?Habr¨¢ alg¨²n d¨ªa un Gobierno leg¨ªtimo?
La salida de los talibanes de Kabul y el regreso de la Alianza del Norte han puesto en evidencia la falta de preparaci¨®n pol¨ªtica que garantice un futuro decente para Afganist¨¢n y los afganos. A pesar de semanas de discusiones y entrevistas, no hay un Gobierno leg¨ªtimo para sustituir al r¨¦gimen talib¨¢n. M¨¢s a¨²n, la falta de una estrategia diplom¨¢tica clara para acabar con el problema afgano puede hacer fracasar los esfuerzos de la coalici¨®n antiterrorista. Aunque el avance de la Alianza no acaba ni mucho menos con los obst¨¢culos, tal vez obligue a la comunidad internacional a buscar un orden postalib¨¢n. En el mejor de los casos, Afganist¨¢n tardar¨¢ dos o tres generaciones en recuperar la normalidad.
El acuerdo alcanzado por el ex monarca Zahir y los comandantes de la Alianza del Norte parece haber quedado superado tras la conquista de Kabul
'Los pr¨®ximos d¨ªas van a ser cruciales para determinar si el c¨ªrculo vicioso de abusos y venganzas se puede romper', explica Ahmed Rashid
El apoyo de los pa¨ªses lim¨ªtrofes a las diferentes comunidades afganas ha complicado sin duda la guerra civil que durante los ¨²ltimos a?os ha destruido el pa¨ªs
Es cierto que el presidente Bush dej¨® claro desde el principio que su pa¨ªs no entraba en la tarea de formaci¨®n del Estado. Sin embargo, todas las acciones emprendidas por Estados Unidos apuntaban a la necesidad de tener en cuenta ese extremo.
Si no se logra pronto un compromiso pol¨ªtico, existe un riesgo real de que se reactive la guerra civil afgana entre una parte del pa¨ªs en manos de la Alianza del Norte (AN) y otra, a¨²n bajo control talib¨¢n. Los m¨¢s alarmistas hablan incluso de partici¨®n, una eventualidad que ni en los peores a?os de la guerra han buscado ninguno de los numerosos grupos afganos. Pero, adem¨¢s, los analistas pol¨ªticos advierten a EE UU de que si no se implica m¨¢s all¨¢ de lo militar, todo su despliegue b¨¦lico puede haber sido en vano. Si no se atajan los problemas de fondo, Afganist¨¢n seguir¨¢ siendo un vertedero internacional.
La ONU, que lleva diez a?os tratando de poner fin a la sangr¨ªa afgana, ya era consciente de ello. 'Naciones Unidas debe tambi¨¦n preparar la transici¨®n de la asistencia humanitaria a la reconstrucci¨®n y el desarrollo', declar¨® Lakhdar Brahimi, el representante especial del secretario general durante su reciente visita a Pakist¨¢n. El veterano diplom¨¢tico argelino buscaba un consenso regional antes de sentar a los afganos a una mesa negociadora para que decidan por s¨ª mismos una f¨®rmula de transici¨®n a la normalidad. Pero empezar de cero cuando la campa?a militar ya llevaba tres semanas en marcha ten¨ªa sus riesgos, y el avance sobre Kabul ha pillado a todo el mundo por sorpresa.
S¨®lo dos d¨ªas antes del cambio de manos en la capital, el especialista paquistan¨ª Ahmed Rashid hab¨ªa escrito: 'Con Estados Unidos, Gran Breta?a y Pakist¨¢n pidiendo a la Alianza del Norte que contenga su avance sobre Kabul y la continua debilidad de las fuerzas antitalib¨¢n en el sur, la batalla para eliminar a los talibanes de las regiones sure?as donde est¨¢n arraigados se espera que se extienda hasta el invierno y m¨¢s all¨¢'. Sin embargo, fuentes diplom¨¢ticas dijeron a este diario que no les constaba que Washington hubiera tomado medidas concretas contra la toma de la capital.
A¨²n as¨ª, la comunidad internacional esperaba que no se llegara a ese punto porque carec¨ªa de un recambio pol¨ªtico para los talibanes, pero tambi¨¦n por el temor a la reacci¨®n de la poblaci¨®n ante la llegada de la AN. Su historial de violaciones de los derechos humanos no les sit¨²a muy lejos de los talibanes, a los que ahora sustituyen con el aplauso internacional.
Temor al pasado
Fatima Tamas, una joven afgana que lleg¨® a Pakist¨¢n en 1996 huyendo de los talibanes, representa el sentir de muchos de sus compatriotas al respecto. 'Desdichadamente y contra los deseos de la gente, han tomado Kabul. No guardamos buen recuerdo de su r¨¦gimen. Tememos que vuelvan a repetir las luchas intestinas de a?os atr¨¢s', explica en referencia a los a?os, entre 1992 y 1996, en que las fuerzas de la AN se hicieron con la capital y provocaron un derramamiento de sangre.
'Lo que esperamos es que la ONU y Estados Unidos traigan a Zahir Shah y sus fuerzas de seguridad internacionales para garantizar la tranquilidad y permitir que se forme un Gobierno aceptable para todos', dice Tamas.
Adem¨¢s, la Alianza es una coalici¨®n escasamente articulada de grupos sin demasiado en com¨²n m¨¢s all¨¢ del ocasional enemigo: tayikos bajo la direcci¨®n del general Abdul Qassim Fahim, sucesor del asesinado Masud; uzbecos liderados por el general Abdul Rashid Dostum y hazaras al mando del general Karim Khalili. En total, unos 20.000 hombres, hasta ahora mal equipados y frecuentemente enfrentados entre s¨ª. Su composici¨®n no es m¨¢s que un reflejo parcial del mosaico ¨¦tnico afgano. Los 25 millones de habitantes se distribuyen entre una veintena de comunidades, con culturas y lenguas diferentes, que se han llenado de desconfianza mutua tras 22 a?os ininterrumpidos de guerra.
'Los pr¨®ximos d¨ªas van a ser cruciales para determinar si el c¨ªrculo vicioso de abusos y venganzas se puede romper', explica Rashid, 'los comandantes de la AN tendr¨¢n dificultades para controlar a sus tropas, en general bastante indisciplinadas, y que no lleven a cabo actos de venganza'. Las primeras noticias son relativamente alentadoras. Aunque la ONU ya se ha hecho eco de los primeros excesos (ejecuciones sumarias en Mazar-i-Sharif y varios casos de venganzas), la actitud de las tropas en Kabul parece estar siendo bastante comedida.
'No es el momento de empezar a sacar los trapos sucios de la Alianza', comenta un diplom¨¢tico muy vinculado con las negociaciones en curso. 'Aunque personalmente tengo mis recelos sobre el grupo, debemos concederles el beneficio de la duda, pero vamos a estar muy atentos a su comportamiento', explica con m¨¢s voluntarismo que convicci¨®n. Tampoco hay muchas alternativas. Con las fuerzas del Norte en la capital y las tribus del Sur volvi¨¦ndose contra los talibanes, hay que atenerse a los hechos consumados.
'Una forma en que los responsables de la Alianza del Norte podr¨ªan disipar las sospechas ser¨ªa ir adelante con la idea de un Consejo Supremo de Unidad Nacional bajo los auspicios del rey Zahir', defiende Rashid.
Sin embargo, el acuerdo alcanzado por el ex monarca y los comandantes del Norte parece haber quedado superado por los acontecimientos. Uno de los consejeros de Zahir afirm¨® en Roma que la Alianza hab¨ªa roto el pacto con su entrada en Kabul. Fuentes diplom¨¢ticas aseguran que en realidad la AN nunca ratific¨® el acuerdo. Sea como fuere, las declaraciones de su l¨ªder pol¨ªtico, Burhanuddin Rabbani, dan a entender que habr¨¢ que empezar de cero.
'El rey podr¨¢ regresar a Afganist¨¢n, pero s¨®lo como un ciudadano m¨¢s', manifest¨® Rabbani a Al Yasira. Rabbani era el presidente del pa¨ªs cuando en 1996 los talibanes le expulsaron de Kabul. Desde entonces ha encabezado la administraci¨®n apoyada en la estructura militar de la Alianza, que sigue siendo el Gobierno afgano reconocido internacionalmente y con representaci¨®n en la ONU, pero que hasta hace siete d¨ªas apenas controlaba un 10% del territorio.
Posturas opuestas
Estados Unidos respalda la iniciativa de Zahir, tambi¨¦n llamada proceso de Roma, pero a pesar de ello no se ha concretado en una formulaci¨®n definitiva. Adem¨¢s, existen diferencias serias entre los miembros de la coalici¨®n internacional sobre la formaci¨®n del futuro Estado afgano. Rusia y las rep¨²blicas centroasi¨¢ticas no s¨®lo se han opuesto a cualquier participaci¨®n de los talibanes, sino que ven con recelo cualquier exceso de influencia de la comunidad past¨²n.
Sin embargo, en Pakist¨¢n, la postura es totalmente opuesta. Con un 20% de sus 140 millones de habitantes pertenecientes a la etnia past¨²n, el Gobierno del general Musharraf tiene muy en cuenta la sensibilidad de esa comunidad y ve con preocupaci¨®n su perdida de influencia frente al avance de las minor¨ªas.
En medio de ambas posturas se encuentra Ir¨¢n. Ideol¨®gica y pol¨ªticamente enemistados con el extremismo sun¨ª del r¨¦gimen talib¨¢n, los dirigentes del mayor pa¨ªs shi¨ª han mantenido tambi¨¦n una prudente distancia de la campa?a militar estadounidense. Los ayatol¨¢s han condenado los bombardeos sin apoyar tampoco a los estudiantes isl¨¢micos, que siempre han descrito como 'extremistas'. 'No olvide que mataron a nueve de nuestros diplom¨¢ticos', recuerda un portavoz de su Embajada en Islamabad en relaci¨®n con un incidente que estuvo a punto de llevarles a una guerra.
El apoyo de estos pa¨ªses lim¨ªtrofes a las diferentes comunidades afganas ha complicado sin duda la guerra civil que durante los ¨²ltimos a?os ha destruido el pa¨ªs. Ahora, sin embargo, podr¨ªa ayudar a ponerles de acuerdo. Eso es al menos lo que espera la ONU.
'El control de la capital tiene un inmenso valor simb¨®lico', reconoci¨® Brahimi ante la Asamblea General de la ONU apenas unas horas despu¨¦s de que se conociera la entrada de la Alianza en Kabul. Brahimi se dispon¨ªa a presentar su plan de acci¨®n para Afganist¨¢n, pero ya en ese momento todo su equipo trabajaba para acelerar la puesta en marcha de sus propuestas. De momento, el vicerrepresentante especial, Francesc Vendrell, viaj¨® el viernes a Kabul para entrevistarse con el ministro de Exteriores de la Alianza, Abdullah Abdullah. El objetivo: adelantar la reuni¨®n entre la Alianza y los otros grupos afganos para discutir el futuro pol¨ªtico del pa¨ªs.
Si todo va bien, la cita podr¨ªa celebrarse la pr¨®xima semana y en ella deber¨ªan adoptarse pasos concretos para la formaci¨®n de un consejo provisional que re¨²na a todas las facciones afganas, la formaci¨®n de un Gobierno interino para un m¨¢ximo de dos a?os y la convocatoria de una Loya Jirga (gran asamblea tribal). Una segunda asamblea aprobar¨ªa una Constituci¨®n y un nuevo Gobierno, con los que se podr¨ªa fin a la etapa transitoria.
F¨¢cil de proponer y bastante m¨¢s complicado de llevar a la pr¨¢ctica. Los se?ores de la guerra esperan sacar partido de la situaci¨®n. Con Kabul en sus manos, la Alianza se siente respaldada y ya se ha declarado dispuesta a acoger en la capital la reuni¨®n de todos los partidos afganos, algo que sin duda va a resentir a los grupos pastunes, malparados por su falta de una estructura alternativa al reciente dominio talib¨¢n.
LOS NUEVOS L?DERES
Burhanuddin Rabbani La presencia de la Alianza del Norte en Kabul le da una gran baza negociadora. Burhanuddin Rabbani (Faizabad, 1940), formado en las universidades de Kabul y Al Azhar (en El Cairo), lider¨® el movimiento islamista moderado y anti comunista de los a?os sesenta y setenta. En 1971, accedi¨® a la direcci¨®n del partido Jamiat Islami, pero enseguida tuvo que exiliarse en Pakist¨¢n ante la presi¨®n de los comunistas. El peso que tuvo su partido en la oposici¨®n a la invasi¨®n de la URSS, le llev¨® a la presidencia del pa¨ªs en 1992, tras la ca¨ªda del r¨¦gimen pro sovi¨¦tico. Segu¨ªa en el cargo cuando los talibanes tomaron Kabul en 1996. Su origen tayiko en un pa¨ªs dominado por los pastunes caus¨® sin duda que su mandato no fuera reconocido por la mayor¨ªa de los afganos.El profesor Rabbani no ha tenido el mando militar de sus fuerzas. Primero, Ahmed Shah Masud y, tras su muerte, su sucesor, Mohamed Fahim, se han ocupado del Ministerio de Defensa. Pero, a¨²n fuera de Kabul y con el control de menos del 10% del territorio, su Gobierno ha mantenido hasta hoy el reconocimiento internacional y su puesto en la ONU. Abdul Qassim Fahim El sucesor del carism¨¢tico Ahmed Shah Masud es un rostro poco conocido fuera de Afganist¨¢n, pero en los dos meses que han pasado desde el asesinato del Le¨®n del Panshir ha demostrado estar a la altura de su cargo. Este tayiko de 44 a?os estudi¨® ley isl¨¢mica en Kabul y se uni¨® a la resistencia anticomunista a finales de los setenta. Desde entonces, siempre hab¨ªa permanecido cerca de Masud, que, enseguida le promovi¨® a responsable de sus servicios secretos, un puesto que tambi¨¦n ejerci¨® tras la toma de Kabul en 1992. Sus cr¨ªticos le acusan de haber tenido a su cargo los centros de tortura heredados del r¨¦gimen de Najibul¨¢. Durante los a?os de Kabul estuvo encargado del frente sur de la ciudad, atacado a diario por los pastunes, primero por Gulbuddin Hekmatyar y luego por los talibanes. En 1996, organiz¨® la retirada al valle del Panshir. Abdul Rashid Dostum A sus 47 a?os es uno de los se?ores de la guerra afganos que m¨¢s veces ha cambiado de bando durante las dos d¨¦cadas de guerra. Miembro de la minor¨ªa uzbeka (un 6%), este antiguo sindicalista se form¨® militarmente en la URSS, cuya presencia en Afganist¨¢n defendi¨® inicialmente contra los muyahid¨ªn. Tras una breve alianza con el fallecido Ahmed Shah Masud, se retir¨® al norte. Mazar-i-Sharif se convirti¨® en su ciudad. Hasta lleg¨® a imprimir su propia moneda y logr¨® una relativa prosperidad gracias al comercio con Uzbekist¨¢n, su protector. Pero sus sue?os feudales se vieron interrumpidos a partir de 1998 cuando los talibanes conquistaron la villa. Karim Khalili Es la voz de los hazaras, la minor¨ªa shi¨ª de Afganist¨¢n. Es el grupo ¨¦tnico m¨¢s pobre del pa¨ªs, pero cuenta con el respaldo de Ir¨¢n, lo que le garantiza su lugar si se alcanza un acuerdo internacional para formar un Gobierno representativo. Aseguran constituir el 19% de los afganos, pero otros grupos limitan su n¨²mero a un 10%. Khalili accedi¨® a la direcci¨®n de Hizb-i-Wahdat en 1995 cuando los talibanes asesinaron a su l¨ªder, Abdul Ali Mazari. Su feudo se encuentra en el macizo central de Hazarat, en torno a la ciudad de Bamiyan, donde estaban los Budas gigantes destruidos en marzo por los talibanes. RESTO DEL PA?S Mohamed Zahir Shah El ex rey afgano, que accedi¨® al trono en 1933 tras el asesinato de su padre y emprendi¨® un prudente proceso de modernizaci¨®n del pa¨ªs, se postula no como un soberano sino como un servidor de los afganos. Su falta de ambici¨®n pol¨ªtica es su principal baza. Se alej¨® de la pol¨ªtica el mismo d¨ªa que un golpe de Estado palaciego le oblig¨® a exiliarse en 1973. Desde entonces ha vivido en Roma, alejado de las guerras que han destruido su pa¨ªs. Tiene 86 a?os. La ONU logr¨® en 1999 interesarle en el proyecto de convocar una Loya Jirga (gran asamblea tradicional), aunque siempre deje claro que no quiere reinar. Tras el estallido de la actual crisis, declar¨® su disposici¨®n a ayudar. La idea de la ONU es utilizarlo como figura simb¨®lica que aglutine a las dem¨¢s fuerzas. OTROS PASTUNES Hamid Karzai A falta de una Alianza del Sur, los pastunes han tratado de movilizar contra los talibanes a sus notables y ex comandantes. Tras la traici¨®n y ejecuci¨®n de Abdul Haq, Karzai, de 46 a?os, se convirti¨® en la esperanza de la oposici¨®n afgana en Pakist¨¢n y tambi¨¦n de EE UU. Desde el 8 de octubre, se encuentra en el sur de Afganist¨¢n buscando apoyos locales para la convocatoria de una Loya Jirga. Pretende un papel relevante en el futuro Gobierno. Destacado dirigente past¨²n de la tribu de los Popalzai, pertenece al mismo clan que el ex rey y fue viceministro de Exteriores en el Gobierno que sigui¨® a la retirada sovi¨¦tica, en 1992. Inicialmente respald¨® a los talibanes frente al desorden de los muyahidin. Pero, tras la toma talib¨¢n de Kabul, se distanci¨® y se exili¨® en Quetta, donde ha sido uno de sus mayores cr¨ªticos. Sayed Ahmad Gailani Candidato favorito de Pakist¨¢n para liderar la coalici¨®n afgana.. Ese apoyo ha despertado sospechas en la Alianza del Norte y le resta posibilidades. De 76 a?os, es un respetado l¨ªder pol¨ªtico y religioso past¨²n, cuyo Frente Nacional Isl¨¢mico luch¨® contra la ocupaci¨®n sovi¨¦tica. Miembro de una prominente familia con lazos con Zahir Shah y fuerte apoyo en el este, sus lazos con Pakist¨¢n y Arabia Saud¨ª le hab¨ªan distanciado en los ¨²ltimos a?os del ex rey. Sin embargo, en octubre inici¨® un acercamiento en su viaje a Roma. Perno no logr¨® el respaldo del monarca para la asamblea de notables que convoc¨® en Peshawar. All¨ª dej¨® claro que ambiciona ser primer ministro. Gulbuddin Hekmatyar La derrota de los talibanes, a los que apost¨® su ¨²ltima carta, le deja fuera de juego, pero a¨²n puede dar guerra. Vive refugiado en el shi¨ª Ir¨¢n, pese a ser un radical sun¨ª digno precursor de los enturbantados. Su grupo armado fue el primero en recibir combatientes ¨¢rabes que luego pasaron a las filas talibanes. Fue responsable de la destrucci¨®n de Kabul, ciudad que asedi¨® durante tres a?os, frustrado por haber quedado fuera del poder en 1992. Naci¨® en 1947 en la provincia norte?a de Baghlan y realiz¨® estudios de Ingenier¨ªa en Kabul antes de huir a Pakist¨¢n tras el golpe contra Zahir Shah. All¨ª cre¨® su partido, Hizb-i-Islami e inici¨® una guerrilla que le situ¨® en una buena 0posici¨®n para ser el primer receptor de d¨®lares y armas de EE UU. En 1996 fue brevemente primer ministro, pero con la entrada de los talibanes en septiembre de ese a?o, muchos de sus comandantes cambiaron de bando.
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