Peregrino desde el exilio interior
V¨¦rtigo es un libro cronol¨®gicamente anterior a los otros dos de W. G. Sebald publicados en Espa?a, Los emigrados y Los anillos de Saturno. Sin embargo, el lector de alguno de estos dos vol¨²menes advertir¨¢ en seguida que todos tienen un aire de familia. No me refiero solamente al estilo literario, sino tambi¨¦n a un elemento que parece constante en su obra: la peregrinaci¨®n; ya se trate de emigraci¨®n, de b¨²squeda o de paseo necesario, lo cierto es que este estar en marcha es caracter¨ªstico de los tres libros. Como tambi¨¦n es caracter¨ªstica alguna forma de soledad, bien sea la de la emigraci¨®n, bien la del paseante solitario que o se deja llevar o est¨¢ buscando algo. En el libro que nos ocupa, hay dos peregrinos ilustres: Henri Beyle, Stendhal, y Franz Kafka, nombrado como Doctor K.; el resto del camino lo hace el propio autor, una parte por Venecia y Verona, que se desdobla en dos viajes con siete a?os de diferencia por medio; el otro, Il ritorno in patria, es una vuelta a W., el lugar donde pas¨® los nueve primeros a?os de su vida.
V?RTIGO
W. G. Sebald Traducci¨®n de Carmen G¨®mez Debate. Madrid, 2001 208 p¨¢ginas. 3.100 pesetas
Siguiendo al joven Stendhal, que entra en Italia con el Ej¨¦rcito de Napole¨®n, haremos en recuento de su aprendizaje y de sus amores; m¨¢s tarde, a los 40 a?os, escribe con un palo en la tierra las iniciales de los nombres de sus amadas y medita sobre un gran tema: la b¨²squeda de la mujer que se corresponda con su vida interior. Tres a?os despu¨¦s empezar¨¢ a escribir sus grandes novelas. Es un texto breve, delicado y extra?o que habla del paso de la primera juventud al amor y del amor a la escritura: toda una vida, todo un viaje, con Italia siempre al fondo.
Luego ser¨¢ el mismo Sebald quien viaje a Italia. Es un viaje relatado por medio de impresiones, lecturas, sucesos hist¨®ricos... los momentos, las sacudidas, las emociones, constataciones, reflexiones, tejen el dibujo del viaje, pero es muy constante la presencia -o, mejor, la recuperaci¨®n en presente- del pasado, de zonas del pasado que resultan ser tan fragmentarias como las impresiones y las emociones y de todo ello acaba produciendo a menudo un efecto de vagorosidad e intensidad propias del enfebrecimiento. Las detenciones en un lugar, las miradas y los paseos, a veces atrapan y otras veces abren camino a la memoria y tambi¨¦n a la enso?aci¨®n; son pura circunstancia de alguien a quien la percepci¨®n de las cosas, mezclada con sus sentimientos, lo empuja en direcciones cuyo sentido se encuentra en las relaciones azarosas que brotan del encuentro entre la realidad inmediata y la conciencia.
A partir de ah¨ª, el narrador
camina dos veces por una misma ruta, dos veces separadas entre s¨ª por siete a?os, y en esa ruta viaja por tercera vez con la imaginaci¨®n y la lectura en la persona de Kafka, que se dirige a un sanatorio en Riva. Este triple viaje es el eje del libro, realmente. Pero a¨²n queda una cuarta parte: el narrador se dirige hacia su infancia. As¨ª es como tantos a?os despu¨¦s entra en W. Es llamativo que todo el camino hacia W. sea oscuro -o, por mejor decir, falto de luz, pues se produce de d¨ªa- y est¨¢ cubierto de lluvia y se concibe como un estrechamiento (?hacia el pasado?) y una cierta angustia tambi¨¦n, como si se tratara de un paso hacia las regiones m¨¢s profundas de la conciencia acompa?ado por una suerte de miedo a la memoria. Hasta que al fin alcanza W. y se aloja en un hotel en una de cuyas plantas tuvo su casa familiar. Curiosamente, se protege con la soledad y s¨®lo al cabo de unos d¨ªas empieza a darse a conocer y se deja reconocer; entonces recorre el pueblo, siempre solo, siempre recordando, entablando alg¨²n contacto, hasta que al mes de estar all¨ª siente que no le queda nada m¨¢s por hacer en ese lugar y atraviesa Europa de nuevo para regresar a Inglaterra, donde reside.
Es solamente al final de este entramado sutil, compuesto de peque?as piezas, de advertencias y sugerencias, de detalles y percepciones, cuando comprendemos que, en realidad, todo ¨¦l es un camino por dentro de s¨ª mismo, del narrador, mientras pasea por el mundo y el tiempo. De esta manera, la realidad se convierte en un camino de identidad. Un camino en el que se coloca abajo y arriba: 'Permanec¨ª un tiempo sentado, me desat¨¦ los cordones de los zapatos y recuerdo con una claridad a¨²n intacta que de golpe ya no sab¨ªa d¨®nde estaba (...) Esta par¨¢lisis de mi memoria tampoco cambi¨® cuando sub¨ª a la galer¨ªa m¨¢s alta de la catedral, desde donde, bajo una sensaci¨®n peri¨®dica de v¨¦rtigo, examin¨¦...'. Recogimiento y v¨¦rtigo: ¨¦sos son los extremos de la relaci¨®n con la realidad que recorre el libro, y la actitud del personaje hacia su propia identidad y la de su entorno vital, que es el camino por una Europa atravesada por el tiempo, de Beyle a Kafka, de Casanova a Sciascia. Un sutil y hermoso todo de menudencias ('?las menudencias que escapan a nuestro entendimiento son las que deciden todo!', dice un militar al Doctor K.) sobre el que apoyar esta idea del exilio permanente que produce en cada uno la incertidumbre y la inseguridad del mundo moderno.
Y no s¨®lo menudencias. La escritura de Sebald es afinada y sugerente en grado sumo y reproduce su mirada, esa mirada que ve tambi¨¦n en el interior de las cosas, con hermosas im¨¢genes. Como ¨¦sta, por ejemplo, para terminar: 'El reloj de pared hac¨ªa tictac, y antes de que comenzase a dar las campanadas, gem¨ªa siempre un buen rato como si todo en ¨¦l se negara a anunciar la p¨¦rdida de otro cuarto de hora m¨¢s'.
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