Relatos culturales
A principios de los a?os noventa, apareci¨® en la nueva narrativa espa?ola cierta tendencia a instaurar la figura del escritor como h¨¦roe (sobre todo del escritor muerto) y la creaci¨®n literaria como eje dram¨¢tico. Aunque esta tendencia dio obras tan divertidas y truculentas como Las m¨¢scaras del h¨¦roe, de Juan Manuel de Prada, y Fabulosas narraciones por historias, de Antonio Orejudo, en sus momentos malos, la coartada metaliteraria funcionaba como salvoconducto cultural para compensar supuestamente la pobreza de di¨¢logos, personajes y argumentos. A menudo, la retirada del autor al mundo seguro de los libros hac¨ªa pensar en un ni?o feo que huye del mundo encerr¨¢ndose en el lavabo para masturbarse.
CARTA A ISADORA
Joaqu¨ªn P¨¦rez Aza¨²stre Ediciones B. Barcelona, 2001 189 p¨¢ginas. 2.330 pesetas
El caso de Carta a Isadora, primer libro de relatos de Joaqu¨ªn P¨¦rez (C¨®rdoba, 1976), suscita al mismo tiempo clemencia e irritaci¨®n. Est¨¢ claro que el autor se siente m¨¢s c¨®modo cuando emplea figuras y elementos de la historia cultural como material para sus historias. En El descubrimiento de Am¨¦rica, un ap¨®crifo de la Lost Generation sustenta una historia cerrada en torno a un par de h¨¢biles giros argumentales. Otro autor ap¨®crifo, en este caso un poeta espa?ol de la generaci¨®n del medio siglo, sustenta una inteligente reflexi¨®n sobre el poder cultural en Promesas del mar. Los juegos con la historia cultural tambi¨¦n permiten reconstruir la muerte de Zola (El encargo), la relaci¨®n entre Mata Hari e Isadora Duncan (Carta a Isadora) o, en el relato final, convertir a Margaux Hemingway en hero¨ªna decadentista. En todos estos relatos, el material 'hist¨®rico' juega a favor de la econom¨ªa narrativa y permite crear tramas prietas y bien trabadas. Su estilo cae a medio camino entre el culturalismo de la primera ¨¦poca de los nov¨ªsimos y el posborgianismo de los relatos de Juan Bonilla.
Cuando se aleja de esta estrategia, sin embargo, el autor deriva hacia la tem¨¢tica sentimental y baste decir que en sus momentos afortunados se acerca a Antonio Gala. Mi irritaci¨®n por la desigualdad de un libro evidentemente inacabado prefiero, sin embargo, proyectarla hacia la figura m¨¢s evanescente del panorama literario: el editor. El editor no puede limitarse a identificar a un autor con potencial evidente, tambi¨¦n debe percibir las deficiencias de un manuscrito y ayudar a construir la versi¨®n final. La ausencia de trabajo editorial no solamente se percibe en este caso: es el pan de cada d¨ªa en nuestro panorama literario.
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