propia casa de la calle Castelar. Todo lo cort¨® la guerra.
Entonces la Macarena no pas¨® durante a?os por la iglesia protestante de la calle Relator porque, en julio de 1936, los de un bando hab¨ªan quemado la de San Gil.
Tambi¨¦n hab¨ªan ardido, quemadas por los otros, las piezas del Museo de la Inquisici¨®n. Y cuando todo parec¨ªa volver a la normalidad, el templo evang¨¦lico de San Basilio hubo de soportar las ¨²ltimas llamas de la intolerancia. Terminaba un surrealismo y comenzaba otro, el que proyectar¨ªa la imagen de un pa¨ªs diferente.
El fundador del primer diario El Pa¨ªs muri¨® arruinado y sin risas en 1941, con el escaso sueldo de jefe de los servicios municipales de limpieza. Lo enterraron, con su padre, en el cementerio 'protestante' de Sevilla. Aquel ante cuya peque?ez y pobreza el escritor Eugenio Noel dijo que era la viva estampa del poder civil en Espa?a.
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