El genio y el n¨²mero
Con buen juicio el f¨²tbol argentino ofrecer¨¢ hoy su homenaje a Maradona, jugador irrepetible, el m¨¢s grande de los ¨²ltimos 30 a?os y quiz¨¢ el mejor de la historia. Si supera o no a Pel¨¦ es cuesti¨®n de gustos y de generaciones. Para los que han disfrutado de la edad del v¨ªdeo, Maradona no tiene rival. No es hora de hablar de sus incomparables cualidades porque suena redundante. A Maradona se le ha definido del derecho y del rev¨¦s, desde todas las vertientes, y de todos los an¨¢lisis sale triunfador. S¨®lo se puede decir que a su genio a?ad¨ªa la vida turbulenta de los poetas malditos, condici¨®n necesaria de los h¨¦roes rom¨¢nticos y carencia que vuelve un tanto prosaico a Pel¨¦, demasiado servil con los poderes del f¨²tbol y siempre atento al negocio. Resulta conmovedor que la vena autodestructiva de Maradona no logre apagar el eco de su leyenda. Si acaso, la magnifica: nada es m¨¢s misterioso que la capacidad del artista para desplegar su genio por encima del infierno cotidiano.
Como futbolista s¨®lo queda dispensarle una admiraci¨®n sin l¨ªmites. El homenaje de hoy no s¨®lo es la expresi¨®n de lo que siente Argentina por su ¨ªdolo, sino el reflejo de lo que piensa de Maradona el mundo del f¨²tbol. Pero por infinita que sea la admiraci¨®n no conviene caer en la estupidez. La Federaci¨®n Argentina pretende retirar a perpetuidad el n¨²mero 10 de la camiseta nacional. Nunca ha sucedido en el f¨²tbol y ser¨ªa la consagraci¨®n del tributo argentino a su h¨¦roe. Y tambi¨¦n es una p¨¦sima m¨¦dida.
Es cierto que en la NBA se retiran los n¨²meros de sus estrellas, pero all¨ª los n¨²meros est¨¢n relacionados con los jugadores y no tienen ning¨²n otro contenido simb¨®lico. Nadie aspira a ser el n¨²mero 6, el 23, 32 o el 33. Se aspira a ser Bill Russell, Michael Jordan, Magic Johnson o Larry Bird. All¨ª, los n¨²meros no guardan ninguna relaci¨®n con la geograf¨ªa del juego o con su herencia hist¨®rica. Bastante da?o ha causado el actual fragor mercantil del f¨²tbol, que convierte en irreconocibles a equipos integrados por un extremo con el 21, un delantero centro con el 17 o un lateral con el 9, como para contribuir al desatino por un acto de admiraci¨®n a un jugador. Maradona es irrepetible, pero nadie puede negar a un jugador su aspiraci¨®n a llevar el 10 de la selecci¨®n argentina, como un d¨ªa le ocurri¨® al propio Maradona. Por fortuna, el f¨²tbol no empieza ni acaba en Maradona. Ese viejo c¨®digo deber¨ªa defenderse en Argentina m¨¢s que en ninguna otra parte. En un pa¨ªs donde todav¨ªa se valora en lo que vale el referente del 5, el 9 o el 10, resulta insensato eliminar de por vida un n¨²mero sagrado. Por mucho que sea el de Maradona.
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