Movilizaciones
Que la Universidad se movilice es un acto interesante por s¨ª mismo, que lo haga con motivo de un tema de la envergadura del de la reforma universitaria, aumenta su valor.
En mi ¨¦poca, los a?os sesenta, los motivos fundamentales de nuestras movilizaciones eran de ¨ªndole pol¨ªtica en su vertiente que llamar¨ªamos m¨¢s pura. Y digo lo anterior porque lo que est¨¢n haciendo ahora los estudiantes es una forma de hacer pol¨ªtica. Entre las mediocridades que nos leg¨® el r¨¦gimen anterior una fue la frase: 'Yo soy apol¨ªtico', que a veces se dice inconscientemente y otras como aval de no s¨¦ qu¨¦ postura superior.
En los sesenta en Espa?a estaba vigente la dictadura franquista y los esfuerzos de la mayor¨ªa de los que nos moviliz¨¢bamos estaban dirigidos contra ese sistema, empezando por las estructuras m¨¢s cercanas como era el SEU (Sindicato Espa?ol Universitario).
Como presidente de la FEAI (Federaci¨®n Espa?ola de Arquitectura e Ingenier¨ªa), una de las pocas por no decir la ¨²nica organizaci¨®n en la que todos sus cargos eran elegidos democr¨¢ticamente, particip¨¦ en la primera huega-moviliaci¨®n de las escuelas t¨¦cnicas.
El r¨¦gimen franquista hab¨ªa tolerado aquella organizaci¨®n pues consideraba a los que estudi¨¢bamos esas carreras como los t¨ªpicos representantes de los futuros profesionales apol¨ªticos. En mi caso, en la Escuela Superior de Ingenieros del ICAI tuve la comprensi¨®n, cuando no el apoyo, de los jesuitas.
El objetivo de luchar globalmente contra aquel sistema era tan determinante, que cuando tuve una vez que ir a una reuni¨®n en el Instituto de Ingenieros Civiles de Espa?a, en representaci¨®n del estamento estudiantil para temas relacionados con de la reforma del plan de estudios y de las titulaciones, aquello era para nosotros tan secundario que la pol¨¦mica con los profesionales en ejercicio estuvo a punto de acabar como el rosario de la aurora.
No son tiempos iguales ni motivos iguales, aunque sin querer caer en ninguna demagogia no me resisto a hacer notar que, en el conflicto actual, en el Gobierno y en el partido que lo sustenta, hay apellidos que tambi¨¦n estaban en el poder en aquella ¨¦poca pasada.
Como en aquellos tiempos, los estudiantes de hoy, sus l¨ªderes s¨ª saben lo que quieren b¨¢sicamente. De nada valen las acusaciones de falta de informaci¨®n cuando no la pintoresca acusaci¨®n de seguidores de Lenin, que por cierto no deben saber qui¨¦n es.
La ministra, el Gobierno, tienen el deber y la obligaci¨®n de desarrollar m¨¢s inteligencia y paciencia para dialogar con ellos, sin prepotencia. Con estudiantes y por supuesto tambi¨¦n con el resto de los estamentos de la Universidad.
Una ley consensuada no es que sea mejor que otra impuesta, sino que es la ¨²nica forma de hacerlo bien y eficazmente en un estado democr¨¢tico. S¨¦ que es un objetivo casi imposible de conseguir el que el Gobierno actual salte por encima del autoritarismo que generan las mayor¨ªas absolutas, pero hay que intentarlo. Siempre es mejor ponerse a caminar que refugiarse en la apat¨ªa, cuando no en el tramposo apoliticismo.
Por ¨²ltimo y como siempre, al hablar desde Andaluc¨ªa deberemos vigilar muy atentamente c¨®mo ser¨¢ la futura financiaci¨®n, porque hablar de calidad o movilidad es hablar tambi¨¦n de pesetas o euros. Como dice mi compa?ero, el diputado andalucista Jos¨¦ Nu?ez, tal como contempla el proyecto de ley este tema al final, tras la cortina de grandes palabras, ocurrir¨¢ que una universidad en Barcelona podr¨¢ pagar salarios muy superiores a los de una universidad en Andaluc¨ªa.
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