Rato rompe las reglas
Una vez m¨¢s, el Gobierno ha convertido una sesi¨®n parlamentaria de control en un simulacro de juicio a la oposici¨®n, contrario a las reglas de la democracia. Ayer fue Rodrigo Rato quien perpetr¨® un ejercicio de desplantes continuados a los diputados del PSOE y se permiti¨® el desprop¨®sito de contestar a una pregunta sobre medidas para corregir el blanqueo de dinero con un recordatorio detallado del caso Filesa. La jornada envileci¨® un poco m¨¢s la pr¨¢ctica parlamentaria, y ese cargo hay que apuntarlo fundamentalmente a la despectiva actitud del vicepresidente, secundado por un grupo parlamentario que m¨¢s parec¨ªa una banda de hooligans. Y todo ello ante la pasividad de una presidenta que tiene un peculiar concepto de la equidad.
En una democracia parlamentaria, el Gobierno est¨¢ obligado a someterse a las preguntas de la oposici¨®n y a explicar a los diputados no s¨®lo sus decisiones pol¨ªticas, sino las actividades o intereses de car¨¢cter privado que puedan cruzarse con su actuaci¨®n p¨²blica; y cada Gobierno debe responder de su gesti¨®n, sin que sea l¨ªcito protegerse permanentemente en el burladero de las actuaciones pasadas de sus predecesores. Rato viol¨® ayer esta norma hasta el agotamiento. No s¨®lo no contest¨® a las preguntas del PSOE, sino que recurri¨® de nuevo a la historia de la corrupci¨®n pasada y volvi¨® a mencionar el desdichado asunto de las designaciones del PSOE en los ¨®rganos institucionales para que los diputados del PP jalearan la nueva humillaci¨®n infligida a Zapatero.
Rato es un buen parlamentario, pero su comportamiento de ayer reduce su cr¨¦dito y acrecienta las sospechas de que tan desaforada actuaci¨®n encubre pr¨¢cticas heterodoxas. El vicepresidente sigue sin aclarar todas las dudas sobre la financiaci¨®n de unas empresas familiares en dificultades, especialmente en lo relativo al cr¨¦dito del HSBC a la sociedad radiof¨®nica Muinmo, en la que participa con un 33%. En aplicaci¨®n del sano principio de desconfianza sobre el que se basa la democracia, y que Aznar invoca en su obra escrita, no basta con decir 'yo cumplo la ley' y despejar luego cualquier sospecha hacia los tribunales. Ser titular de Econom¨ªa con tan complejos intereses empresariales le obliga a ser doblemente transparente y no le permite ampararse en una privacidad que le proteger¨ªa si se dedicara a los negocios.
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