Dios empieza a ser una lata
Reconozco que hay dos elementos espec¨ªficos causantes de esta fatiga teol¨®gica que ahora siento: la pronunciaci¨®n masiva del nombre de Dios en vano, en estos tiempos de dioses del caos y la guerra, y la abundancia de art¨ªculos beat¨ªficos y sacrosantos de ese peculiar ex consejero que, en sus ratos libres, intent¨® crear una especie de ej¨¦rcito catal¨¢n. La nueva cruzada cat¨®lico-apost¨®lica liderada por Mir¨® i Ard¨¨vol en toda la prensa que le da cancha es, junto con las exitosas conspiraciones de sal¨®n de Ricard Maria Carles, lo m¨¢s prominente y, ?ay!, latoso que ¨²ltimamente ha surgido bajo palio. No es que una tenga inter¨¦s en polemizar con Mir¨®, cuyos argumentos para recatolizar la sociedad son tan manidos como hist¨®ricamente obtusos, pero una est¨¢ tan harta de estos salvadores de la moral, aut¨¦nticos usurpadores del concepto, como si los no creyentes no tuvi¨¦ramos una densa e inquebrantable moral, que me ha parecido interesante pararme en el tema. Al fin y al cabo, van a ser cuestiones de esta naturaleza, valores, pactos sociales, las fronteras de lo que Francia llama el 'pacto republicano', lo que va definir o no una nueva Catalu?a. Por supuesto, no s¨®lo estoy por garantizar el Estado laico, sino sobre todo por redefinir las bases de esa laicidad para fortalecer su necesaria solidez. Si mezclamos a Dios con lo mundano, todos vamos a salir heridos, y eso no s¨®lo vale para la geopol¨ªtica, tan sobrecargada de dioses mundanos, sino tambi¨¦n para la microsociedad. ?Catalu?a es una naci¨®n cat¨®lica? Ya s¨¦ que desde las ¨¦pocas gloriosas de Torres i Bages nadie m¨¢s, excepto el bueno de Mir¨®, considera preceptiva tal definici¨®n. No s¨®lo hemos conquistado la separaci¨®n entre las leyes y los dioses, y con dificultad hemos relegado los dioses a los altares de la intimidad, sino que adem¨¢s nos hemos convertido en una sociedad compleja, heterodoxa, multirreligosa. Parecer¨ªa, pues, que a pesar de la cruzada mironiana y de algunos sustos montserratinos, Catalu?a es una naci¨®n laica. Sin embargo, me permito levantar la pluma para hablar de esa condici¨®n, la laicidad, y de sus muchos peligros.
El primer peligro, los restos. Hay restos antip¨¢ticos y persistentes de naci¨®n cat¨®lica en los entresijos de la naci¨®n, entre ellos algunos tan notorios como incomprensibles. Detalles: ?qu¨¦ hace todo el consistorio del Ayuntamiento de Barcelona en la misa de la Merc¨¨ escuchando el serm¨®n, generalmente intervencionista, del arzobispo de turno, y repitiendo un ritual cat¨®lico que nada tiene que ver con la ciudad moderna? ?No hab¨ªamos quedado en que el Ayuntamiento era el de todos, creyentes multiusos, apocal¨ªpticos varios y hasta ateos? Es decir, el Ayuntamiento de la ciudad de Barcelona ?tiene que mantener esa prepotencia cat¨®lica que bendice su fiesta mayor como si el personal tuviera que ser cat¨®lico por decreto? M¨¢s detalles: por mucho que mi querido Joan Gaspart sea el primer cat¨®lico de la historia, ?qu¨¦ pu?etas hace el Bar?a entregando copas y triunfos a la Merc¨¨? Extra?a promiscuidad esa que mezcla a Dios con bonitas miserias terrenales. Pero la lista es tan larga que s¨®lo con recordar algunos titulares sonantes me explico de sobras: Montserrat usada para fregados y barridos nacionales, discursos parapol¨ªtico-religiosos, profesores de religi¨®n espiados en su vida p¨²blica, subvenciones a lindas escuelas opusdeicas que practican el segregacionismo sexista, etc¨¦tera... S¨®lo nos faltaba que llegaran las cruzadas mironianas y, alert¨¢ndonos del peligro de Sodoma, nos intentaran recatolizar.
Resumo y concluyo. Catalu?a a¨²n es demasiado cat¨®lica en su pr¨¢ctica p¨²blica, tanto que ni notamos la prepotencia con que una de las religiones se impone a las otras. Lo que pas¨® con el centro Abraham ol¨ªmpico reconvertido en la iglesia Abraham es un simp¨¢tico ejemplo. Y sin embargo, creo que en el compromiso laico, necesariamente redefinido vistos los muchos cambios sociales, en ese compromiso, nos jugamos la libertad. Catalu?a va a ser cada vez m¨¢s compleja en t¨¦rminos culturales y religiosos. Tanto que la complejidad religiosa puede ser su m¨¢xima definici¨®n de pluralidad o su peor cortapisa de libertad. Si ahora somos estrictos con nuestra laicidad y dejamos de juguetear con los restos del naufragio cat¨®lico, podremos enfrentarnos a los muchos retos que la multirreligiosidad va a comportar. Las religiones son intervencionistas por naturaleza, algunas especialmente, y no nos equivoquemos: van a intentar coartar el Estado de derecho en funci¨®n de sus creencias. Pero ?c¨®mo vamos a garantizar los principios de libertad individual por encima de las fes colectivas si no somos radicalmente laicos? Con Dios no se puede jugar, es como el fuego en manos de ni?os: no alumbra, quema. Permitir que asome la oreja en lo p¨²blico y, sobre todo, permitir que intervenga en lo p¨²blico es poner en peligro el primer fundamento de la democracia.
Reinventemos el pacto republicano, consolidemos la laicidad si no queremos que los dioses de cada uno invadan el espacio compartido. Si garantizamos ese pacto y si la laicidad se solidifica en los fundamentos de la ley, los Mir¨® y Ard¨¨vol de cada religi¨®n -imames tiene Dios en todas las fes- no asustar¨¢n, sino que divertir¨¢n: al fin y al cabo, entre ellos y la pitonisa Lola, con sus velas negras y sus pron¨®sticos apocal¨ªpticos, no hay mucha diferencia...
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.