Godard crea articulaciones in¨¦ditas del cine en su 'Elogio del amor'
Es Elogio del amor un muestrario antol¨®gico de las articulaciones del lenguaje cinematogr¨¢fico que se mueven en el cine de Jean-Luc Godard desde que este artista fuera de norma, capaz de hipnotizar o de aburrir, convirti¨® la pantalla en territorio de un debate permanente de formas y de ideas. Pas¨® por aqu¨ª este filme, que fascina o que repele, y que por ello enriquece la sala dividi¨¦ndola. Y ayer tambi¨¦n recuper¨® la Seminci a un famoso cineasta espa?ol que se prodiga muy poco, el catal¨¢n Toni Salgot, que en Dama de Porto Pim no alcanza la altura de su celebridad.
Jean-Luc Godard goza, en el caldo de cultivo de algunas influyentes minor¨ªas del academicismo cin¨¦filo, de un c¨®modo estatuto de intocable, de monstruo sagrado al que hay que perdonar, cuando no santificar, todos sus bufidos, por huecos que sean. Esto ha permitido al legendario cineasta franc¨¦s, sumo pont¨ªfice de la vieja nueva ola parisiense, hacer una y otra vez lo que le viene en gana sin demasiados miramientos, dando hipot¨¦ticas lecciones de innovaci¨®n con pel¨ªculas que con frecuencia son tan s¨®lo reiteraciones, repeticiones rituales estomagantes e incluso a veces descarados autoplagios.
Pero siempre, en estas obras, sobre todo en aquellas que tienen una estructura did¨¢ctica, salta un destello, no siempre f¨¢cil de percibir, de originalidad, propio del cine fuera de norma. Pero ahora, en Elogio del amor, esa fuerza revulsiva de Godard es m¨¢s que un fugaz destello, y abarca a una composici¨®n ¨ªntegra, a un filme considerado como conjunto y como unidad. No es una imagen lo que esta vez resume el hallazgo de lenguaje del cineasta, sino que es la idea como tal, la forma totalizadora del filme, en el que se conjuga el troceamiento y la dispersi¨®n de la cronolog¨ªa, recurso tan caracter¨ªstico del estilo de Godard, con los choques de situaciones, de personajes, de mu?ones de historias y juegos del color.
Propone Godard para su Elogio del amor un punto de partida en el que se yuxtaponen tres puntos de vista -los de una pareja de j¨®venes, otra de adultos y otra de viejos- sobre los cuatro instantes que, como cuatro patas de una mesa, sostienen la arquitectura emocional de una relaci¨®n de amor: el encuentro, la pasi¨®n, la separaci¨®n y el reencuentro.
Pero este juego de combinaciones no da lugar en el filme a un cauce narrativo al uso, tal como se entiende en el relato cinematogr¨¢fico convencional, sino a otra cosa, a algo indefinible que se parece a un collage, a una superposici¨®n de im¨¢genes, de tiempos, de m¨²sicas, de conceptos, de ideas, de juegos de palabras, de ardides de montaje, de carteles, de estallidos de claridad y de inmersiones en la negrura que nada tienen, considerados globalmente, de relato, sino que hacen cine como poema, o como ensayo, o como averiguaci¨®n no narrativa dentro de los entresijos secretos, no explorados, del lenguaje cinematogr¨¢fico. Y de ah¨ª proviene la fuerza de este filme, de que explora algo no explorado, de que por fin Godard no se repite y recupera sus dotes de inventor, de historiador del futuro del cine, que es como irrumpi¨® en ¨¦l hace medio siglo.
Amor loco y brutal
Y hubo ayer en la Seminci otro retorno de un viejo jurado. El barcelon¨¦s Toni Salgot, director de la famosa Mater amatisima (1980), present¨® Dama de Porto Pim, que por desgracia no funciona. Es un fr¨¢gil castillo de naipes que no est¨¢ a la altura del esfuerzo por sostenerlo de Emma Su¨¢rez, Antonio Resines y Sergio Peris-Mencheta, que son quienes tiran del largo reparto.
Es un relato de Antonio Tabucchi situado en una peque?a isla de las Azores, en los ¨²ltimos meses de la guerra mundial. Se agolpan en el peque?o puerto pesquero gentes errantes, despojos de la guerra que huyen del pozo de Europa en busca de un rinc¨®n en un barco con proa a Am¨¦rica. No hay consistencia interior en el relato, ni se ve el sentido, el destino, la necesidad de la pel¨ªcula. La historia de amor loco y finalmente brutal que cuenta el filme es representada sin convicci¨®n y sin que la c¨¢mara -y con ella el espectador- se contagie del riesgo a que se someten los contendientes de este tr¨¢gico idilio, que es m¨¢s fingido que interpretado, m¨¢s dicho que filmado.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.