De un supuesto colapso por la ola de fr¨ªo
Martes 13 de noviembre de 2001, nueve de la noche. Acabo de llegar a casa y me pongo a leer EL PA?S. Ante mis ojos aparece la siguiente noticia: 'El servicio de urgencias del Cl¨ªnico, colapsado de pacientes por la ola de fr¨ªo'. Y en mi interior surge lo que mi familia y yo tuvimos que pasar el 20 y 21 de octubre de 2001 y que paso a contar.
El d¨ªa 20, a las cuatro de la tarde, ingresamos a mi padre en el servicio de urgencias del Cl¨ªnico; todos los s¨ªntomas indicaban que era una trombosis. As¨ª nos lo confirmaron a las cuatro horas y media de ingresar. A las siete horas del ingreso, una neur¨®loga nos comunic¨® que mi padre ten¨ªa que quedarse hospitalizado y que nos fu¨¦semos a casa.
Mi padre tiene 80 a?os y mi madre 78. No la dejaron entrar a verle, ni unos minutos, pues dec¨ªan que estaba en un pasillo de urgencias y all¨ª no se pod¨ªa entrar. Hasta el d¨ªa 21 a la una de la tarde no pudimos verle ni saber c¨®mo estaba, si nos conocer¨ªa, si ser¨ªa un vegetal; que s¨¦ yo lo que pasaba por nuestras cabezas.
En un pasillo atestado de enfermos, algunos muy malitos, con un esparadrapo pegado a la pared que indicaba la camilla n¨²mero 9, nos encontramos con un anciano desamparado y que se sent¨ªa muy solo sin saber de los suyos, llorando (es la primera vez en mi vida que he visto llorar a mi padre), con problemas para expresarse en una camilla dura y fr¨ªa. Sin una manta, sin una almohada, sin...
Ese d¨ªa no hab¨ªa ola de fr¨ªo; tal vez, la ola era de pacientes con derrame cerebral. Aquel pasillo me record¨® a los animales estabulados; s¨®lo aliviaba esta impresi¨®n los esfuerzos de las enfermeras del servicio, que estaban al borde del colapso.
Y mientras, la se?ora ministra alegr¨¢ndonos la vida con 'sus gracias'.
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