El sello del Santo Oficio
La cl¨¢sica Historia cr¨ªtica de la Inquisici¨®n, de Juan Antonio Llorente (1817), fue el primer hito de una serie de panor¨¢micas sobre la trayectoria del Santo Oficio, entre las que deben destacarse la obra fundamental de Henry Charles Lea (1906) y, finalmente, la influyente s¨ªntesis de Henry Kamen, que desde su aparici¨®n (en 1965 en ingl¨¦s y en 1967 en castellano) y a trav¨¦s de numerosas ediciones se convertir¨ªa en el texto m¨¢s divulgado durante el ¨²ltimo tercio del siglo XX. Ahora, el libro de Ricardo Garc¨ªa C¨¢rcel y Doris Moreno, dos caracterizados especialistas en el tema, toma el relevo y, tras hacerse eco de las numerosas aportaciones de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, pasa a ser la nueva referencia obligada para los comienzos del siglo XXI.
INQUISICI?N. HISTORIA CR?TICA
Ricardo Garc¨ªa C¨¢rcel y Doris Moreno Mart¨ªnez Temas de Hoy. Madrid, 2001 406 p¨¢ginas. 3.200 pesetas
Sin embargo, la actualizaci¨®n bibliogr¨¢fica no es la ¨²nica baza de un libro que sorprende por su asombrosa erudici¨®n, su familiaridad con los documentos de toda ¨ªndole, su incorporaci¨®n de las nuevas perspectivas (procedentes tanto de la historia social y pol¨ªtica como de la historia de la cultura y las mentalidades colectivas), su di¨¢logo con la historiograf¨ªa de otros ¨¢mbitos geogr¨¢ficos, su vocaci¨®n por la historia comparada (que exige el conocimiento de otras situaciones y otros ¨¢mbitos) y su voluntad cr¨ªtica, que sin perder un ¨¢pice de objetividad se resiste a aceptar la 'normalizaci¨®n ap¨¢tica' del discurso sobre la Inquisici¨®n.
La obra encara todos los problemas que han acosado la conciencia de cuantos se han aproximado al fen¨®meno inquisitorial. ?Cu¨¢l fue el motivo original que condujo a la creaci¨®n del Santo Oficio? Sin duda, la necesidad de dar una respuesta a la recurrente cuesti¨®n del encaje de los judeoconversos en una estructura pol¨ªtica que se encaminaba hacia el absolutismo confesional. ?Fueron los inquisidores hombres o demonios? Hombres, desde luego, pero dentro de un sistema pervertido por el fundamentalismo religioso. ?Puede mantenerse la idea de la proverbial crueldad del procedimiento judicial? Los tribunales inquisitoriales no pueden ser exculpados alegando el comportamiento de otras instancias judiciales europeas, pero adem¨¢s en su contra milita el principio general que prefer¨ªa la defensa de la fe sobre cualesquiera circunstancias presentes en los individuos (in dubio, pro fide). ?Cu¨¢ntos fueron los procesados, cu¨¢ntos los condenados? Los autores adelantan la cifra plausible de 125.000 o 150.000 procesados, de los cuales fueron ejecutados unos 1.500 en el periodo 1540-1700, aunque las v¨ªctimas fueron todos aquellos que se sintieron amenazados por el tribunal.
Naturalmente, las estructuras inquisitoriales son analizadas en su discurrir a lo largo de todo el periodo de su vigencia, en su devenir hist¨®rico. El periodo dorado del Santo Oficio coincide con el reinado de Felipe II, cuando la Inquisici¨®n no es s¨®lo tribunal de la fe, sino tambi¨¦n 'tribunal de las costumbres, controlador de la opini¨®n p¨²blica, vigilante celoso de la vida privada, de las relaciones familiares, observador implacable de la cotidianidad de la sociedad cristiano-vieja'. Despu¨¦s, el Santo Oficio pierde poder ante otras instancias eclesi¨¢sticas y, sobre todo, se queda sin clientela, por lo que tiene que proceder a la 'invenci¨®n de nuevas v¨ªctimas', poniendo bajo su punto de mira a las brujas, a los blasfemos, a los cl¨¦rigos solicitadores, a los desviados sexuales (sodomitas y convictos de bestialismo). Finalmente, la Inquisici¨®n dieciochesca se ha de contentar con perseguir a librepensadores, masones y 'lectores de lo prohibido', hasta que la Revoluci¨®n Francesa reactive los mecanismos represivos contra los enemigos del Trono y el Altar.
Esta enumeraci¨®n no da cuenta cabal de la riqueza de un libro ejemplar. Para valorar adecuadamente el significado de su contribuci¨®n hay que leer con detenimiento sus reflexiones finales. En estas p¨¢ginas conclusivas se discute la consideraci¨®n del Santo Oficio como elemento distintivo (y negativo) de la historia de la Espa?a moderna (y hasta del propio 'car¨¢cter nacional') y la realidad inquisitorial como producto de una sociedad (que en su mayor¨ªa pudo compartir sus principios) y de un tiempo, en que los poderes (pol¨ªticos y eclesi¨¢sticos) necesitaron de sus tribunales como instrumentos represivos para el mantenimiento de su autoridad. Y, yendo m¨¢s lejos, los autores se plantean las viejas cuestiones que acosaron a humanistas e ilustrados: ?todo poder necesita de ¨®rganos represivos? ?Toda religi¨®n lleva en su seno el germen del fundamentalismo? En cualquier caso, la obra tambi¨¦n puede servir para combatir a los nuevos inquisidores que todav¨ªa hoy nos hostigan. ?O es que no resultan de triste actualidad las palabras pronunciadas por Sebasti¨¢n Castellione a mediados del siglo XVI?: 'El ¨²nico remedio contra los asesinatos es dejar de asesinar... Matar a un hombre por una idea no es afirmar una idea, no es defender una doctrina... es simplemente matar a un hombre...'.
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