'Musharraf acabar¨¢ asesinado por un integrista isl¨¢mico'
Keniz¨¦ Mourad es periodista y escritora. En el primero de sus dos oficios ha trabajado como especialista en el Lejano y Pr¨®ximo Oriente para el semanario Le Nouvel Observateur ocup¨¢ndose, entre otros asuntos, de informar sobre las guerras en Bangladesh, Etiop¨ªa o L¨ªbano, as¨ª como del retorno del ayatol¨¢ Jomeini a Teher¨¢n. Por razones familiares -su madre era princesa en la corte del ¨²ltimo sult¨¢n turco y esposa luego de un maraj¨¢ indio- se interesa de manera especial por el pasado de pa¨ªses como Afganist¨¢n, Pakist¨¢n, India, Ir¨¢n, Turqu¨ªa o L¨ªbano. Su novela m¨¢s conocida, un aut¨¦ntico best seller, es De parte de la princesa muerta (1987).
'Entrevist¨¦ al general Pervez Musharraf, el presidente paquistan¨ª, antes de que estallase la actual crisis. Me explic¨® que el Gobierno talib¨¢n de Afganist¨¢n le hab¨ªa pedido ayuda para montar escuelas para ni?as y muchachas'. A Keniz¨¦ Mourad le gusta analizar los fallos de la opini¨®n dominante y devolverle a la realidad lo que tiene de complejo. 'Los talibanes son integristas isl¨¢micos pero la gran mayor¨ªa de las mujeres afganas llevaba el burka antes de que ellos llegasen al poder. Y conviene no olvidar que, si lo lograron, fue porque las distintas facciones de la llamada Alianza del Norte sembraron el caos entre 1992 y 1996, robando y asesinando, luchando entre ellas. Massud no era ese guerrero patriota y dem¨®crata que nos presentan los medios de comunicaci¨®n occidentales. Y si los talibanes han prohibido a las mujeres el derecho al saber y a la atenci¨®n m¨¦dica, antes eran muy pocas las que pod¨ªan estudiar y s¨®lo pod¨ªan acudir al m¨¦dico cuando se trataba de una doctora. Nada justifica la intolerancia talib¨¢n, pero lo que exist¨ªa antes explica que a muchos afganos no les parezca tan espantosa'.
La figura de Musharraf le parece digna de estudio. 'Es un general que ha reducido en un 5% el presupuesto del Ej¨¦rcito para aumentar el de cultura y asistencia social. Su golpe de Estado en 1998 ten¨ªa por objeto poner l¨ªmites a la corrupci¨®n, limitar la influencia de los yihadistas [100.000 antiguos combatientes paquistan¨ªes aliados de los talibanes, armados hasta los dientes y utilizados en el frente de Cachemira ante al Ej¨¦rcito de India] y reactivar la econom¨ªa del pa¨ªs. Quiere un pa¨ªs para los musulmanes, no un pa¨ªs musulm¨¢n, en el que las mujeres tengan reconocidos sus derechos, como el de heredar. El padre de Musharraf era un diplom¨¢tico, su mujer no lleva velo, ¨¦l consume vino, no es ning¨²n fan¨¢tico ni un dictador que quiera eternizarse en el poder. En realidad no creo que viva mucho tiempo: un fan¨¢tico integrista o alguno de sus compa?eros de armas acabar¨¢n con ¨¦l'.
Para Keniz¨¦ Mourad, hay que remontarse a 1978 para comprender el Pakist¨¢n actual. 'El golpe de Estado del general Zia signific¨® la llegada al poder del integrismo isl¨¢mico, una corriente que en el pa¨ªs nunca ha conseguido m¨¢s all¨¢ del 5% o el 6% de los votos. Con ¨¦l en el Gobierno y la ayuda ideol¨®gica y econ¨®mica de Arabia Saud¨ª, as¨ª como con el dinero de EE UU, se crearon las escuelas y campos de entrenamiento de donde surgir¨¢n los talibanes. Para luchar contra los sovi¨¦ticos val¨ªa todo. De esa ¨¦poca data tambi¨¦n la aparici¨®n del ej¨¦rcito de Bin Laden y la instalaci¨®n en Afganist¨¢n de milicias ¨¢rabes. El islam de Zia, el islam en el que se inspiran los talibanes, es wahab¨ª, lo hace depender todo de las interpretaciones de los textos sagrados que propone el clero, los ulemas y mul¨¢s, y no respeta el Cor¨¢n, que, por ejemplo, exige que estudien tanto los hombres como las mujeres, aunque s¨®lo sea para poder leer al profeta'.
De la actitud de Zia y de los interesados apoyos de saud¨ªes y estadounidenses deriva el auge del integrismo en el interior del pa¨ªs. 'Pakist¨¢n es un pa¨ªs con grandes riesgos de explosi¨®n. No puede aceptar un Gobierno hostil en Kabul porque bastante tiene con la amenaza india en Cachemira o la iran¨ª en Beluchist¨¢n para tener que asumir, adem¨¢s, otra amenaza afgana en las provincias del norte. Adem¨¢s, entre los yihadistas y los cinco millones de personas que consumen opio y propician el crecimiento de la criminalidad, favorecido tambi¨¦n por el gran n¨²mero de armas que circulan, el futuro de Pakist¨¢n aparece hoy muy amenazado. La ayuda econ¨®mica a Musharraf se ha limitado a una reconversi¨®n de la deuda y llega tarde. No es una compensaci¨®n suficiente como para asumir el coste social de los bombardeos contra Afganist¨¢n. En Pakist¨¢n se pueden aceptar los ataques limitados contra Bin Laden, pero no una ofensiva generalizada contra uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo. Eso es incomprensible para los paquistan¨ªes y para nosotros. Pero EE UU ha puesto a Musharraf entre la espada y la pared: o Estado terrorista o c¨®mplice de los bombardeos. ?Pobre Pakist¨¢n!'.
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