Descafeinado
Un a?o m¨¢s, presumimos de partido del siglo y sacamos a la calle nuestras m¨¢s sofisticadas divisiones acorazadas para exagerar la dimensi¨®n dram¨¢tica de un partido que, en el fondo, no decidir¨¢ nada. El antagonismo creado en torno a Saviola y Zidane se ha visto frustrado por el car¨¢cter pac¨ªfico y nada bocazas de ambos jugadores y a su delicada situaci¨®n en el organigrama de sus respectivos clubes. Saviola ha chupado el suficiente banquillo para aumentar su ya de por s¨ª proverbial humildad y a Zidane le han acusado hasta de la pertinaz sequ¨ªa que asola nuestro pa¨ªs sin que por ahora el maestro franc¨¦s haya manifestado ninguna expresi¨®n de mal gusto o de cabreo. Su discreci¨®n les honra.
Seg¨²n manda el conducto reglamentario del hooliganismo patrio, cuando los jugadores se comportan tan civilizadamente, los encargados de calentar los partidos son los entrenadores o los presidentes. Lo sorprendente, sin embargo, es que ni Del Bosque ni Rexach re¨²nen las caracter¨ªsticas propias del perfil pir¨®mano-chulesco de sus antecesores y se mueven en una respetuosa sosez, ¨²til para la relativizaci¨®n de las pasiones y la presi¨®n arterial pero de un aburrido que te cagas y que impide lucirse a la estruendosa canallesca.
En cuanto a Gaspart y Florentino, juegan su propia liga de urbanidad patillera, a ver si alguna ONG les concede el Pico de Oro al presidente m¨¢s caballeroso, aunque su caballerosidad les sirva para disimular los escandalosos vol¨²menes de sus respectivos pelotazos y despilfarros.
En cuanto al tratamiento televisivo del evento, que el partido se retransmita codificado disminuye su natural y hegem¨®nica onda expansiva. Pero nada es casual y hay que buscar la explicaci¨®n al presente momento en nuestro propio ADN. El Madrid fue fundado por catalanes pertenecientes a un colectivo humano que, a falta de nada mejor, ve en el Bar?a su mayor se?a de identidad, olvidando que fue parido por un suizo al que se le aplic¨® una mezcla de ley de extranjer¨ªa y derecho de admisi¨®n que le imped¨ªa jugar en el equipo emblem¨¢tico de la ¨¦poca.
Por si eso fuera poco, en el Madrid juega Figo, el hombre que presumi¨® de cul¨¦ en el balc¨®n de la Generalitat y que aument¨® el escepticismo emocional de la sufrida tropa barcelonista vendi¨¦ndose a la Cibeles por un plato de callos. Para rematar, est¨¢ Celades, otro qu¨¦ tal baila y que, al igual que Luis Enrique en el Bernab¨¦u, despierta una mezcla de admiraci¨®n y rabia por m¨¢s mechas que se ti?a.
?Ganar¨¢ el Madrid? ?Ganar¨¢ el Bar?a? ?Empatar¨¢n? Lo bueno de estos partidos es que no s¨®lo enfrentan a dos clubes sino tambi¨¦n a sus aureolas identitarias. Espa?a contra Catalu?a, clima continental contra clima mediterr¨¢neo, meseta contra mar, Aznar contra Pujol, Mar¨ªas contra V¨¢zquez Montalb¨¢n y la m¨¢s importante y madre de todas las batallas: Adidas contra Nike.
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