Tentaci¨®n de extravagancia
LA EXCENTRICIDAD nunca deber¨ªa ser efecto de la voluntad. Ni deber¨ªa tampoco confundirse con la extravagancia, menos a¨²n con la originalidad.
Las dos cosas ocurren, sin embargo, en la primera novela de J. M. Suassi (Manacor, Mallorca, 1965), Recuperaci¨®n, que sirvi¨¦ndose de un planteamiento muy esquem¨¢tico y de unos personajes estrafalarios propone una alegor¨ªa sobre, al parecer, 'la construcci¨®n de la personalidad humana'. Todo comienza cuando el narrador se ve obligado a malvender la casa de su madre, que acaba de morir. Todav¨ªa le escuece haberlo hecho cuando le toca la loter¨ªa y se hace millonario. Se propone entonces recuperar algunos de los muebles vendidos, y visita a sus propietarios: un anticuario del Rastro, un hacendado mallorqu¨ªn, un enano vien¨¦s, un noble alem¨¢n y una dama suiza. La visita a cada uno de estos personajes da pie a que el narrador visite sus pa¨ªses y conozca a otros varios igualmente estridentes, entre ellos el due?o de unos restaurantes chinos, un exaltado taxista, un relamido ma?tre y un jorobado rijoso. Ninguno pierde la ocasi¨®n de endosarle al narrador sus sentenciosas monsergas. De su trato obtiene una suerte de aprendizaje.
Recuperaci¨®n
J. M. Suassi.
El Acantilado. Barcelona, 2001.
112 p¨¢ginas. 1.300 pesetas.
Con alg¨²n apuro, el lector detecta de entrada la descarada emulaci¨®n que Suassi hace de las maneras narrativas de Enrique Vila-Matas. Pero lo distrae enseguida el sonsonete bufo, rezong¨®n y apod¨ªptico caracter¨ªstico de las novelas bernhardianas de F¨¦lix de Az¨²a. Proliferan a continuaci¨®n, ya sin paliativos, las reiteraciones, los subrayados y las exageraciones t¨ªpicas del maestro de Salzburgo, pero entretanto la teatralidad de la puesta en escena y el acusado estilizamiento del relato van apuntando a modelos menos directos y no tan contempor¨¢neos.
Por debajo de tantos ecos ruidosos, no se alcanza a distinguir muy bien cu¨¢les son las intenciones de la novela, cuyo humorismo demasiado grueso y cuyo atrabilismo filos¨®fico no bastan para sustanciar al traj¨ªn de su inveros¨ªmil y anacr¨®nico peregrinaje. A Suassi, que adem¨¢s de poeta es traductor, le gusta parodiar la estupidez y se deleita escrutando sus formaciones ret¨®ricas y otras enormidades. Pero su propio discurso narrativo se resuelve en un grumoso c¨®ctel de epigon¨ªas, gui?otes y erudiciones de anticuario, en el que naufraga una honrosa pero desorientada inquietud por afiliarse a la rareza sin perder la compostura, con un toque inequ¨ªvocamente balear de elegancia trasnochada.
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