La amenaza de la atenci¨®n farmac¨¦utica
El autor opina que el plan firmado por el Gobierno y los colegios farmac¨¦uticos responde a intereses gremiales
El avance de los tiempos ha debilitado a la profesi¨®n farmac¨¦utica. Desvanecida su labor cient¨ªfica original (los f¨¢rmacos son, desde hace a?os, fabricados, dosificados y envasados fuera de la farmacia, por una industria espec¨ªfica), reducido el acto farmac¨¦utico a un acto com¨²n de venta y agrietado, si no roto de hecho, su monopolio del comercio de medicamentos por el envite de los grandes almacenes y la fluidez sin fronteras de Internet, la profesi¨®n farmac¨¦utica queda, hoy, en un sitio estrecho de incierta utilidad social. Est¨¢ en crisis, entumecida, pero en vez de afrontar esa realidad y renovarse a partir de ella, busca cometidos profesionales postizos para negarla. Uno de ellos, la llamada atenci¨®n farmac¨¦utica, resume esas ilusiones: los colegios de farmac¨¦uticos han construido un Plan de Atenci¨®n Farmac¨¦utica 'estrat¨¦gico', confiesan, 'para lograr un reconocimiento de los servicios profesionales de atenci¨®n al paciente que hagan que la farmacia siga siendo inprescindible dentro del SNS' (Farmac¨¦uticos, abril del 2001, pagina 23).
La atenci¨®n farmac¨¦utica es un concepto creado hace 13 a?os por dos profesores americanos que a¨²n permanece en el estado gaseoso de teor¨ªa acad¨¦mica. Ning¨²n pa¨ªs lo aplica. Pretende a?adir funciones cl¨ªnicas a las oficinas de farmacia. Postula que el seguimiento o supervisi¨®n por el farmac¨¦utico de los pacientes tratados con medicamentos (todos, en suma) permitir¨ªa corregir los errores que el m¨¦dico o el enfermo puedan cometer al prescribir o tomar f¨¢rmacos. La atenci¨®n farmac¨¦utica establecer¨ªa una in¨¦dita relaci¨®n farmac¨¦utico-enfermo, en la que el farmac¨¦utico, erigido en 't¨¦cnico del medicamento', ordenar¨ªa pruebas y consultas cl¨ªnicas al paciente que ser¨ªan registradas en una 'historia farmacoterap¨¦utica' (pseud¨®nimo de historia cl¨ªnica) archivada en la farmacia o en bases de datos.
A primera vista, el procedimiento ofrece cooperaci¨®n en los ciudadanos y beneficios sanitarios y econ¨®micos derivados de la disminuci¨®n de los errores en la farmacoterapia, pero enseguida se percibe su verdadera condici¨®n de artificio irresponsable formado por intereses gremialistas y desprop¨®sitos, como los siguientes:
1. Absurdo control externo. Los errores son consustanciales a la naturaleza humana y, claro, debe fomentarse la disposici¨®n a evitarlos y corregirlos. Pero encomendar para eso el control de la actividad de un profesional (en este caso, la prescripci¨®n del m¨¦dico) a otro con formaci¨®n, t¨ªtulo y ocupaci¨®n distintos del que la cumple y soporta la responsabilidad, es un absurdo alarmante. Producir¨ªa una trama de injerencias, recelos y conflictos entre profesiones que romper¨ªa la ordenaci¨®n del trabajo, con perjuicios mucho m¨¢s graves que los causados por el error. En la asistencia sanitaria ese control externo del farmac¨¦utico arrastrar¨ªa, con id¨¦ntica sinraz¨®n, otras posibles supervisiones similares: del f¨ªsico en los enfermos sometidos a radiotarapia o l¨¢ser, del bi¨®logo en los ni?os vacunados, etc.
2. Coste financiero insostenible. La disminuci¨®n de los errores reducir¨ªa, claro, el gasto sanitario que ahora causan. Pero no supone que la atenci¨®n farmac¨¦utica proporcionar¨ªa a la sociedad beneficios econ¨®micos. Para eso ser¨ªa preciso que el ahorro procurado fuese superior a los costes de aplicar el procedimiento, y tal ventaja no se ha demostrado. Al contrario: no hay trabajo gratis, y antes o despu¨¦s los farmac¨¦uticos exigir¨ªan la remuneraci¨®n de su pretendida labor cl¨ªnica; m¨¢s empleados (20.000 nada menos) que encarecer¨ªan la sanidad p¨²blica en una proporci¨®n seguramente asfixiante.
3. Vicia la ra¨ªz de la asistencia. Si el m¨¦dico admite las advertencias del farmac¨¦utico al enfermo, ¨¦ste puede desconfiar de la competencia t¨¦cnica o del trato profesional de un m¨¦dico que desconoc¨ªa o no hab¨ªa previsto problemas con los f¨¢rmacos que prescribe y s¨®lo a instancias ajenas enmienda el tratamiento inicial; y si no las acepta, el paciente puede dudar de la conveniencia de prescripciones cuya correcci¨®n el farmac¨¦utico propone. La desconfianza o la incertidumbre, una de las dos, ser¨ªa inevitable, y quebrantar¨ªa la relaci¨®n m¨¦dico-enfermo, ra¨ªz de la asistencia.
4. Irracional e ineficiente. La atenci¨®n farmac¨¦utica no es el ¨²nico medio de rebajar los errores en la medicaci¨®n. El m¨¦dico puede hacerlo de modo mucho m¨¢s eficaz, barato, sencillo y, sobre todo, integrado en su quehacer: s¨®lo ¨¦l puede prevenirlos al prescribir, y tambi¨¦n descubrirlos y repararlos en los controles del enfermo que son parte de la rutina cl¨ªnica. Inventar una consulta farmac¨¦utica perturbadora de la asistencia y muy cara no es razonable ni eficiente.
5. Ataque a la libertad y la dignidad. La pr¨¢ctica de la atenci¨®n farmac¨¦utica en Espa?a supondr¨ªa elaborar, en muy pocos a?os, decenas de millones de historias cl¨ªnicas vestidas de historias farmacoterap¨¦uticas (40 millones, quiz¨¢: casi todos los ciudadanos tomar¨¢n alguna vez un medicamento) que estar¨ªan depositadas en las 20.000 farmacias o en bases de datos. Cifras enormes que, adem¨¢s de anunciar gastos exorbitantes de instalaci¨®n y funcionamiento (a sumar a los ya muy altos de personal que antes coment¨¦), avisan de la gravedad del peligro que, en tal diseminaci¨®n de documentos m¨¦dicos reservados, correr¨ªa la confidencialidad y con ella la libertad y la dignidad de las personas.
6. ?Intrusismo? S¨®lo el m¨¦dico puede establecer con el enfermo una relaci¨®n curativa. La sociedad le ha facultado para ello tras exigirle seis a?os de estudios y un adiestramiento cl¨ªnico a la cabecera del enfermo durante toda la carrera, extendido para los especialistas cuatro o cinco a?os m¨¢s. La atenci¨®n farmac¨¦utica, sin embargo, se atreve a poner al enfermo tratado con medicamentos en manos de un profesional que ni por su formaci¨®n de pregrado (no aprende anatom¨ªa, fisiolog¨ªa, patolog¨ªa, gran parte de la terap¨¦utica y tampoco hace pr¨¢cticas cl¨ªnicas), ni por su t¨ªtulo facultativo est¨¢ capacitado para observarlo y menos, examinarlo. ?Qu¨¦ es esto? ?La toma de un medicamento puede autorizar que un lego en medicina supervise al enfermo?
En fin, la atenci¨®n farmac¨¦utica es un disparate rotundo, y tan estridente que no puede concebirse la instauraci¨®n oficial de su ejercicio. Resulta rid¨ªculo. Sin embargo, el Gobierno espa?ol, pasmosamente, la 'valora de forma muy positiva' en un reciente acuerdo firmado con los farmac¨¦uticos. Una actitud inexplicable que convierte el disparate en grave amenaza al Sistema Nacional de Salud.El avance de los tiempos ha debilitado a la profesi¨®n farmac¨¦utica. Desvanecida su labor cient¨ªfica original (los f¨¢rmacos son, desde hace a?os, fabricados, dosificados y envasados fuera de la farmacia, por una industria espec¨ªfica), reducido el acto farmac¨¦utico a un acto com¨²n de venta y agrietado, si no roto de hecho, su monopolio del comercio de medicamentos por el envite de los grandes almacenes y la fluidez sin fronteras de Internet, la profesi¨®n farmac¨¦utica queda, hoy, en un sitio estrecho de incierta utilidad social. Est¨¢ en crisis, entumecida, pero en vez de afrontar esa realidad y renovarse a partir de ella, busca cometidos profesionales postizos para negarla. Uno de ellos, la llamada atenci¨®n farmac¨¦utica, resume esas ilusiones: los colegios de farmac¨¦uticos han construido un Plan de Atenci¨®n Farmac¨¦utica 'estrat¨¦gico', confiesan, 'para lograr un reconocimiento de los servicios profesionales de atenci¨®n al paciente que hagan que la farmacia siga siendo inprescindible dentro del SNS' (Farmac¨¦uticos, abril del 2001, pagina 23).
La atenci¨®n farmac¨¦utica es un concepto creado hace 13 a?os por dos profesores americanos que a¨²n permanece en el estado gaseoso de teor¨ªa acad¨¦mica. Ning¨²n pa¨ªs lo aplica. Pretende a?adir funciones cl¨ªnicas a las oficinas de farmacia. Postula que el seguimiento o supervisi¨®n por el farmac¨¦utico de los pacientes tratados con medicamentos (todos, en suma) permitir¨ªa corregir los errores que el m¨¦dico o el enfermo puedan cometer al prescribir o tomar f¨¢rmacos. La atenci¨®n farmac¨¦utica establecer¨ªa una in¨¦dita relaci¨®n farmac¨¦utico-enfermo, en la que el farmac¨¦utico, erigido en 't¨¦cnico del medicamento', ordenar¨ªa pruebas y consultas cl¨ªnicas al paciente que ser¨ªan registradas en una 'historia farmacoterap¨¦utica' (pseud¨®nimo de historia cl¨ªnica) archivada en la farmacia o en bases de datos.
A primera vista, el procedimiento ofrece cooperaci¨®n en los ciudadanos y beneficios sanitarios y econ¨®micos derivados de la disminuci¨®n de los errores en la farmacoterapia, pero enseguida se percibe su verdadera condici¨®n de artificio irresponsable formado por intereses gremialistas y desprop¨®sitos, como los siguientes:
1. Absurdo control externo. Los errores son consustanciales a la naturaleza humana y, claro, debe fomentarse la disposici¨®n a evitarlos y corregirlos. Pero encomendar para eso el control de la actividad de un profesional (en este caso, la prescripci¨®n del m¨¦dico) a otro con formaci¨®n, t¨ªtulo y ocupaci¨®n distintos del que la cumple y soporta la responsabilidad, es un absurdo alarmante. Producir¨ªa una trama de injerencias, recelos y conflictos entre profesiones que romper¨ªa la ordenaci¨®n del trabajo, con perjuicios mucho m¨¢s graves que los causados por el error. En la asistencia sanitaria ese control externo del farmac¨¦utico arrastrar¨ªa, con id¨¦ntica sinraz¨®n, otras posibles supervisiones similares: del f¨ªsico en los enfermos sometidos a radiotarapia o l¨¢ser, del bi¨®logo en los ni?os vacunados, etc.
2. Coste financiero insostenible. La disminuci¨®n de los errores reducir¨ªa, claro, el gasto sanitario que ahora causan. Pero no supone que la atenci¨®n farmac¨¦utica proporcionar¨ªa a la sociedad beneficios econ¨®micos. Para eso ser¨ªa preciso que el ahorro procurado fuese superior a los costes de aplicar el procedimiento, y tal ventaja no se ha demostrado. Al contrario: no hay trabajo gratis, y antes o despu¨¦s los farmac¨¦uticos exigir¨ªan la remuneraci¨®n de su pretendida labor cl¨ªnica; m¨¢s empleados (20.000 nada menos) que encarecer¨ªan la sanidad p¨²blica en una proporci¨®n seguramente asfixiante.
3. Vicia la ra¨ªz de la asistencia. Si el m¨¦dico admite las advertencias del farmac¨¦utico al enfermo, ¨¦ste puede desconfiar de la competencia t¨¦cnica o del trato profesional de un m¨¦dico que desconoc¨ªa o no hab¨ªa previsto problemas con los f¨¢rmacos que prescribe y s¨®lo a instancias ajenas enmienda el tratamiento inicial; y si no las acepta, el paciente puede dudar de la conveniencia de prescripciones cuya correcci¨®n el farmac¨¦utico propone. La desconfianza o la incertidumbre, una de las dos, ser¨ªa inevitable, y quebrantar¨ªa la relaci¨®n m¨¦dico-enfermo, ra¨ªz de la asistencia.
4. Irracional e ineficiente. La atenci¨®n farmac¨¦utica no es el ¨²nico medio de rebajar los errores en la medicaci¨®n. El m¨¦dico puede hacerlo de modo mucho m¨¢s eficaz, barato, sencillo y, sobre todo, integrado en su quehacer: s¨®lo ¨¦l puede prevenirlos al prescribir, y tambi¨¦n descubrirlos y repararlos en los controles del enfermo que son parte de la rutina cl¨ªnica. Inventar una consulta farmac¨¦utica perturbadora de la asistencia y muy cara no es razonable ni eficiente.
5. Ataque a la libertad y la dignidad. La pr¨¢ctica de la atenci¨®n farmac¨¦utica en Espa?a supondr¨ªa elaborar, en muy pocos a?os, decenas de millones de historias cl¨ªnicas vestidas de historias farmacoterap¨¦uticas (40 millones, quiz¨¢: casi todos los ciudadanos tomar¨¢n alguna vez un medicamento) que estar¨ªan depositadas en las 20.000 farmacias o en bases de datos. Cifras enormes que, adem¨¢s de anunciar gastos exorbitantes de instalaci¨®n y funcionamiento (a sumar a los ya muy altos de personal que antes coment¨¦), avisan de la gravedad del peligro que, en tal diseminaci¨®n de documentos m¨¦dicos reservados, correr¨ªa la confidencialidad y con ella la libertad y la dignidad de las personas.
6. ?Intrusismo? S¨®lo el m¨¦dico puede establecer con el enfermo una relaci¨®n curativa. La sociedad le ha facultado para ello tras exigirle seis a?os de estudios y un adiestramiento cl¨ªnico a la cabecera del enfermo durante toda la carrera, extendido para los especialistas cuatro o cinco a?os m¨¢s. La atenci¨®n farmac¨¦utica, sin embargo, se atreve a poner al enfermo tratado con medicamentos en manos de un profesional que ni por su formaci¨®n de pregrado (no aprende anatom¨ªa, fisiolog¨ªa, patolog¨ªa, gran parte de la terap¨¦utica y tampoco hace pr¨¢cticas cl¨ªnicas), ni por su t¨ªtulo facultativo est¨¢ capacitado para observarlo y menos, examinarlo. ?Qu¨¦ es esto? ?La toma de un medicamento puede autorizar que un lego en medicina supervise al enfermo?
En fin, la atenci¨®n farmac¨¦utica es un disparate rotundo, y tan estridente que no puede concebirse la instauraci¨®n oficial de su ejercicio. Resulta rid¨ªculo. Sin embargo, el Gobierno espa?ol, pasmosamente, la 'valora de forma muy positiva' en un reciente acuerdo firmado con los farmac¨¦uticos. Una actitud inexplicable que convierte el disparate en grave amenaza al Sistema Nacional de Salud.
Enrique Costas Lombard¨ªa es economista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Ministerio de Sanidad y Consumo
- Farmacolog¨ªa
- VII Legislatura Espa?a
- Gasto sanitario
- PP
- Gasto farmac¨¦utico
- Legislaturas pol¨ªticas
- Ministerios
- Pol¨ªtica sanitaria
- Econom¨ªa sanitaria
- Gobierno
- Especialidades m¨¦dicas
- Medicina
- Sanidad
- Administraci¨®n Estado
- Partidos pol¨ªticos
- Pol¨ªtica
- Administraci¨®n p¨²blica
- Salud