Poeta
Es justo respetar y admirar a los escritores profesionales, sobre todo si triunfan. Su trabajo es duro, no abusan de nadie ni a nadie da?an, y a duras penas puede vivir del mismo un grupo microsc¨®pico. Pero la poes¨ªa es otra cosa. No s¨®lo es distinta de la novela, tambi¨¦n es distinta de lo que se suele entender por 'literatura'. Puede uno leer cuatrocientos libros de versos sin rozar la poes¨ªa. Ahora bien, cuando aparece, es m¨¢s evidente que un ornitorrinco y todas las discusiones te¨®ricas se esfuman como Dr¨¢cula a la luz del sol. El otro d¨ªa, por ejemplo, la poes¨ªa se filtraba en las p¨¢ginas de Babelia dedicadas a Leopoldo Mar¨ªa Panero.
Panero, que vive desde hace d¨¦cadas en los manicomios, no est¨¢ loco. Si alguien est¨¢ loca es la poes¨ªa. Pero a Panero lo eligi¨® la poes¨ªa y se lo llev¨® con ella a su lugar de residencia. Por eso, en la entrevista de Rodr¨ªguez Marcos, a veces hablaba Panero y a veces hablaba la poes¨ªa. Panero, muy sensato, dec¨ªa: 'Creo en la poes¨ªa t¨¦cnicamente bien escrita', pero la poes¨ªa dec¨ªa: 'Aplasto los cigarrillos en el suelo, como si fueran ni?os'. Confesaba Panero: 'Quiero ser un hombre com¨²n', pero la poes¨ªa confesaba: 'Desde hace tiempo tengo una mujer que se llama orujo'. Preguntado por sus libros, dec¨ªa Panero: 'De esos libros yo no he visto un duro', pero la poes¨ªa dec¨ªa: 'Soy la ceniza de un poema en que no creo'. Afirmaba Panero: 'M¨¢s solo que yo, imposible', pero afirmaba la poes¨ªa: 'Resucitar y ser resucitado, y volver de la nada sin nada de abrigo'. Y as¨ª sucesivamente.
La poes¨ªa est¨¢ loca porque su alucinaci¨®n no coincide con la locura de quienes somos razonables. O, m¨¢s exactamente, estamos instalados en una locura incompatible con la locura de la poes¨ªa. Respetamos las leyes de nuestra alucinaci¨®n para poder conducir un auto, pero la poes¨ªa propone otras leyes para una alucinaci¨®n que, de momento, no tiene tel¨¦fono m¨®vil, ni carnet de identidad, y ni siquiera puede seguir el debate parlamentario.
En consecuencia, los cobardes, o, siendo magn¨¢nimos, los prudentes, nos ponemos a salvo de la poes¨ªa. Si yo fuera poeta, sin ir m¨¢s lejos, esta columna no ser¨ªa de papel sino de m¨¢rmol pent¨¦lico.
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