Los mensajes de Bin Laden
Al entrar en la antes acogedora librer¨ªa Avicena de Par¨ªs, frente al Instituto del Mundo ?rabe, conviene ser precavido y no preguntar por nuevos estudios sobre corrientes tradicionalistas del islam, porque la respuesta del vendedor a la petici¨®n ser¨¢ tajante: '?Ustedes son los culpables, por todo lo que han hecho y por ser aliados de la Arabia Saud¨ª!'. Es claro que con s¨®lo expresar el inter¨¦s por un tema candente e inc¨®modo en el islam de hoy, el vendedor ha husmeado la profanaci¨®n y decide pronunciar su condena como creyente, como miembro activo de la umma musulmana, contra el presunto comprador adscrito por sus intereses bibliogr¨¢ficos a la umma de los enemigos. Con variantes de forma, la escena se repite por doquier con el mismo contenido, y puede servir de ejemplo la carta publicada en estas p¨¢ginas por una islam¨®loga ¨¢rabe, que nos viene con la historia de siempre sobre la yihad interior, narra luego el cuento chino de que la expansi¨®n del islam despu¨¦s de Mahoma fue pac¨ªfica y no olvida sacar como balance de lo sucedido en las Torres Gemelas que as¨ª EE UU se preguntar¨¢ de d¨®nde surge 'tanto odio'. En el mejor de los casos, la repulsa del terror es seguida de otra condena mucho m¨¢s rotunda, dirigida ¨¦sta a 'la hipocres¨ªa' occidental, y no olvidemos que, en lenguaje cor¨¢nico, hip¨®crita es el que pretende enga?ar a Dios.
De este modo, si algo est¨¢ dejando claro la crisis abierta el 11 de septiembre es la intensidad del sentimiento comunitario entre quienes profesan la fe del islam, con la consiguiente inclinaci¨®n a cerrar filas, eludiendo afrontar la gravedad que la situaci¨®n representa para las propias comunidades musulmanas (y aqu¨ª el plural resulta obligado). El malestar es entonces expulsado hacia afuera, no sin una carga de agresividad contra el cr¨ªtico, siendo el deber del musulm¨¢n rechazar todo di¨¢logo con el no creyente, m¨¢s all¨¢ de declarar su incompetencia. 'No hay argumentaci¨®n posible entre nosotros y vosotros', dispone el Cor¨¢n 42, 14/15. Y en menos que se tarda en contarlo, la realidad ha dado un vuelco, resulta que las v¨ªctimas son los verdugos y responder a una agresi¨®n brutal, punto de partida de otras venideras, constituye un crimen: '?La guerra es el terror!'. '?No a la venganza!', repite buen n¨²mero de exponentes de la opini¨®n musulmana (con bastantes corifeos entre nosotros). ?Qu¨¦ hacer tras lo ocurrido el 11-S? Nunca se plantean la pregunta.
No obstante, por debajo que la espectacularidad de esa cohesi¨®n religiosa, que los medios de comunicaci¨®n difunden y reflejan a escala mundial, y del reconocimiento de un riesgo efectivo de que a partir de la previsible en Pakist¨¢n tengan lugar explosiones integristas en cadena, resulta preciso insistir en que la crisis actual tiene su origen en una concepci¨®n minoritaria, o todav¨ªa minoritaria, que de triunfar conmover¨ªa el funcionamiento de las sociedades musulmanas hasta ahora existentes. El infierno pseudoisl¨¢mico sobre la tierra propugnado por los hombres de religi¨®n saud¨ªes y puesto en pr¨¢ctica por los talibanes supondr¨ªa un retroceso enorme en las formas de vida y de cultura hoy vigentes en el mundo ¨¢rabe. El islam hist¨®rico y real es algo mucho m¨¢s rico y complejo que el ideario rigorista y arcaizante esgrimido desde hace dos siglos por unos beduinos guerreros con el prop¨®sito de devolver las sociedades musulmanas -y dentro de ellas con particular intensidad a la mujer- al tiempo 'de los piadosos antepasados', a un m¨ªtico siglo VII cargado de violencia, as¨ª como de miseria cultural y econ¨®mica.
Ni siquiera es homog¨¦neo en el islam el campo de los llamados fundamentalismos. A la luz de lo sucedido, se hace posible entender por qu¨¦ desde la Rep¨²blica isl¨¢mica iran¨ª se suced¨ªan las cr¨ªticas frente a un r¨¦gimen intransigente y represivo como el talib¨¢n, o contra la carga de violencia de un wahhabismo proclive al terror -ellos tuvieron que sufrirlo con el sangriento atentado de Mashhad en 1994- y tambi¨¦n, aunque parezca sorprendente el juicio viniendo de los ayatol¨¢s, a una subordinaci¨®n intolerable de la mujer. A pesar de la ret¨®rica sobre el Gran Sat¨¢n americano y el rechazo de la occidentalizaci¨®n en las costumbres, el papel conferido a la interpretaci¨®n creadora del Cor¨¢n en el shi¨ªsmo abr¨ªa y abre en Ir¨¢n un cierto espacio a las formas de vida modernas y al cambio hist¨®rico. No ocurre lo mismo con el fundamentalismo sunn¨ª, que para combatir al gran enemigo que son las concepciones y los usos occidentales se encerr¨® cada vez m¨¢s en el mito de la recuperaci¨®n de los or¨ªgenes. Qued¨® as¨ª trazado, desde los Hermanos Musulmanes egipcios al FIS argelino y al renacido puritanismo wahhab¨ª, el descenso hacia el callej¨®n sin salida de oposici¨®n visceral a la modernidad y a la democracia, y de recurso al terror.
Los mensajes de Osama Bin Laden a partir del 7 de octubre esclarecen en este sentido el significado de la crisis. Aunque cargue los hechos en la cuenta de Al¨¢, ya el primero supon¨ªa un innegable reconocimiento por su parte de la responsabilidad en los atentados: ning¨²n musulm¨¢n adoptar¨ªa la f¨®rmula de haber sido otro el instrumento de la omnipotencia divina. Ni Al Yazzira le hubiese reconocido el papel estelar. Frente a la grandeza triunfante de Al¨¢ se alzaban los cr¨ªmenes cometidos por la gran potencia de los infieles. Las coartadas m¨¢s notorias son Palestina e Irak, pero resulta claro que estamos ante una amalgama donde lo que cuentan para la oposici¨®n irreversible a Estados Unidos son las ra¨ªces profundas del sufrimiento de lo que es 'naci¨®n isl¨¢mica', y no naci¨®n ¨¢rabe. El marco del enfrentamiento est¨¢ envuelto en sacralidad: 'Humillaci¨®n y desgracia', 'sus lugares santos profanados'. En modo alguno se trata de que no haya un compromiso justo en Palestina. ?sta es tierra sagrada del islam que no debe seguir la suerte de Al Andalus (sic) y por ello la criminal es la ONU que aprob¨® la partici¨®n en 1947.
Son las mismas ideas que ven¨ªa expresando en los a?os noventa, con un objetivo central: poner fin a la profanaci¨®n que significaba la presencia de infieles en el espacio sagrado de dar al-Islam. El enemigo jud¨ªo 'ha violado la tierra isl¨¢mica sagrada; el deber leg¨ªtimo respecto de Palestina es la yihad mediante la cual la umma liberar¨¢ ese territorio'. Frente a frente, la alianza 'judeo-cruzada' y el islam. Su fatwa de febrero de 1998 define lo que ser¨¢ el futuro al ordenar 'a todos los musulmanes, all¨ª donde se encuentren en el mundo, que cumplan la imperiosa obligaci¨®n de matar a los estadounidenses y a sus aliados, sean civiles o militares, hasta que su ej¨¦rcito vencido abandone las tierras del islam'. Se trata de una aplicaci¨®n estricta del takfirismo, la doctrina que impone acabar con los infieles, los ap¨®statas y sus colaboradores. ?M¨¢s claro?
Para Bin Laden, la causa del islam exige la reconstrucci¨®n del
poder perdido hace 80 a?os, al quedar expuestos a la dependencia exterior los territorios sagrados del Imperio Otomano, y eso s¨®lo puede lograrse mediante la victoria sobre los enemigos, descritos en t¨¦rminos cor¨¢nicos como 'los infieles seguidos por los hip¨®critas'. En otro mensaje, habla de los gobernantes musulmanes traidores que combaten 'bajo el estandarte cristiano'. Bush es nada menos que 'el jefe internacional de los infieles', y su pa¨ªs, 'el s¨ªmbolo del paganismo mundial', con la consiguiente justificaci¨®n cor¨¢nica de su aniquilamiento. De no ser tr¨¢gica la circunstancia, parecer¨ªa un remake de los tebeos del Guerrero del Antifaz, versi¨®n musulmana. Y como conclusi¨®n l¨®gica en esta guerra sin otro horizonte que la victoria definitiva, 'expulsando al infiel de la Pen¨ªnsula de Mahoma', la llamada al alzamiento de los creyentes: 'Cada musulm¨¢n debe levantarse por defender su religi¨®n'. Una nueva yihad, ahora en el marco de la globalizaci¨®n y sin reparar en el car¨¢cter criminal de los medios. 'La omnipotencia de Al¨¢ se manifiesta tanto en el bien como en el mal', escribi¨® Ibn Taymiyya, el maestro al que siguen los integristas.
A estas alturas de la crisis puede decirse que el discurso de cruzada con gotas de western utilizado por Bush en los primeros d¨ªas para consumo interno, am¨¦n de atender las expectativas de Bin Laden, provoc¨® un considerable efecto bumer¨¢n fuera de Estados Unidos. Sirvi¨® de aval a un pacifismo difuso, justificable en los primeros d¨ªas cuando a¨²n hab¨ªa dudas sobre la autor¨ªa de los atentados, y que en pa¨ªses como el nuestro dio alas a los supuestos progresistas que desde los a?os sesenta sostienen en el vac¨ªo una mentalidad antisistema dispuesta a celebrar toda cat¨¢strofe que pudiera recaer sobre Estados Unidos, sin atender a consideraci¨®n humanitaria alguna.
Ha tenido que ser Osama Bin Laden quien con sus mensajes pusiera las cosas en su sitio, haciendo ver que la yihad est¨¢ en marcha desde el 11 de septiembre sin posibilidad alguna de compromiso, que el Gobierno talib¨¢n es el protector del centro de decisiones terrorista y, en consecuencia, que la respuesta b¨¦lica de EE UU y de sus aliados es s¨®lo eso, la arriesgada pero inevitable r¨¦plica a la agresi¨®n exterior realizada en nombre de una concepci¨®n retr¨®grada del islam. Un reto planteado por medio del terror ejercido a escala universal. Aun cuando algunos sigan sin querer verlo.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense de Madrid.
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