Ineptitud y provocaci¨®n
Cuando, al final del r¨¦gimen de Primo de Rivera, el dictador se encontr¨® con la sorpresa de que se le desmandaban los estudiantes se dedic¨® a denigrar de forma gen¨¦rica a la universidad. Hoy, en un momento en que ¨¦sta es mucho mejor que en 1929 y tambi¨¦n que en 1975, la ministra del ramo ha recurrido a id¨¦ntico argumento para tratar de ocultar una extremada ineptitud en la gesti¨®n de una reforma que la propia comunidad universitaria ansiaba y estaba dispuesta a poner en marcha.
Los portavoces ministeriales han intentado combatir la creciente protesta a base de una pretendida precisi¨®n num¨¦rica sobre los manifestantes. Pues bien, incluso si sus cifras fueran correctas, se tratar¨ªa de la mayor movilizaci¨®n de universitarios en contra de una disposici¨®n legal en la historia de Espa?a. Todav¨ªa hay m¨¢s. Ni un rector de Universidad espa?ola est¨¢ dispuesto a afirmar que la ley tendr¨¢ los efectos ben¨¦ficos que el ministerio le atribuye. La ministra pretende tener una parte del profesorado a su favor pero no pasa de aducir unos centenares de firmas cuando se acercan a las 8.000 la de quienes han suscrito manifiestos en su contra. Se afirma que la ley ha sido aprobada por minor¨ªas parlamentarias distintas del Partido Popular pero eso no tiene nada que ver con su contenido sino con la composici¨®n de los parlamentos de determinadas comunidades. No hay ni un sindicato ni una asociaci¨®n estudiantil que se haya mostrado a favor de la disposici¨®n. En todo ello tambi¨¦n se llega a unas cotas in¨¦ditas en la historia espa?ola.
Este resultado no es una casualidad sino la consecuencia de un modo de actuaci¨®n. El ministerio ha prescindido de cualquier debate a fondo de la ley con los rectores y ha llegado a avergonzar a los propios diputados del PP con su modo de actuar en el Congreso. Ha engendrado una ley que pretende mejorar la Universidad espa?ola sin atribuirle m¨¢s fondos, cuando tenemos un gasto por estudiante que es la mitad de la media europea. Ha demostrado una vocaci¨®n en extremo reglamentista y recelosa respecto de la autonom¨ªa. Va a someter a la mediatizaci¨®n partidista no s¨®lo los consejos sociales sino tambi¨¦n las campa?as para la elecci¨®n de rectores. Dice querer acabar con la endogamia pero recurre a procedimientos que son una vuelta atr¨¢s o que tienen todav¨ªa mayor peligro de recaer en ese defecto que los vigentes. Va a provocar un colapso absoluto durante largo tiempo de la instituci¨®n universitaria. Y, por si fuera poco, Pilar del Castillo ha sumado a la ineptitud la provocaci¨®n persistente, innecesaria y, a medio plazo, suicida para ella y da?osa para la universidad.
De esos polvos han venido estos lodos. Cualquiera que conozca la Universidad sabe que es muy dif¨ªcil de movilizar pero a¨²n m¨¢s dif¨ªcil de desmovilizar luego. Cualquiera sabe tambi¨¦n que los momentos culminantes de la protesta se producen mediado el curso y no a sus inicios. Tenemos, ahora mismo, todas las probabilidades de embarcarnos en una conflictividad inacabable que a nadie va a beneficiar. Hasta la prensa m¨¢s adicta al Gobierno se ha dado cuenta ya de lo insostenible de la posici¨®n del Ministerio y reclama ahora mayor di¨¢logo en el momento de que la ley pasa por el Senado.
Esta posibilidad no debe ser descartada pero tampoco puede ser tomada como una especie de maquillaje o de retoque de ¨²ltima hora con que evitar el conflicto, porque eso no basta en absoluto. Si se quiere dar salida a una protesta cuya magnitud tiene todos los visos de progresar con el tiempo hay que hacer en el Senado lo que no se hizo antes: dialogar, permitiendo algo tan elemental como las comparecencias de rectores, y mostrar disponibilidad para introducir cambios de fondo. Claro est¨¢ que algo as¨ª ya no lo puede hacer Pilar del Castillo. En cambio Aznar, que tiene mucho que perder y nada que ganar si se persiste en el camino marcado, debiera ser capaz de enderezar el rumbo. Pero tambi¨¦n puede enrocarse en la prepotencia y el desplante. Ojal¨¢, en bien de todos, no lo haga.
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