Todo azul
En una celda del corredor de la muerte de un penal de Texas un preso escribi¨® en la pared: 'aqu¨ª estuvo Walter B. Harriott la noche antes de que lo achicharraran en la silla el¨¦ctrica.' En las letrinas de una perdida estaci¨®n de un ferrocarril de Castilla, entre dibujos obscenos, alguno de ellos trazado a dedo con excrementos, hab¨ªa un n¨²mero de tel¨¦fono seguido de esta s¨²plica: 'me siento muy solo, no importa si eres un asesino, por favor, ll¨¢mame'. En las mazmorras del fuerte de Cartagena de Indias donde duermen cabeza abajo racimos de murci¨¦lagos hibernados, todav¨ªa pueden leerse a la luz de una vela las blasfemias que dejaron escritas los soldados espa?oles en un castellano del siglo de oro. Frente a esta alta literatura de t¨²nel cerrado, te consolar¨¢ contemplar en una columna del templo de Poseid¨®n colgado en un cabo sobre el mar Egeo esta inscripci¨®n rayada en el m¨¢rmol: ' por aqu¨ª pas¨® lord Byron, poeta'. Y uno puede purificarse imaginando que aquel d¨ªa el mar estar¨ªa muy azul. Se escribe siempre para ahuyentar los terrores de la soledad y de la muerte, y tambi¨¦n para dar testimonio, en medio de la crueldad, de la memoria de los d¨ªas felices. Cuenta Jenofonte que el ej¨¦rcito griego volv¨ªa abatido despu¨¦s de una derrota y al ganar la cumbre de un monte, los guerreros vencidos arrojaron las lanzas y abraz¨¢ndose comenzaron a gritar: ?el mar! ?el mar! De pronto hab¨ªan descubierto que ya estaban en casa. En el corredor de la muerte, en cualquier letrina, en todas las mazmorras siempre hay una luz azul. Si el condenado de Texas hubiera continuado escribiendo pudo haber contado que una vez de ni?o sus padres lo llevaron al muelle de madera de Atlantic City y lo ¨²ltimo que sinti¨® en el instante de recibir en su seno una descarga de 10.000 voltios fue el sonido de aquellas gaviotas confundido ya con la muerte. Si el usuario de las letrinas del ferrocarril se hubiera parado a pensar un poco m¨¢s tal vez habr¨ªa recordado la mirada c¨¢lida de aquella joven pasajera que en otro de sus viajes le abri¨® un espacio de esperanza que no supo aprovechar. En las mazmorras de Cartagena de Indias hab¨ªa unas aspilleras altas por donde sal¨ªan los murci¨¦lagos a la ca¨ªda del sol para volar sobre la bah¨ªa y regresaban muy cerrada la noche convertidos en brazas doradas por el crep¨²sculo para iluminar a los prisioneros. Lord Byron tambi¨¦n escribi¨®: 'para m¨ª tu dulce voz como m¨²sica en el agua'. Y, no obstante, me encuentro aqu¨ª deprimido tomando una cerveza.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.