Boda en Las Vegas
ENAMORADOS COMO estamos y con muchas ganas de divertirnos, sumamos el hambre a las ganas de comer y el pasado d¨ªa 1 de junio nos fuimos a Las Vegas, dispuestos a casarnos de nuevo. Esta vez en ingl¨¦s.
Primero hicimos escala, a la carrera, en el aeropuerto de Detroit. All¨ª pasamos con ¨¦xito el control de inmigraci¨®n, donde fuimos atendidos, amable y gimn¨¢sticamente, por una rebosante oficial afroamericana. Conseguimos subir, los ¨²ltimos, eso s¨ª, al siguiente avi¨®n, donde ya se estaban haciendo apuestas sobre si embarcar¨ªamos o no. Ganamos.
Fue un vuelo nocturno. Al llegar pudimos comprobar que Las Vegas es la ciudad m¨¢s iluminada del mundo. En las fachadas de cada uno de los gigantescos edificios, arrancando desde un punto de luz, se van aclarando destellos y dibuj¨¢ndose los contornos y colores.
Decidimos ir al tramo del bulevar Strip donde est¨¢n las Wedding Chapel (capillas matrimoniales). Paseando en coche fuimos vi¨¦ndolas y finalmente nos decidimos por la Graceland Wedding Chapel. All¨ª nos informaron de las diferentes opciones: con o sin m¨²sica, flores, v¨ªdeo, foto y pastor normal o caracterizado de Elvis. Elegimos el normal y el men¨² medio, que inclu¨ªa limusina blanca desde el hotel, ida y vuelta. Y ya que est¨¢bamos en el legendario Oeste americano, elegimos ropa de chica de sal¨®n para ella y de river gamble boat (jugador de barco de r¨ªo) para ¨¦l.
El lunes 4 de junio por la tarde nos vestimos en el hotel e hicimos el pase¨ªllo por el vest¨ªbulo, rodeados de mesas de juegos, del brazo y con mucho donaire. Entramos en la resplandeciente limusina, que nos llev¨® a Graceland, donde ya estaban nuestros amigos. El retraso de nuestro pastor y la tranquilidad con que nos lo tomamos, unido a nuestras ropas, hizo que le cay¨¦ramos bien a la administraci¨®n y nos terminaron regalando el men¨² especial.
Aunque entramos a ritmo de marcha nupcial, el resto de la ceremonia lo subray¨® R. J. con sus blues a la guitarra. El pastor, un tejano muy divertido, al o¨ªr los primeros compases cogi¨® el tono y marc¨® el comp¨¢s durante toda la ceremonia. La abundante comida de los festejos y el penetrante olor de las rosas, unido a la emoci¨®n del momento, estuvieron a punto de dar con nuestros cuerpos en el suelo, pero el amor triunf¨® y superamos la prueba. Despu¨¦s de la ceremonia subimos a la azotea del hotel Stratosphere Tower (350 metros) para ver atardecer en el oeste. En la cima del edificio tienen montada la monta?a rusa m¨¢s alta del mundo con espeluznantes pasadas sobre el vac¨ªo. El cielo de Las Vegas es una fiesta al atardecer: avionetas, globos aerost¨¢ticos, helic¨®pteros, zepelines y un avi¨®n cada minuto aterrizando en el muy c¨¦ntrico aeropuerto. El sol. El Oeste. Los amigos. El amor. ?Viva Las Vegas!
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